Abandono en ensanche Simón Bolívar
Las escaleras son estrechas, las pocas que existen. En zonas como la cercana a la contaminada cañada Cristóbal Colón, para descender a las profundidades del ensanche Simón Bolívar, en el Distrito Nacional, hay que trepar a los muros del desagüe, caminar en el borde y observar la escena de aguas nauseabundas, contaminadas por el drenaje pluvial, sanitario y de fábricas.
Claro, hay que andar con cuidado para no caer a ese caudal de desechos ni ser arrastrado a los ductos de doble función, alcantarilla y escondite de delincuentes perseguidos por la Policía. La cañada es una de las nueve en igual estado.
Es abajo pero hay cerros, colmados de casas y de basura. Una paradoja, como el barrio mismo, complejo en sus dos partes, tanto que el dirigente Ramón Antonio de Jesús explica que está fragmentado en doce juntas de vecinos, una la dirige, la del mismo nombre de la barriada. Está arriba.
Aunque no pasa de cinco kilómetros cuadrados, este sector tiene alrededor de 35 mil habitantes, lo que lo convierte en denso.
La mayoría de sus moradores, cerca de un 60 % vive de la informalidad, esto es del chiripeo, la venta callejera de alimentos y la pesca, dada su proximidad al río Ozama, que los rodea, sustenta y está infectado.
El trabajador social Amauris Arias exalta como un logro que poco a poco emergen los microempresarios, entre los que priman los jóvenes.
La labor comunitaria es intensa y sus frutos incluyen la construcción de la Escuela Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, iniciativa del sacerdote Adolfo Casado, de la parroquia homónima, del que la comunidad agradece que incluso empleó recursos de su familia. Luego la ampliaron otros curas, apoyados siempre por los lugareños.
La dirige la profesora Marisol Vidal (Nurys), que clama porque las autoridades ayuden con el encementado del patio y la construcción de más aulas.
Esto reduciría la falta de cupo, pues el vicepresidente de la Asociación de Padres, Madres y Amigos del Politécnico Nuestra Señora del Carmen, Ismael Cayó, indica que solo hay dos centros secundarios, ese y el La Salle y dos básicos, el parroquial, hasta sexto y el Simón Bolívar, a octavo.
La Iglesia Católica anota otra obra, el dispensario Padre Marcilla. Ahora está al frente de la parroquia Modesto Arias Florentino, que el 20 de noviembre celebrará con la congregación los 60 años de trabajo, de tesón y de fe.
Éxito logrado junto a activista como Andrés Matos (Licho). Explica la construcción del plantel, iniciado en 1973. Aprovecharon la designación del embajador en Venezuela, Caonabo Javier Castillo, secretario general del Partido Revolucionario Social Cristiano “el del Machete Verde” para tramitar el permiso con el presidente Joaquín Balaguer.
“Le hablamos al diplomático por el nombre del barrio, que honra al prócer venezolano, le planteó al mandatario y lo aprobó. Además asfaltaron las calles y fue construido el templo, que sustituyó al de madera. Entregaron las obras en 1977. Vino una representación venezolana”, rememora.
H.