A Europa ya no le gusta la energía verde

Sergei Savchuk, RIA Novosti.

El mundo occidental ha caído en picado. En su insistencia por derrotar a Rusia a cualquier precio, nuestros adversarios están echando las últimas bazas sobre la mesa geopolítica, incluso se podría decir que se están jugando las cartas de la desesperación.

En su artículo de opinión para el Financial Times británico, el Primer Ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, ofreció, de hecho, abandonar uno de los principales pilares de la propaganda y la economía occidentales. Morawiecki insiste nada más y nada menos que en abandonar todos los programas medioambientales exagerados, olvidarse de la descarbonización y fingir que el calentamiento global no existe.

Como es fácil adivinar, Europa se ve obligada a dar este paso radical, por el que hace seis meses cualquier político del mundo occidental habría sido despedazado por la opinión pública sin piedad, bajo el pretexto de la necesidad de aplastar a Rusia y ponerla en una posición en la que reconozca la absoluta superioridad de la política, la ideología y la economía occidentales y rechace cualquier política exterior soberana.

La agenda verde ya es inútil

Sin embargo, dado que Moscú ni siquiera piensa en suspender la Operación Militar Especial, e incluso ha empezado a restaurar de forma demostrable las infraestructuras de carreteras y viviendas en los territorios liberados, desde Varsovia hasta Londres se hacen llamamientos a apretarse el cinturón y olvidarse de la agenda verde, que ha echado raíces profundas.

En realidad, Morawiecki está invadiendo los símbolos sagrados de Europa. El primer ministro polaco exige, sin ambages, descartar toda la energía verde y recuperar las fuentes de energía tradicionales: petróleo, gas y carbón. Las enormes emisiones de gases de efecto invernadero no son nada comparadas con la seguridad básica de la UE y la posibilidad, como sigue creyendo Bruselas, de privar a Rusia de su sustento.

Aparte del carácter escandaloso de la declaración en su conjunto, hay también un punto sutil, puramente político, entre bastidores.

Polonia tiene una personalidad política muy dudosa en el ámbito interno europeo, siendo, de hecho, un portavoz y un vehículo de los intereses estadounidenses en el Viejo Mundo. Varsovia actúa como un aliado voluntarioso y muy enérgico de Estados Unidos, inyectando paradigmas en la UE, beneficiosos o controvertidos, pero en interés de sus lejanos amigos de ultramar.

El hecho de que Polonia, principal beneficiario de la ayuda financiera de Bruselas, proponga una medida semejante demuestra que la UE se hunde cada vez más en la crisis y que Washington ya no tiene más influencia propagandística y económica sobre el Viejo Continente, donde las facturas de la electricidad y de los alimentos están por las nubes y ya no es posible convencer a la población de que los esperados apagones no son malos ni largos.

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En este caso, el esquema de globos de ensayo también es digno de mención. Se trata de Polonia y el Reino Unido, que parecen tener poco en común, aparte de la rusofobia terminal, lo que les hace destacar incluso sobre el fondo de otros países que no son del todo amigos de Rusia.

Hay que admitir que el algoritmo es elegante.

La propuesta de apagar la vía verde y volver a poner en marcha las centrales de carbón restantes procede del principal productor de carbón de Europa y es difundida por Reino Unido, que ha destinado discretamente decenas de millones de dólares a impulsar la generación con carbón en los últimos dos años. Este año, Londres ha admitido abiertamente que las viejas y humeantes centrales térmicas son la única posibilidad de saltarse el invierno sin un colapso total del sector energético.

En otras palabras, Bruselas sólo tiene que aceptar el statu quo actual, culpar a Rusia de ello, por supuesto, y empezar a prepararse para la temporada de calefacción, haciendo acopio de todos los combustibles posibles, desde el diésel hasta el carbón. Al mismo tiempo, preparar a la población para el peor escenario posible. La agresiva Rusia de Putin tiene la culpa de todo, y ahora a nadie le importa la ecología, hay que entenderlo.

Quemar carbón, remedio de Europa

El hecho de que no se trata de una especulación ociosa nuestra se pone de manifiesto en las fuentes de noticias occidentales.

Por ejemplo, hay un artículo reciente en el Financial Times –que también publicó el encendido discurso de Tadeusz Morawiecki– en donde refiere que los precios de la electricidad en Alemania y Francia se han cuadruplicado en comparación con el año pasado, superando el objetivo de 328 y 366 euros por megavatio hora, respectivamente.

O bien se puede leer a Klaus Müller, director de la Agencia Federal de Redes de Electricidad, Gas y Telecomunicaciones (Bundesnetzagentur) de Alemania, quien advierte que los 15 mil millones de euros que el gobierno ha destinado a la compra de gas natural para la temporada de otoño e invierno, probablemente no serán suficientes para llenar los depósitos de gas subterráneos.

El gobierno de Sholz está estudiando la posibilidad de interrumpir por completo el suministro a través de Nord Stream y, dado que Rusia no ha hecho ninguna declaración en este sentido, se puede concluir que la crisis energética y de relaciones no hará más que empeorar, y en absoluto por culpa de Moscú. Los propios alemanes dicen que el sector energético pide cada vez más dinero, mientras que nadie dice a qué país enviarlo para compensar las importaciones de Rusia.

También es interesante lo que ocurre en el norte del continente. Por un lado, Noruega, que representa una cuarta parte del suministro de gas natural de Europa, se ha comprometido a aumentar fuertemente su producción para sustituir, al menos parcialmente, los suministros rusos. Pero al mismo tiempo los trabajadores de la industria minera local fueron a la huelga, organizada por los sindicatos, exigiendo que los salarios fueran indexados para ajustarse a la inflación récord y a las subidas de precios. Sólo en la zona de responsabilidad de Equinor (compañía estatal noruega de petróleo) se detuvo la producción de hidrocarburos en tres yacimientos de petróleo y gas condensado.

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En este contexto, los futuros del gas en Europa se mantienen obstinadamente en los 1,500 dólares, lo que ciertamente no agrada a Berlín, Viena y París.

Se podría pensar que Polonia no sólo está presionando a favor de los intereses estadounidenses, sino que también trata de ganar dinero con ello, ya que es la principal mina de carbón de Europa, y Varsovia se ha negado durante años a restringir la extracción de este combustible tóxico en todos los sentidos. En 2021, los polacos produjeron 52 millones de toneladas de carbón y 55,2 millones de toneladas de hulla. El problema es que más del 70% de la producción se destina a producir electricidad dentro de la propia Polonia.

Además, incluso con tanta riqueza, los problemas comunes europeos no han pasado de largo para los polacos. Mucho antes de la Operación Militar Especial de Rusia en Ucrania, Varsovia comenzó a aplicar una política absolutamente insensata sobre el tránsito y el suministro de gas ruso, prometiendo cortarlo por completo ya este año.

Recientemente, Polonia ha levantado todas las restricciones sobre la calidad del carbón utilizado para la generación de energía y la calefacción con agua. En términos sencillos, esto significa que las empresas generadoras regionales, para satisfacer las necesidades de la población, pueden quemar carbón de cualquier calidad, ignorando por completo factores como el contenido de cenizas, el rendimiento de materia volátil y el contenido de azufre. Ni siquiera se tendrán en cuenta las quejas de los ecologistas sobre el humo, el hollín y la pestilencia; los tiempos son difíciles en la actualidad, no hay tiempo para los sentimientos.

Europa no se quiere salvar

El texto anterior no menciona a Estados Unidos por una razón. El otro día, las páginas de las publicaciones antirrusas se inundaron con la noticia de que las exportaciones de Gas Natural Licuado (GNL) de Estados Unidos a Europa habían batido otro récord histórico y habían igualado el valor del gas de los gasoductos rusos. Todo esto es cierto, excepto que las entregas de Rusia se han reducido a la mitad y los estadounidenses han llegado al límite de sus capacidades de producción y comercio.

Como saben, el mercado estadounidense de GNL es cien por cien privado y, por sorprendente que parezca, el gobierno puede hacer poco para influir en los escenarios del mercado. Ahora el GNL de ultramar se dirige a Europa porque el mercado local se ha convertido en una prioridad debido a la escasez total, superando los intercambios de Singapur y Shangai en el cambio de siglo.

Dado que la UE planea claramente seguir hundiendo las relaciones con Moscú, se espera una mayor demanda y los correspondientes precios. Pero el otoño y el invierno llegan por igual a Hannover en Alemania y a Lanzhou en China, y ningún especialista se atreve a predecir de quién será la demanda y los precios. Si se impone el mercado asiático, tradicionalmente de mayor capacidad, los cargamentos de GNL de EEUU fluirán igualmente hacia el sur, ignorando el estancamiento de la producción de fertilizantes nitrogenados en Europa.

En definitiva, mientras la Operación Militar Especial en Ucrania sigue su curso aprobado, Europa rompe sus últimos lazos con Rusia, sumergiéndose voluntariamente en una crisis artificial. Nadie puede ayudar a Bruselas; como se dice, si el paciente no quiere vivir, la medicina es impotente.

Fuente: La Gente Radio la Primerísima

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