Luka Doncic es algo más
En una época en donde la velocidad y el poder gobiernan en la NBA, identificar un jugador diferente, de virtudes opuestas a las que el status quo ha impuesto, es relativamente fácil.
Doncic es de esos jugadores que rompen con lo establecido imponiendo su visceral inteligencia en un deporte que muchas veces prefiere al músculo sobre la neurona. Ya fue víctima de esa discriminación cuando llegó a la NBA. Suns, Kings y Hawks, equipos que lo despreciaron en el draft del 2018, coincidieron en sus aberrantes conclusiones de que se trataba de un jugador lento para la liga, con tendencia a subir de peso, de pobres movimientos y con tiro de larga distancia por debajo del promedio.
Jamás se fijaron en las condiciones cognitivas de un Doncic de talento prematuro que durante su etapa de crecimiento y formación como jugador, tanto en Eslovenia como en España, dio señales de que pertenecía a esa clase élite que coloca la sabiduría por delante de la espectacularidad. Doncic es un revolucionario del baloncesto, un tipo sin lugar fijo, aunque el scouting report lo juzgue como un point guard que también hace las veces de shooting guard. Él va allá. Rompe los esquemas. Su físico y su intelecto para interpretar este juego le han dado la oportunidad para ser lo que él entienda que necesita ser de acuerdo a la situación del partido.
Un todo en uno. Un todoterreno con similitudes a un Larry Bird en cuanto a la parsimonia y ejecución precisa, a un Magic Johnson en la visión periférica para encontrar siempre los espacios y al compañero libre de marcaje, y a un Michael Jordan por la frialdad y calma exhibidas en los segundos finales de definición. No exagero. Doncic reúne todo eso porque ha desarrollado una habilidad cognitiva con unos eslabones por encima del promedio de los jugadores de la liga, por eso suele hacer fácil lo difícil, porque su cerebro parece tener una velocidad superior para identificar y procesar un cúmulo de informaciones que se dan durante situaciones de juego que le hacen tomar decisiones más acertadas que la mayoría de sus oponentes, por eso es tan efectivo en ese juego estático que Jason Kidd ha diseñado en la ofensiva de los Mavericks en donde Doncic tiene la absoluta libertad para determinar su situación posicional, no importa si le toca postear y chocar, jugar sin el balón para construir situaciones de alto porcentaje de acierto para un compañero, o jugar de frente al aro en distancias largas desde donde suele ejecutar ese lento y elegante movimiento que lo ha convertido en el francotirador que es.
Por todo ese arsenal es que realiza con facilidad espantosa la difícil tarea de los ‘triples-dobles’. Es un gusto ver jugar a Doncic, una fiel muestra de la perfecta combinación de ojos y cerebro para ejecutar el baloncesto inteligente que marca diferencias.