Afuera y atrás, cientos de escuelas todavía usan letrinas en zonas rurales

Después de cruzar un río y un arroyo se llega a un pueblo con siete casas en la cima de una montaña de la Sierra de Yamasá. Aquí también hay una escuela con apenas cuatro estudiantes y una profesora.

No hay energía eléctrica ni acueducto. Su acceso es un camino cenagoso por el que el director de la escuela enloda sus botas de caucho y su motocicleta para llegar a su trabajo.

Con todo y sus hermosos paisajes, la tierra fértil y la paz que se respira en esta comunidad llamada La Blanca, la gente la fue abandonando por no encontrar aquí las fuentes para su sustento económico.

Las mujeres jóvenes se fueron y las niñas que quedan son criadas por sus abuelas. Ellas son las últimas cuatro alumnas de la escuela que tiene el mismo nombre que el pueblo y las últimas razones por las que sigue abierta.

El plantel de dos aulas conserva la tarja que le colocaron en la entrada cuando se inauguró, en el gobierno de Antonio Guzmán (1978-1982), como testigo de un pasado en el que se quedó paralizada y en el que era natural que un presidente entregara una escuela con letrinas para docentes y estudiantes. Esas letrinas aún están en uso.

La modernidad del siglo XXI no llegó a La Blanca, a punto de desaparecer, ni a otra escuela, llamada El Coquito, también en la provincia Monte Plata. En esta última hay un baño con inodoro para las hembras y una letrina en el patio de atrás para los varones.

El Ministerio de Educación aquí no invierte de manera directa porque es un centro prestado. Nosotros tenemos que, de los recursos que llegan, traer para acá para trabajar aquí», explica Gregoria Soriano, directora de El Coquito.

La escuela ofrece primaria completa, pero no tiene infraestructura para secundaria. Algunos cursos se imparten en un centro comunal cercano, en condiciones precarias.  Soriano pide al Ministerio de Educación la construcción de un liceo para evitar que los estudiantes tengan que trasladarse a otras comunidades.

El uso de letrinas es mucho más común de lo que se pensaría en estos tiempos de inteligencia artificial y viajes turísticos al espacio. El director de Infraestructura Escolar, Roberto Herrera, ha confesado que 327 centros a nivel nacional todavía las usan.

Estas estructuras son un espacio abierto entre las heces fecales, el hedor y las plagas que emanan de los pozos sépticos, y los estudiantes que reciben docencia.

La Organización Mundial de la Salud y Unicef han indicado que las escuelas sin saneamiento adecuado pueden convertirse en focos de transmisión de enfermedades infecciosas como diarrea, lombrices intestinales y enfermedades de la piel.

Herrera prometió cambiar en medio año el atraso arrastrado por décadas y creó una «Unidad de letrinización» para encargarse del trabajo.

Por lo pronto, construir baños donde ahora hay letrinas no está dentro del plan de mantenimiento y reconstrucción que inició el Ministerio de Educación y que tocará a 1,100 escuelas.

El problema de los baños

Aunque tengan inodoros, muchos baños son lugares «de terror» en las escuelas públicas por la falta de mantenimiento e inversión necesarios para compensar el intenso deterioro que produce su uso.

El centro educativo El Coquito conserva uno con cuatro lavamanos. La escuela El Calvario, en Peralvillo, los tiene obstruidos con zafacones para evitar que sean usados porque no tienen agua y la plomería debajo está rota.

Hace varios años en El Calvario sustituyeron las letrinas por baños, pero no hay acceso a agua.

El descuido

El director de la escuela La Blanca, Catalino Martínez Manzueta, culpa a las autoridades de haber abandonado su zona y empujado a la gente a emigrar. Considera que cerrar el centro educativo sería el tiro de gracia que termine con el pueblo y por eso lucha para mantenerlo con vida.

«Producto del abandono de las autoridades competentes la comunidad emigró. Ellos lo dicen: que si les arreglan el camino vuelven», afirma el profesor.

Para él, esta estructura es como un palacio en un vecindario de madera y zinc, la cual les ha servido para llamar la atención y conseguir pequeñas conquistas.

Una de ellas fue el pozo tubular con el que se abastece la escuela y la población, así como la reparación de la bomba que saca el agua. También lograron hace varios años que les emparejen el camino con una motoniveladora o grédar.

A cinco kilómetros por carretera se ve abandonada la Escuela Primaria Los Almendros, cerrada por falta de estudiantes.

El multigrado

Los recintos educativos en estas comunidades remotas imparten docencia con un sistema multigrado, lo que significa que un maestro trabaja con estudiantes de dos cursos distintos en la misma aula.

En La Blanca, dos alumnas están en sexto de primaria, una en primero y la otra en cuarto. En El Coquito, están juntos primero y segundo, y cuarto y quinto de primaria. Sólo cuentan con aulas individuales tercero y sexto.

Estudian en jornada extendida, aunque sólo el horario es distinto, pues no tienen talleristas ni materiales. Los maestros usan el tiempo extra, hasta las 4:00 de la tarde, para reforzar las asignaturas ordinarias.

DL

 

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