Al borde de la disolución: la neurosis en occidente al romperse el dique
Alastair Crooke.
Ilustración: A occidente no le gusta…OTL.
El discurso de la escalada militar está de moda en Europa, pero tanto en Oriente Próximo como en Ucrania, la política occidental se encuentra en serios apuros.
Lo paradójico es que el Equipo Biden –de forma totalmente inadvertida– está pariendo el nacimiento de un «nuevo mundo». Lo está haciendo a fuerza de su cruda oposición al parto. Cuanto más se oponen las élites occidentales al parto -mediante la «salvación del sionismo«, la «salvación de la Ucrania europea» y el aplastamiento de la disidencia-, más aceleran perversamente el hundimiento del Leviatán.
No obstante, el doble abrazo de despedida del presidente Xi al presidente Putin tras su cumbre del 16-17 de mayo selló el nacimiento; incluso el New York Times, con su habitual autosuficiencia, calificó el cálido abrazo de Xi de «desafío a Occidente«.
La raíz de la inminente disolución proviene precisamente de la deficiencia que el titular del NY Times resume en su despectiva etiqueta del cambio sísmico como un mero antioccidentalismo.
Refleja la miopía de no querer ver ni oír lo que se tiene tan a la vista: Si fuera simplemente «antioccidental» -nada más que la negación de la negación-, la crítica tendría cierta justificación. Sin embargo, no es una mera antítesis.
Más bien, la declaración conjunta de China y Rusia, de casi 8.000 palabras, evoca las propias leyes elementales de la naturaleza al esbozar la usurpación por Occidente de los principios fundamentales de humanidad, realidad y orden, una crítica que enloquece al Occidente colectivo.
David Brooks, el autor estadounidense que acuñó el término BoBos (burguesía bohemia, es decir, los metro-élites) para trazar el ascenso del wokeismo, afirma ahora que el «liberalismo» (sea lo que sea lo que eso signifique hoy) «está enfermo» y en retirada. El zeitgeist «liberal» clásicose asentaba sobre una base de compromisos y obligaciones morales que preceden a la elección: nuestras obligaciones con nuestras familias, con nuestras comunidades y naciones, con nuestros antepasados y descendientes, con Dios o con algún conjunto de verdades trascendentes.
Tiende a lo tibio y poco inspirador, dice Brooks;
Evita las grandes preguntas como: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es el significado de todo esto? Más bien alimenta las suaves virtudes burguesas, como la bondad y la decencia, pero no, como permite Lefebvre, algunas de las virtudes más elevadas, como la valentía, la lealtad, la piedad y el amor abnegado.
Para ser claros, Brooks, en otro artículo, argumenta que, al poner tanto énfasis en la elección individual, el liberalismo puro atenúa los vínculos sociales: En un ethos puramente liberal, una pregunta invisible acecha tras cada relación: ¿Es esta persona buena para mí? Todo vínculo social se vuelve temporal y contingente. Cuando las sociedades se vuelven liberales hasta el final, descuidan (como cita Brooks) la verdad fundamental de Victor Frankl de que «la búsqueda de sentido del hombre es la motivación principal de su vida».
Por tanto, la declaración conjunta Xi-Putin no es sólo un plan de trabajo detallado para el futuro de los BRICS (aunque sí es un plan de trabajo muy completo para la cumbre de los BRICS de octubre). Rusia y China han presentado más bien una visión dinámica de principios concretos como pilares de una nueva sociedad en el futuro post-occidental.
Jugando directamente con las fuentes primordiales de significado que son más profundas que las preferencias individuales -la fe, la familia, el suelo y la bandera-, Rusia y China han recogido el testigo y han retomado el manto del Movimiento de Países No Alineados de Bandung promoviendo el derecho de autodeterminación nacional y el fin de sistemas de explotación centenarios.
Sin embargo, ¿cómo y por qué puede decirse que Occidente está acelerandosu propia disolución?
El NY Times da la clave del «por qué«: La vieja obsesión «anglosajona» con una Rusia desafiante a la que Occidente nunca ha podido doblegar a su voluntad. Y ahora, Rusia y China han firmado una declaración conjunta algo similar a la amistad «sin límites» declarada en febrero de 2022, pero que va más allá.
En ella describen su relación como
superior a las alianzas políticas y militares de la época de la Guerra Fría». La amistad entre los dos Estados no tiene límites, no hay áreas ‘prohibidas’ de cooperación…
Dicho claramente, esto rompe la antigua regla occidental de triangulación: Estados Unidos debe apoyar a uno, Rusia o China, contra el otro; pero nunca se debe permitir que China y Rusia se unan contra Estados Unidos. Esta doctrina ha sido santificada en la ‘ley canónica’occidental desde la época de Mackinder en el siglo XIX.
Sin embargo, ese «dos contra uno» es precisamente lo que el Equipo Biden ha «hecho» inadvertidamente.
¿Cuál es entonces el «cómo«?
El problema con las soluciones occidentales a cualquier problema geopolítico es que invariablemente comprenden más de lo mismo.
La combinación de este profundo desdén por Rusia -subsumido en el temor subyacente a Rusia como competidor geoestratégico putativo- invita a Occidente a repetir el mismo enfoque de triangulación, sin reflexionar debidamente sobre si las circunstancias han cambiado o no. Este es el caso aquí y ahora, lo que supone un riesgo «claro y presente» de escalada no intencionada y perjudicial: Una perspectiva que podría dar lugar a lo que Occidente más teme: una pérdida de control que lleve al sistema a una caída libre.
El error:
Ray McGovern, antiguo informador presidencial de EEUU, ha relatado cómocuando
Biden asumió el cargo en 2021, sus asesores le aseguraron que podría aprovechar el miedo (sic) de Rusia a China -y abrir una brecha entre ellos. Esto representa la ‘madre de todos los errores’ de juicio, porque provoca las circunstancias en las que el ‘Orden’ occidental puede disolverse.
Esta [presunción de debilidad rusa] quedó vergonzosamente clara cuando Biden dijo a Putin durante su cumbre de Ginebra… permíteme una pregunta retórica: ‘Tienes una frontera de varios miles de kilómetros con China. China pretende ser la economía más poderosa del mundo y el ejército más grande y poderoso del mundo’.
McGovern observa que esta reunión proporcionó a Putin una clara confirmación de que Biden y sus asesores estaban estancados en una valoración lamentablemente anticuada de las relaciones entre Rusia y China.
He aquí la extraña forma en que Biden describió su planteamiento a Putin sobre China: En el aeropuerto, tras la cumbre, los ayudantes de Biden hicieron todo lo posible por subirlo al avión, pero no consiguieron impedir que compartiera más «sabiduría» sobre China: «Rusia se encuentra en una situación muy, muy difícil en estos momentos. China les está presionando».
Sí: ¡Más de lo mismo! Biden intentaba, aconsejado por sus expertos, introducir la omnipresente «cuña» occidental entre Rusia y una «GRAN» China.
Tras estas declaraciones, Putin y Xi pasaron el resto de 2021 intentando desengañar a Biden de la memez del «apretón de China«: Este esfuerzo mutuo culminó en la cumbre de amistad «sin límites» Xi-Putin de ese año. Sin embargo, si los asesores hubieran prestado atención, habrían enhebrado una larga historia de acercamiento ruso-chino. Pero no, estaban ideológicamente congelados en la opinión de que ambos estaban destinados a ser enemigos eternos.
Redoblar el error. La cosa empeora:
Después, en una conversación telefónicadel 30 de diciembre de 2021, Biden aseguró a Putin que «Washington no tenía intención de desplegar armas de ataque ofensivo en Ucrania». Sin embargo, el Ministro de Asuntos Exteriores Lavrov ha revelado que, cuando se reunió con Blinken en Ginebra en enero de 2022, el Secretario de Estado estadounidense fingió que no había oído hablar del compromiso de Biden con Putin el 30 de diciembre de 2021. Más bien, Blinken insistió en que los misiles estadounidenses de alcance medio podían desplegarse en Ucrania, y que Estados Unidos podría estar dispuesto a considerar la posibilidad de limitar su número.
Empeorar un error atroz
En agosto de 2019, cuando Estados Unidos se retiró del tratado que prohibía los misiles de alcance intermedio en Europa, ya había desplegado misiles en Rumania y Polonia (diciendo que su propósito era ostensiblemente «defenderse de Irán»). Sin embargo, los tubos instalados están configurados deliberadamente para alojar misiles balísticos, de crucero y equipados con cabezas nucleares; pero aquí está el problema: no es posible determinar qué misil está cargado, ya que los tubos tienen tapas. El tiempo necesario para que estos misiles lleguen a Moscú sería de 9 minutos desde Polonia, y de 10 desde Rumania.
Pero si, como amenazó Blinken, se instalaran misiles en Ucrania, se reduciría a sólo 7 minutos (y si se tratara de un misil hipersónico, que Estados Unidos aún no posee, sería de sólo 2-3 minutos).
Para que quede claro, ésta (es decir, Ucrania) es la guerra existencial de Rusia, que luchará cueste lo que cueste. Pekín es plenamente consciente de lo mucho que está en juego para Rusia (y, en última instancia, también para China)
Las consecuencias de confiar en las «mismas tácticas una y otra vez» (amenazas y presiones).
El 18 de mayo en Moscú, tras la última cumbre Xi-Putin -como señala MK Bhadrakumar- Lavrov predijo una escalada de los suministros occidentales de armas a Ucrania, reflejando no sólo la necesidad electoral de Biden de ser visto «enfrentándose a Rusia«, sino también la realidad de que «la fase aguda de la confrontación político-militar con Occidente» continuará, en «pleno apogeo«.
Los procesos de pensamiento occidentales, dijo Lavrov, están virando peligrosamente hacia «los contornos de la formación de una alianza militar europea, con un componente nuclear». Lavrov lamentó que
hayan optado por un enfrentamiento en el campo de batalla: Estamos preparados para ello«. «El plan de infligir a Rusia una derrota estratégica, militar o de otro tipo, es pura fantasía y será resueltamente contrarrestado.
La insuficiencia militar europea explica, presumiblemente, la discutida idea de añadir un componente nuclear.
Dicho claramente, con EEUU incapaz de salir o de moderar su determinación de preservar su hegemonía, Lavrov ve la perspectiva de un aumento de la provisión de armas occidentales para Ucrania. El discurso de la escalada militar está de moda en Europa (de eso no cabe duda); pero tanto en Oriente Próximo como en Ucrania, la política occidental está en serios apuros.
Deben existir dudas sobre si Occidente tiene la voluntad política, o la unidad interna, para seguir este curso agresivo. Tradicionalmente, las guerras de arrastre no se consideran «favorables a los votantes» cuando la campaña alcanza su punto álgido.
Traducción nuestra
*Alastair Crooke, es un exdiplomático británico y es el fundador y director del Foro de Conflictos con sede en Beirut, una organización que aboga por el compromiso entre el Islam político y Occidente.
Fuente original: Strategic Culture Foundation