Paraíso entre el mar y la montaña
La Habana, 3 abr (Prensa Latina) En uno de sus conocidos Versos sencillos (1891), con la sensibilidad e imantación características de su prosa, José Martí elogia el “manso bullicio” del monte, concede a las montañas el carácter de templo e inclina la frente si se alude al bosque eterno “cuando rompe en él el sol”.
Enemigo del oropel y amante de las esencias, también en esas estrofas de una profundidad que contrasta con lo llano del lenguaje, el Apóstol de Cuba ofrece para la posteridad una confesión que bien podría resumir su temperamento: “El arroyo de la sierra me complace más que el mar”.
Para quienes buscan en su obra literaria y pensamiento político algunas claves que ayuden a desentrañar o afrontar los desafíos del presente, no resultará difícil imaginarlo extasiado en Marea del Portillo, una especie de edén “perdido” entre el mar y la montaña.
Ubicada en la provincia de Granma —al suroeste del oriente cubano—, justo en la confluencia del mar Caribe y el macizo montañoso que conforma la Sierra Maestra, esta localidad esconde maravillas naturales y rincones de incomparable belleza.
Los amaneceres, por ejemplo, suelen resaltar el componente bucólico con esa fragancia que entremezcla el salitre de la costa, la hierba húmeda y el aroma de las flores silvestres, que se esparcen junto a los trillos donde el caminante tiene dos opciones: internarse en el monte en busca de aventuras y espejos de agua o dirigirse a la playa y teñirse de azul. Por si no bastara, contemplar la puesta de sol puede resultar una experiencia inolvidable, cuando el cielo adquiere tonalidades rojizas de encendido fulgor.
Como las lluvias son abundantes por estos parajes durante gran parte del año, los meses óptimos para la visita comprenden la llamada temporada seca (diciembre-abril), cuando los días son soleados, las noches frescas y las precipitaciones escasas.
Divididos entre la pesca y las labores agrícolas, los lugareños suelen ser extremadamente hospitalarios y, sin asomo de vanidad, tampoco esconden el sano orgullo de pertenecer a este remanso privilegiado, donde hasta los más pequeños llevan en su esencia la pureza del mar y la tierra.
Pese a lo recóndito del sitio —bordeando el golfo de Guacanayabo, a unos 100 kilómetros del aeropuerto internacional Sierra Maestra, en la ciudad de Manzanillo—, la espesura verde en armonía con la transparencia de ríos y discretas cascadas, unidos a la majestad de esa serranía que parece ceñirlo todo hasta desembocar en el azul siempre cambiante de las aguas caribeñas, hacen de Marea del Portillo un destino altamente recomendado para espíritus libres como Martí, quienes más que el exotismo persiguen lo genuino.