Una evaluación de casi 3 millones de tramos de ríos de todo el planeta durante 35 años revela «cambios significativos» en los patrones del caudal fluvial mundial, mostrando que en las desembocaduras predominan los descensos de caudal, mientras que en las cabeceras existe más probabilidad de que el agua aumente.
En concreto, el trabajo reveló que en el 44 % de los ríos más caudalosos, aguas abajo, disminuyó la cantidad de agua que fluye por ellos cada año, mientras que en el 17 % de los ríos más pequeños, aguas arriba, aumentó.
Estos cambios podrían repercutir en las inundaciones, en la alteración de los ecosistemas, en las interferencias en el desarrollo hidroeléctrico y en la insuficiencia del suministro de agua dulce.
Los resultados se publican en la revista Science, en un artículo liderado por investigadores de las universidades de Massachusetts Amherst y de Cincinnati, ambas en Estados Unidos.
Los
ríos son redes intrincadas y jerárquicamente organizadas que transportan y procesan agua, sedimentos, nutrientes y energía, dando forma a los ecosistemas y satisfaciendo las necesidades humanas.
Estos crean, además, diversas condiciones físicas e hidrológicas que albergan comunidades ecológicas y servicios socioeconómicos diferentes.
El caudal fluvial es una medida fundamental que refleja la capacidad del río para transportar nutrientes, carbono y energía.
Aunque los flujos totales de agua en el mundo se conocen a grandes rasgos, la dinámica de los caudales fluviales y sus cambios en el tiempo no están bien caracterizados, apunta un resumen de la revista.
Para abordar esta cuestión, Dongmei Feng y Colin Gleason desarrollaron una herramienta con datos satelitales y modelos informáticos hidrológicos para mapear el flujo diario de los ríos -desde la fuente hasta el mar- desde 1984 hasta 2018.
Algunos de estos ríos están cambiando a un ritmo del 5 o 10 % anual. «Se trata de un cambio muy, muy rápido», describe Feng.
Las importantes disminuciones observadas en los ríos aguas abajo significan que hay menos agua dulce disponible en las partes más caudalosas, lo que tiene, dicen los autores, importantes repercusiones en el agua potable y el regadío. «No sabemos exactamente por qué está ocurriendo esto, pero sí sabemos que eso es lo que puede significar», afirma Gleason en un comunicado de la Universidad de Massachusetts.
La disminución del caudal también significa que el río tiene menos fuerza para mover la tierra y las pequeñas rocas del lecho. El movimiento de estos sedimentos río abajo construye deltas y es un proceso importante para contrarrestar la subida del mar, por lo que esta pérdida de potencia es perjudicial para los deltas.
Los ríos más pequeños muestran un patrón inverso: el 17 % registra un aumento del caudal aguas arriba. Aunque, como señala Gleason, esto no es uniforme, ya que el 10 % está disminuyendo.
Este aumento del caudal puede tener grandes repercusiones en sus comunidades circundantes. De hecho, los mayores cambios se hallaron para estos arroyos más pequeños.
«Observamos aumentos en el potencial de erosión (aproximadamente un 5 % de incremento en la potencia de los arroyos), en la frecuencia de las inundaciones(aproximadamente un 42 % de aumento en las inundaciones en 100 años) y probablemente en la dinámica de los nutrientes», escriben los autores en su artículo.
Aunque el documento -para el que se han usado datos españoles, de Brasil, Canadá, Estados Unidos o Chile- no puede cuantificar la causa y el efecto exactos, los investigadores apuntan que «los motores generales» de estos cambios son en gran medida el cambio climático y la actividad humana, describe el comunicado de la universidad.
EFE