Dominicanos sufren redadas del ICE en Puerto Rico

Desde el pasado 26 de enero, cuando se llevó a cabo la primera redada migratoriaen Puerto Rico, las calles de San Juan se sienten más silenciosas y casi vacías, debido a que la población inmigrante, mayoritariamente de origen dominicano, se ha recluido en sus casas y busca llamar la atención lo menos posible, para evitar ser detenida o deportada.

«Estamos tristes porque se están llevando a nuestra gente», dijo un inmigrante de origen dominicano ante la insistencia de la periodista de El País, que documentó el impacto social de las redadas migratorias ordenadas por el presidente Donald Trump en Puerto Rico, especialmente en la población inmigrante proveniente de República Dominicana.

En pocos meses, la isla pasó de ser un espacio en el que los indocumentados —que pueden abrir cuentas bancarias y sacar licencias de conducir especiales— podían andar sin miedo, a tener que observar sobre el hombro o a través de las ventanas para advertir la llegada de los agentes de inmigración y eludir el arresto.

Meses de redadas de inmigraciónordenadas por la Administración Trumphan silenciado este vecindario, donde el miedo a acabar detenido o deportado es atroz», dice el reportaje del diario español sobre el Barrio Obrero, el primer destino de las redadas migratorias y el corazón de la comunidad dominicana en Puerto Rico.

«Esta es una ciudad sitiada, no se sabe cuándo van a venir y te van a arrestar, a veces sin orden judicial ni explicación. Es algo espantoso», dice al medio Nilka Marrero, reverenda de la Iglesia Metodista de San Pablo, que junto a un grupo de voluntarios reúne alimentos y prepara bolsas para llevarlas hasta los hogares de los inmigrantes que han decidido no salir de casa, incluso para ir al supermercado.

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