Brasil: Reflexiones urgentes sobre los resultados electorales

Fernando Esteche

Bolsonaro obtuvo 5 millones de votos más respecto de la primera vuelta electoral. Es decir, ante la inminencia de su derrota 5 millones más de brasileños que no lo habían votado, lo votaron.

Lula consiguió, a pesar de la complejísima arquitectura de alianzas que desarrolló, 2 millones más de votos que le permitieron sostener su mínima ventaja para consagrarse ganador electoral.

En San Pablo y Rio de Janeiro el presidente electo perdió. En Minas Gerais se dio un empate técnico. Los 3.300.000 votos que logró sacar de diferencia en Bahía, son los que le dan la posibilidad de ganar.

Por una diferencia de menos de 2 millones de votos Lula logra imponerse a Bolsonaro sobre 123 millones de votos.

Esas son las cuentas. Esos son los fríos números que esconden una dramática trama de tensiones, frustraciones, violencia, sueños, expectativas, persecuciones y resistencias del pueblo brasileño, de sus dirigentes, y de sus herramientas políticas.

Lo cierto es que Brasil ha quedado partido en dos en cuanto a proyectos políticos. Lo dijo Lula en su discurso de consagración; se enfrentaron dos proyectos y los dos fueron votados por la mitad de la población, número mas numero menos.

Brasil ha consolidado una derecha pentecostal y pretoriana, con un amasijo ideológico que podríamos definir como fascismo social tomando la definición de Boaventura de Souza Santos. (No es este artículo donde ensayaremos definir ese fenómeno).

Además de consolidarse como fuerza demo-liberal, se consolida como fuerza política, y lo más grave es que retiene el consenso y el poder en los estados más importantes y más ricos, más poderosos, del país. Lo mismo la articulación parlamentaria que hace años llamábamos 3B (por aquello de Buey, Bala y Biblia como alianza social e ideológica de los sectores más reaccionarios), luego de la primera vuelta electoral ha construido mayoría parlamentaria condicionando cualquier maniobra gubernamental que necesite del acuerdo parlamentario del nuevo gobierno.

Lula consiguió, 2 millones más de votos que le permitieron sostener su mínima ventaja para consagrarse ganador electoral.
El escenario que queda plasmado es un territorio donde hay condiciones para librar una batalla de guerra híbrida, de desestabilización y de secesionismo. Una derecha firme y bestial que enfrenta no una izquierda con los mismos atributos sino una alianza electoral híbrida que articula intereses contrapuestos.

El Bolsonarismo tiene por delante unos meses hasta la asunción del presidente electo para crear escenarios impensables en cuanto a cuál será su conducta respecto a la integración territorial y al respeto institucional.

La alianza de Lula para poder acceder a la presidencia y para construir gobernabilidad lo ha comprometido con amplios sectores que nada tienen de distributivitas ni de populares. Su propio candidato a vicepresidente (que por otra parte no pudo aportar lo que se esperaba de él en San Pablo) es un hombre del empresariado que parece un émulo de Temer, aquel que impulsó la destitución de Dilma Roussef.

Esa alianza es la que nos ofrecen como receta mágica desde las usinas progresistas, nos dicen que aprendamos de Lula, es un camino que los argentinos ya recorrimos, eso de “la unidad hasta que duela”. Otros celebran porque esperan que Lula venga a hacer a la región lo que nosotros o aun otros pueblos y sus gobiernos no son capaces de hacer.

El establishment globalista celebra el aparente ocaso de Bolsonaro, no olvidemos que el actual presidente brasileño es un ferviente aliado del trumpismo. El discurso sugestivamente leído, en cuanto a los emblocamientos internacionales fue contundente sobre el concepto de Gobernanza Global. En el discurso consagrotorio cuando Lula habla de política internacional no menciona no casualmente UNASUR, o CELAC, o MERCOSUR. Habrá que ver de qué manera Brasil vuelve al mundo tal y como rquieren los globalistas y los propios intereses de Brasil.

El pretendido virrey de un imperio que ya no existe, José Luis Rodríguez Zapatero, persiste en su vocación injerencista y orientadora sobre la conformación democrática en nuestra región y se lo presenta desde los medios como el gran garante, un hombre con nada de poder en su propio país que viene a la región y opina sobre la calidad democrática pero sobretodo preanuncia el rol que según él y sus patrones tiene que tener Lula; debe ser el ordenador del progresismo regional en su tránsito armonioso de alineación semiautomática con el globalismo, con su política exterior, y cargar sobre sus espaldas que el injerencismo se reduzca a la producción de democracias tuteladas, espantando las influencias, tan pretenciosas, extra-continentales, en honor al bicentenario del monroísmo.

Tenemos derecho a celebrar. Tenemos derecho a ponderar la revancha de un hombre que fue preso. Lo que no tenemos derecho es a, una vez pasada la celebración, hacernos los distraídos con las graves condiciones que se consolidan en nuestra región.

No nos engañemos, Lula no viene a hacer lo q no hizo Alberto Fernández, ni hace Boric ni puede hacer AMLO. Tampoco viene a hacer lo que hizo ya en Brasil porque el mundo ha cambiado y está en permanente transformación, y Lula también, y Brasil también.

Hay una evidencia irrebatible, y es que los pueblos siguen intentando combatir el neoliberalismo, y que esto lo hacen con rebeliones y luchas, pero también y evidentemente desde los encolumnamientos electorales. Que las dirigencias no ponderen y honren esta voluntad popular es otra cuestión. No perdamos de vista ese dato histórico que nos ofrece la lucha de Chile, de Argentina, de México, de Bolivia, de Colombia, de Perú y las resistencias de pueblo y gobierno nica y venezolano, entre tantos e interminables pueblos.

Vamos a afirmar nuestro optimismo histórico. Lo mismo que afirmamos nuestra responsabilidad militante e intelectual de no pretender que los procesos de transformación son obras de hombres o mujeres extraordinarios; al contrario, son siempre obra de los Pueblos, sin el acompañamiento y el protagonismo del Pueblo nada grande se puede lograr.

Notas:

Fernando Esteche es director de PIA Global.

 

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