Importamos lo que producimos: la agonía de la cebolla y el ajo

La cebolla y el ajo son la base de la cocina dominicana. Desde el sofrito más sencillo hasta el plato más elaborado, estos cultivos son esenciales. Sin embargo, en República Dominicana enfrentamos una paradoja: producimos cebolla y ajo, pero los dejamos perder en el campo mientras inundamos el mercado con importaciones.

La cebolla: ciclos de protesta y abandono

En provincias como San José de Ocoa, Constanza, Azua y el Cibao, la cebolla fue durante décadas un cultivo rentable. Sin embargo, los productores enfrentan una crisis recurrente:

En 2024, la producción nacional de cebolla alcanzó 2.5 millones de quintales, cubriendo el 72% del consumo estimado de 3.6 millones de quintales. El déficit de 1.1 millones de quintales se cubrió con importaciones, que se duplicaron en el primer semestre de 2025, pasando de 4,551 toneladas en 2024 a 9,730 toneladas en 2025, principalmente desde Estados Unidos (89%).

• Durante la temporada de cosecha local, las importaciones masivas derrumban los precios internos, forzando a los agricultores a vender a pérdida o desechar su producción.

En 2024, asociaciones cebolleras denunciaron que toneladas quedaron sin vender en almacenes, mientras los supermercados ofrecían cebolla importada a precios más bajos, como RD$46 por libra frente a los RD$70 de la cebolla criolla.

Esta falta de coordinación entre la producción local y las importaciones genera pérdidas anuales y desmotiva a los agricultores.

El ajo: casi desaparecido del mapa

El ajo, otrora un orgullo de la agricultura dominicana, está al borde de la extinción:

En la última década, la producción local cayó más del 70%, pasando de 8,367 tareas sembradas en 2019 a apenas 5,000 tareas en 2024.

• El país consume 200,000 quintales de ajo al año, pero importa 150,000 quintales, cubriendo el 75% de la demanda con producto extranjero, principalmente de China y Estados Unidos.

• Provincias como San José de Ocoa y Constanza, que antes destacaban en este cultivo, hoy apenas siembran pequeñas parcelas debido a la falta de competitividad frente al ajo importado, que se vende a RD$70 por libra en mercados, mientras el ajo criollo alcanza los RD$197.50.

Los productores señalan que los altos costos de insumos y la falta de apoyo estatal hacen imposible competir con el ajo importado, que llega subsidiado y a gran escala.

Problemas comunes de ambos rubros

1. Altos costos de insumos: Semillas certificadas, fertilizantes y pesticidas representan un gasto significativo. En 2024, el costo de producción de cebolla en Baní osciló entre RD$25,000 y RD$30,000 por tarea, y en San Juan de la Maguana alcanzó los RD$22,000.

2. Falta de planificación estatal: No existe un calendario coordinado de siembra e importación, lo que provoca excedentes y pérdidas.

3. Pérdidas postcosecha: La falta de centros de acopio refrigerados lleva a que productos como la cebolla, con un excedente anual de 100,000 quintales, se desperdicien.

4. Desconfianza en la política agropecuaria: Los agricultores, como Humberto Collado de Constanza, denuncian que cada año se repite el mismo ciclo sin soluciones estructurales.

Qué se ha hecho

• El Banco Agrícola ha otorgado créditos, como los RD$600 millones entregados a productores de ajo en Constanza en 2023, incluyendo RD$150 millones a tasa cero para la siembra de variedades de alto rendimiento como “Bochinche” y “Trompa de elefante”, que producen hasta 40 quintales por tarea frente a los 6-7 quintales de las variedades tradicionales.

El Ministerio de Agricultura ha intentado coordinar importaciones con gremios, pero los resultados han sido inconsistentes.

• Programas de mecanización y asistencia técnica han apoyado a pequeños productores, aunque carecen de alcance nacional.

Qué falta por hacer

1. Calendario único de importaciones: El Ministerio de Agricultura debe liderar un calendario transparente, publicado anualmente, que priorice la cosecha local antes de autorizar importaciones.

2. Infraestructura de acopio: Invertir en centros refrigerados para almacenar cebolla y ajo, reduciendo pérdidas postcosecha y estabilizando precios.

3. Financiamiento accesible: Ampliar los préstamos a tasa cero del Banco Agrícola para que pequeños productores accedan a semillas y fertilizantes de calidad.

4. Campañas de consumo local: Promover la cebolla y el ajo dominicanos en supermercados con etiquetas de origen, como se ha hecho con el arroz.

5. Rescate del ajo: Implementar programas específicos, como los de Constanza, para recuperar la producción con variedades competitivas.

La cebolla y el ajo no son solo ingredientes; son parte de nuestra identidad. Sin embargo, al importar lo que podemos producir, condenamos a nuestros agricultores a la ruina y entregamos nuestra soberanía alimentaria. Es hora de actuar: que el Estado, los supermercados y los consumidores prioricemos lo nuestro. Cada cebolla y cada ajo local que compremos es un paso hacia la recuperación de nuestros campos y el orgullo de nuestra mesa.
EP.

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