América Latina y el Caribe: ¿De la desdolarización al la multipolaridad?

Por Juan Carlos Espinal.

En la América Latina y el Caribe pos COVID19, las contra revoluciones capitalistas han cambiado el viejo orden social, cambiado el rostro de las instituciones políticas, transformado las estructuras sociales, desmitificado los antiguos liderazgos, derrumbado las actividades económicas y han llevado al colapso el estado de derecho.

El hundimiento de la utopía neoliberal experimenta una serie de rebeliones históricas que se convierten en violencia política, militarización, judicialización golpes de estado y Revolución.

La movilización popular de los trabajadores implica que el estado liberal comienza a desmoronarse.

Las insurrecciones neoliberales son la expresión final de la descomposición política, la convulsión de la separación de poderes en el estado liberal y de la creencia de que el hombre común tiene derecho a cambiar su medio, y que no solo posee la capacidad, sino además tiene el derecho de hacerlo.

La violencia estructural de la composición social y política del neoliberalismo se utiliza para evitar la nuevas formas de producir el cambio social, político y económico.

La Revolución social es el dominio consciente del hombre común sobre las instituciones liberales en general.

En el capitalismo, la transformación revolucionaria implica la extensión de la conciencia social a los nuevos actores para impulsar su participación en la política.

Esa revolución implica el desarrollo de nuevas técnicas para promover el cambio radical en la sociedad.

La esencia de la Revolución política en el neoliberalismo consiste en la expansión de la conciencia social a una velocidad suficiente que permita la existencia de la democratización en el seno de las instituciones liberales.

Sin tal ruptura con el viejo orden no hay revolución.

La Revolución social implica la creación de un nuevo orden político.

Una revolución plena sugiere la construcción de nuevas instituciones vinculadas a la rápida secuencia de los cambios globales.

En COVID-19, la contra Revolución neoliberal se aceleró desde arriba para derrumbar las instituciones políticas del antiguo sistema liberal, que a su vez han terminado con el derrocamiento del viejo orden.

La secuencia de los golpes de estado en los estados neoliberales muestran una tendencia fundamental hacia la destrucción del orden político.

Las causas y las consecuencias de una revolución social y política se concentran casi siempre en las brechas económicas existentes.

La transformación política en el neoliberalismo comienza con un repentino reconocimiento de que el estado y los partidos políticos tradicionales ya no existen.

Empieza sencillamente cuando desaparecen las condiciones sicológicas y materiales que permitían la participación política.

Cuando la Revolución se comienza a gestar los grupos sociales luchan entre sí por el control del poder.

La caída de la democracia representativa inicia con las divisiones políticas a seguida de la ausencia de autoridad pública.

Las revoluciones son la combinación de antiguos vacíos de poder, discrepancias entre el mandante y los mandados, el inmovilismo de los trabajadores y la intervención en la política de nuevas fuerzas sociales.

Si no existen grupos sociales y políticos conscientes dispuestos a profundizar las contradicciones la reacción libero- conservadora sustituye los poderes públicos por la judicialización de los partidos para evitar la aparición del fenómeno revolucionario.

Por razones tácticas e ideológicas los pensadores revolucionarios ensanchan la participación política, atraen nuevos actores sociales y acrecientan la influencia del poder popular.

Con la quiebra de las instituciones nacionales, distintos grupos de poder económico y político han logrado cooptar y socializar el monopolio del orden establecido con cierta ventaja natural frente a sus rivales.

De ahí que la Revolución social se haga más radical en la medida en que las clases medias y los trabajadores son lanzados a la balanza política.

Este proceso conduce a la redefinición de la comunidad política y crea los cimientos para un nuevo orden social.

En la actualidad, la caída simbólica o real del liderazgo de pos guerra 1966-2020 puede tener fecha vencida.

Estos periodos de distopías constitucionales señalan el comienzo de un largo proceso revolucionario y la movilización de nuevos grupos en política.

En la medida que la división de las antiguas élites, quienes luchan por el monopolio del poder se materializa, la dinámica social lleva a convocar a los colectivos más amplios del pueblo.

A la larga, la ilegitimidad democratica derrumba el vacío de autoridad existente.

Y es preciso derribarlo.

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