Jefe del Estado Mayor de EE.UU. viaja a Trinidad y Tobago

El jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Dan Caine, viajó este 25 de noviembre a Trinidad y Tobago para reunirse con la primera ministra Kamla Persad-Bissessar, en un movimiento que refuerza la creciente presencia militar estadounidense en el Caribe en medio de temores regionales por una posible agresión contra Venezuela.

La visita se enmarca en la política de Washington de fortalecer “la estabilidad regional” y coordinar acciones contra las llamadas “organizaciones criminales transnacionales”, aunque en América Latina se interpreta ampliamente como parte de una estrategia de presión militar y geopolítica más amplia.

Este desplazamiento se produce inmediatamente después de la visita de Caine a Puerto Rico, donde sostuvo reuniones con el Comando Sur y confirmó el despliegue masivo de efectivos estadounidenses en el territorio, rechazado por parte de la población boricua.

Allí inspeccionó instalaciones, sostuvo conversaciones con mandos militares y evaluó escenarios operativos en un contexto marcado por el incremento de la actividad militar aérea y naval. En Puerto Rico se acantonó la mayoría de los 10.000 soldados estadounidensesasignados al teatro caribeño, reforzando el carácter de la isla como plataforma central para operaciones del Pentágono.

 

 

La escala previa de Caine envió un mensaje inequívoco: Estados Unidos consolida su infraestructura bélica en la región, mientras considera opciones ofensivas en función de sus intereses estratégicos, como controlar el petróleo y otros recursos.

La agenda de Caine en Trinidad y Tobago continuará esa línea. Según Washington, su encuentro con Persad-Bissessar se enfocará en reforzar la cooperación en seguridad y en el control del tráfico ilícito. Sin embargo, la lectura regional es otra: Estados Unidos busca involucrar a los Gobiernos caribeños en su narrativa militar, especialmente tras haber desplegado el portaaviones USS Gerald R. Ford, intensificado ataques en el Caribe contra embarcaciones acusadas de narcotráfico y escalado su retórica contra Venezuela. Hasta el momento, EE.UU. atacó más de 20 embarcaciones y ejecutó extrajudicialmente a más de 90 personas que iban a bordo.

 

 

Las tensiones aumentan mientras el presidente Donald Trump insiste en acusar sin pruebas al Gobierno del presidente Nicolás Maduro de vínculos con el narcotráfico y mantiene una recompensa de 50 millones de dólares por su captura bajo cargos de “narcoterrorismo”. Todo ello apunta a presentar públicamente a Venezuela como narco Estado y, aunque resulte mentira, fabricar un pretexto para invadirla militarmente.

El presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silvaadvirtió sobre el peligro de esta escalada, señalando que la concentración militar estadounidense cerca de Venezuela amenaza con desestabilizar Sudamérica y puede conducir a un error estratégico similar al que se vivió en el conflicto entre Rusia y Ucrania.

La reciente cancelación de vuelos hacia Caracas por parte de múltiples aerolíneas tras una advertencia de la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA) subraya aún más la creciente tensión regional y la percepción de que una ofensiva estadounidense podría estar en preparación. Esta agencia no tiene soberanía sobre el espacio aéreo venezolano y su mensaje para infundir temor y zozobra se percibe como una participación directa en la guerra psicológica contra Venezuela.

 

 

El rol de Trinidad y Tobago es particularmente sensible por su posición geográfica, su importancia energética y su cercanía inmediata a la patria de Bolívar y Chávez.

Para Washington, robustecer acuerdos de seguridad con Puerto España es clave dentro de su arquitectura militar caribeña. Para la región, en cambio, la visita de Caine es vista como parte de un cerco geopolítico que amenaza la estabilidad regional y aumenta el riesgo de una confrontación directa.

Excomandante de operaciones especiales y figura clave dentro del aparato de seguridad nacional de Trump, Caine se ha convertido en uno de los arquitectos centrales de la política militar estadounidense en su retorno al poder.

Su reputación en el Pentágono está marcada por una visión abiertamente intervencionista y por su cercanía con círculos de inteligencia y fuerzas especiales. Como jefe del Estado Mayor Conjunto, es el encargado de coordinar la nueva estrategia de proyección de fuerza estadounidense en escenarios considerados de “alto valor geopolítico”, entre ellos el Caribe, Ucrania y Oriente Medio. Su presencia constante en los puntos más tensos del mapa —Puerto Rico, Trinidad y Tobago, Ginebra y Abu Dabi— subraya su influencia en la redefinición de la doctrina militar de Washington.
TELESUR

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