Para una lectura política comprensiva sobre los resultados electorales del II Congreso Elector Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo.
Por Juan Carlos Espinal.
Para apreciar las transiciones pacíficas del poder en tiempos de ingobernabilidad democrática deberíamos comprender lo que para muchos observadores de la oposición política dominicana significan las divisiones históricas del PRSC, PRD y PLD, qué ante todo resultaron en una transición pacífica de poder hacia la construcción de nuevas convergencias bipartidistas, fenómeno que para el gobierno del presidente Luis Abinader ha pasado a ser un ejercicio político aleccionador que todavía está lejos de ser.
En un aspecto importante las elecciones presidenciales del año 2024 fueron como ninguna otra en la historia contemporánea: resultó que algunos líderes políticos ya no sentían que el país presenciaría una transición pacífica de poder desde el presidente en ejercicio Danilo Medina hacia el presidente-electo Luis Abinader.
Muchos en el Congreso Nacional temían que la Reforma Constitucional para habilitar a Danilo Medina permitiría la continuidad del PLD, provocaría disturbios y saqueos a gran escala y conduciría a los propietarios de comercios a proteger sus vitrinas y puertas de vidrio con tablas de playwood.
Incluso después que el presidente Luis Abinader aseguró su victoria, – aún cuando ésta podría estar sometida posteriormente a la acusación de robo de votos en algunas provincias-, todavía en 2025 muchos comentaristas de Radio y Televisión se preocupan de que algunos partidarios de Leonel Fernández podrían negarse a aceptar los resultados de la elección.
Mientras que las preocupaciones sobre la situación actual de la economía dominicana pudiese acercarnos a escenarios anteriores de disturbios civiles, vale la pena tomar en serio las protestas callejeras en demanda de mejores servicios públicos, muchas anomalías de corrupción denunciadas por el propio gobierno del PRM, que según la Directora de Ética de la Presidencia Milagros Ortiz Bosch, deberían ser investigadas a profundidad.
En verdad, deberíamos también notar que las transiciones pacíficas de poder en la pos guerra, (1966-1994), se han vuelto más frecuentes.
Aún así, en economías fondomonetaristas dependientes de Washington las transiciones pacíficas de poder están lejos de ser la norma.
Según un análisis publicado por The Economist, en los últimos 100 años, solo alrededor de la mitad de los países de la democracia representativa lograron incluso una sola transición de poder libre de golpes, guerras civiles o crisis constitucionales.
La buena noticia es que una vez que un país logra asegurar un cambio pacífico de gobierno, la práctica suele volverse establecida a través del tiempo y genera un ímpetu positivo para que se den las transferencias pacíficas de poder de manera contínua.
Consideremos una perspectiva histórica de largo plazo. A lo largo de gran parte de la existencia de la democracia representativa 1966-1994, la autoridad política tradicionalmente cambiaba de manos mediante el uso de la presión social, el injerencismo del Departamento de Estado de los Estados Unidos o el uso de la fuerza.
En el siglo XIX muchas veces se asesinaban a los presidentes antecesores, incluso matando a familiares cercanos de los funcionarios removidos, o derrotaban al gobernante anterior en una guerra civil.
Desafortunadamente, la tendencia a largo plazo de la democratización se ha revertido recientemente, – y por primera vez-, desde el inicio del gobierno del presidente Abinader, mediante la guerra económica.
Mientras que las preocupaciones políticas acerca de los disturbios civiles valen la pena ser tomadas en serio, y muchas supuestas anomalías de la elección presidencial deberían ser investigadas a profundidad, deberíamos también notar que las transiciones pacíficas de poder, —alguna vez algo extraño—, se han vuelto más frecuentes.
Aún así, en América Latina y el Caribe las transferencias pacíficas de poder están lejos de ser la norma.
De todos modos, el hecho de que la tendencia mediante la cual las transiciones pacíficas de poder se volvieron más comunes alrededor del mundo todavía no son algo normal en todas partes, está relacionada con el auge global de la democracia neoliberal.
Ese sistema de gobierno es mucho más ineficaz para producir cambios pacíficos de régimen que los sistemas políticos constitucionalizados.
Entre otros beneficios, el proceso interno del II Congreso Elector Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo provee un medio para que los opositores del actual régimen neoliberal tomen el control sin que se derrame sangre.
Al reemplazar los planes de endeudamiento acelerado con estrategias de campaña judicializando opositores y a los competidores perseguirlos instrumentando consultores políticos, la democracia neoliberal en funcionamiento reemplaza la fuerza letal por la persuasión pacífica.
Afortunadamente, la tendencia a largo plazo de la democratización de pos guerra se ha revertido recientemente, —y por primera vez-, desde el inicio del gobierno mediante las urnas.
A nivel de la región caribeña, la democratización está lejos de ser la norma, incluso en la historia moderna.
Incluso una vez que un país establece una tradición de transferencias pacíficas de poder, no hay garantías constitucionales de que la tradición continuará.
El intenso proselitismo electoral impide a la comunidad democrática mantenerse a sí misma a pesar de los inevitables conflictos internos.
Conforme Fuerza del Pueblo aborda el resultado de la elección interna, sus militantes deberían tener esto en cuenta.
Una tradición de transiciones pacíficas de poder debe ser apreciada y protegida mediante un esfuerzo consciente, o, en cambio indica que las transiciones pacíficas de poder mediante las urnas son algo valioso que todavía está lejos de ser la norma.
Estas últimas 2 elecciones internas para elegir las Direcciones Central y Política en Fuerza del Pueblo fueron como ninguna otra en la historia política contemporánea en un aspecto importante: algunos ya no sentían que el país presenciaría una transición pacífica de poder desde el presidente en ejercicio que informó que no va hacia el posible presidente-electo.
Consideremos el período de tumultos del gobierno del presidente Hipólito Mejía 2000-2004 que implicó una transición política particularmente problemática.
Si puede tómese un momento para reflexionar acerca del destino del gobierno del presidente Antonio Guzmán 1978-1982 luego del triunfo electoral de Salvador Jorge Blanco 1982-1986.
No deberíamos obviar qué los líderes históricos José Francisco Peña Gómez, Jacobo Majluta Azar, Hatuey Decamos y Hugo Tolentino Dipp alertaron durante años sobre la división en el PRD antes de que sus propios dirigentes los expulsaran.
El presidente Luis Abinader está claro en eso.
Sabe de antemano que el presidente Antonio Guzmán gobernó hasta que él y sus colaboradores se dieron cuenta de que al final de su mandato no contaban con el apoyo del PRD.
Tras el suicidio del presidente Antonio Guzmán, Jacobo Majluta brevemente condujo al gobierno hasta que ya nuevamente quedaba claro el retorno de Joaquín Balaguer.
El presidente Antonio Guzmán fue abandonado por sus propios funcionarios.
Meses luego de haber dejado el poder, el siguiente presidente Salvador Jorge Blanco también sería traicionado por sus funcionarios.
¿Notamos algún patrón histórico- político similar con el presidente Abinader?
El próximo presidente de la República sabe que algunas versiones de la historia se ejecutan a partir del ciclo histórico Bipartidista.
Eventualmente los presidentes son víctimas de cospiraciones.
En los partidos políticos sus sucesores usualmente suelen reunirse con la oposición buscando un fin inoportuno.
Los reportes históricos de los conflictos políticos sugieren que, o el presidente de turno en transición cometió algún delito o cayó en desgracia, en parte por diatribas de sus rivales políticos. O incluso sus propios funcionarios los delatan.
El próximo presidente de la República, Leonel Fernández, también en su momento fue desestimado por su propia gente.
La transición política desde la crisis de la democracia representativa actual hacia un traspaso de poder de un gobierno a otro posteriormente sirve como un ejemplo extremo que muchas veces se presenta como un período relativamente pacífico.
Pero la transición desde un gobierno del PRM hacia uno encabezado por La Fuerza del Pueblo sigue siendo una convergencia electoral que alguna vez en el pasado fue algo normal.
La tendencia histórica mediante la cual las transiciones de poder se volvieron más comunes todavía no son algo normal en todos los partidos políticos aún cuando debemos establecer qué éstos fenómenos están relacionados con el auge global de las convergencias representativas.
Se debería advertir qué el sistema de gobierno representativo es mucho menos eficaz para producir cambios pacíficos de gobiernos que los de las democracias constitucionalizadas.
Entre otros beneficios, el Congreso Elector Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo provee a la Fuerza del Pueblo un medio para que los opositores internos del actual gobierno tomen control del PRM sin que haya división.
Al reemplazar los planes del presidente Abinader por las estrategias de campaña de los funcionarios-aspirantes los consultores políticos saben que en una democracia liberal con baja legitimidad democrática, el funcionamiento del presupuesto nacional reemplaza la fuerza electoral del oficialismo con la persuasión pacífica.
Desafortunadamente, la tendencia a largo plazo de la democratización se ha revertido recientemente, y por primera vez, desde el inicio del segundo período de gobierno del presidente Abinader, la democracia nuevamente se ha reducido en número.
Casi todos los estudios de satisfacción con la democracia representativa ahora clasifican al gobierno del presidente Abinader como un retroceso.
Cuando está se define con rigurosidad el puntaje alcanza el más bajo Índice de Democracia Electoral.
En algunos casos, los análisis de opinión pública reportan el auge de una forma de populismo detrás de este supuesto cambio.
En estas etapas históricas de crisis estructurales las transiciones pacíficas de gobierno mediante las urnas nunca deberían darse por sentado.
A nivel global, están lejos de ser la norma, incluso en la historia moderna. Incluso, como ya antes advertimos, una vez que un país establece una tradición de transferencias pacíficas de poder, no hay garantías de que la tradición continuará.
En su carta de despedida Abinader se precipitó en la primera impresión, hablando acerca de los peligros de la política que giran en torno a la lucha intensa entre los grupos económicos del PRM.
En sus discursos describe el espíritu divisivo como “una dramática cultura que no se extinguirá”, advirtiendo que este momento histórico “demanda una vigilancia uniforme para prevenir que la situación calamitosa del país estalle en llamas, a menos que, en lugar de desestabilizarse debería continuar».
No es algo fácil para un sistema de partidos políticos mantenerse a sí mismo a pesar de los inevitables conflictos internos.
Conforme el gobierno del presidente Abinader aborda el resultado de las elecciones generales del año 2028 sus funcionarios deberían tener esto en cuenta.
Una tradición de transiciones pacíficas de poder debe ser apreciada y protegida mediante un esfuerzo consciente, o, como el Departamento de Estado de Washington en República Dominicana lo viene expresando “con vigilancia, sin violencia y el fiel mantenimiento de la congregación de los intereses nacionales”.

