De fin de año y actitudes en estos tiempos

César Pérez.

Expresiones absurdas de los miedos que produce la idea de que se acaban los tiempos son esas sectas dirigidas por demagogos que arrastran al suicidio colectivo a muchos de sus integrantes y a propagación de absurdas teorías conspiracioncitas y negacionistas de toda suerte.

Los fines de año, sin importar pueblos y/o cultura, es el período que mayor diversidad de sentimientos produce. En ese momento coinciden, se solapan y hasta contraponen las expresiones de alegría, esperanza, solidaridad, deseos de estar juntos a familiares, amigos, compañeros etc., sin que falten las metas, los temores e incertidumbres sobre el nuevo tiempo que imaginamos se inicia, máxime si de la llegada de un nuevo siglo se trata. La discusión sobre el significado del tiempo es tan vieja como el tiempo mismo, pero es evidente que, si bien este tema tiene un origen religioso, hoy día los temores sobre el futuro apuntan hacia signos de los tiempos muy concretos. A ojos vista.

Cierto es que, en Occidente, los fines de año se celebran con el fin manifiesto de júbilo y fervor religioso, pero con un fin latente, pagano, de hacerlo fiestas que refuercen las relaciones familiares, de amistad y de vida comunitaria en sentido lato, produciendo un embrujo temporal, contagioso y hasta reconfortante, real o percibido, que refuerza el sentido imaginado de pertenencia y de fraternidad comunitaria y personales. Digo imaginado, porque estas fiestas, como todas las fiestas, para su celebración requieren recursos tanto material, como humanos. Y, por tanto, en ellos se hacen más evidentes las diferencias sociales, porque durante feriados, 24, 25 de diciembre y 1 de enero, millones de seres humanos hacen diversas labores de servicios, incluyendo domésticos, para posibilitar el disfrute de otros.

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