El apocalipsis nuclear

Elshad Mirbashiroglu y Nilufar N. Mammadova.

 

Ilustración: OTL

 

Un llamamiento a una diplomacia renovada basada en el respeto mutuo por el bien común mundial y la adhesión al derecho internacional.

La inminencia del apocalipsis nuclear en el planeta Tierra nunca ha estado tan cerca desde la Crisis de los Misiles de Cuba en 1962. Es evidente que la humanidad está viviendo de nuevo una época extremadamente peligrosa. A pesar del alarmante aumento del uso global del término «guerra nuclear», con el telón de fondo de los recientes acontecimientos en la geopolítica mundial, vemos una constante escalada en lugar de una desescalada en las principales áreas de conflicto en las que están implicadas potencias nucleares.

 

Entre ellas se incluyen la guerra por poderes en Ucrania, el exterminio de civiles palestinos en Gaza[1] desde el 7 de octubre de 2023, que tiene muchas probabilidades de desembocar en una guerra regional total en Oriente Medio, y una posible guerra entre EEUU y China por Taiwán.[2]

 

Antes de proseguir con el análisis, es importante señalar que este artículo no pretende proyectar un imperativo moral sobre las partes beligerantes implicadas en una confrontación militar directa o indirecta en esta compleja era geopolítica, dado que los imperativos morales suelen quedar relegados a un segundo plano en la visión realista de la política mundial. En su lugar, insta a una diplomacia renovada basada en el respeto mutuo por el bien común global y la adhesión al derecho internacional, que nosotros, como miembros de la comunidad global, necesitamos con más urgencia que nunca.

 

Ahora la pregunta clave es ¿cómo hemos llegado tan imprudentemente al borde del precipicio?

A menudo, las causas se ocultan mientras que los efectos son visibles. Pero no en esta situación, que contradice la narrativa dominante que se promueve implacablemente en Occidente. En un análisis crítico de la geopolítica mundial desde el final de la Guerra Fría, resulta evidente que la crisis actual no surgió únicamente tras la guerra entre Rusia y Ucrania, de forma similar a la situación en Gaza, que no empezó el 7 de octubre. Sin embargo, la posibilidad de una guerra nuclear se vislumbra mayor en este momento concreto desde el inicio de la guerra por poderes en Ucrania contra Rusia, después de que EEUU y sus aliados occidentales hayan autorizado el uso de armas[3] que proporcionaron a Ucrania para atacar territorio ruso.

 

En respuesta a esto, Rusia ha advertido de «graves consecuencias» si las armas occidentales alcanzan Rusia,[4] recordando a Occidente la doctrina nuclear rusa[5] La amenaza en sí es alarmante, por no hablar del posible uso de armas nucleares. Lo que es igualmente preocupante es que la situación se tome a la ligera en el establishment de la política exterior occidental. No se trata de un farol ni de retórica nuclear vacía, contrariamente a la percepción dominante en Occidente.

Otra pregunta crucial en el análisis es ¿por qué involucrarse en este tipo de arriesgado juego al borde del abismo con Rusia?

Principalmente, hay dos razones. El bloque occidental liderado por EEUU se ha dado cuenta de que se enfrenta a pérdidas tanto militares como económicas. Su guerra contra Rusia utilizando Ucrania ha sido un fracaso. Aparte de reconocer el fracaso de toda la empresa bélica en Ucrania, Occidente cree erróneamente que sólo tiene una alternativa: la escalada. Dicho de otro modo, cuanto más lucha Occidente en Ucrania, más intenta escalar la situación.

También es crucial preguntarse por qué el reconocimiento de la derrota está tan rotundamente fuera de la mesa. Aunque puede haber varias razones para no aceptar el fracaso de este proyecto bélico en Ucrania, dos motivos destacan como la principal razón de ser de su escalada. La primera gira en torno a las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde admitir la derrota podría suponer probablemente una derrota para el Partido Demócrata. La segunda razón se refiere a la reputación de la OTAN, que vuelve a encontrarse en una situación precaria, con consecuencias potencialmente importantes para la Alianza.

 

También hay que señalar el papel de los medios de comunicación manipuladores en este intento de escalada, que ha sido significativo y sigue siendo provocador, por lo tanto contraproducente. Por ejemplo, un artículo con una postura favorable a la guerra,[13] titulado «Si gana Putin, esperad el peor genocidio desde el Holocausto», no refleja la realidad ni habla de conciencia, normas morales y valores. Lamentablemente, este tipo de artículos completamente alejados de la realidad abundan hoy en día, presionando a favor de una mayor implicación en enfrentamientos, conflictos y guerras. Otro artículo,[14] escrito de forma similar, lleva el título: «China prosperará si ayuda a enfrentarse a Rusia: Marles», en medio de la percepción occidental de China como una amenaza más.

 

Si se observa el panorama en su conjunto, se descubre que la ideología de confrontación imbuida de un doble rasero va más allá del periodismo de pacotilla. Esta corriente de conciencia envuelve a personas de diferentes ámbitos de la vida. Por ejemplo, Robin Brooks, investigador principal de la Brookings Institution y economista, escribe en su perfil X: «… La única forma de detener esto es un cambio de régimen en Moscú. Una vez que Putin se haya ido, Alemania podrá volver a comprar gas ruso»[15] Otro ejemplo es el de la embajadora de EEUU en el Reino Unido, Jane Hartley, que en una de sus entrevistas[16] afirmó: «Putin no se detendrá en Ucrania», lo cual es un argumento profundamente infundado.

 

El presidente Putin nunca ha expresado su interés en la conquista de la totalidad de Ucrania, y mucho menos en la conquista de Europa Oriental u Occidental[17]. A pesar de carecer de toda base fáctica, abundan en Occidente numerosos ejemplos de este tipo de desinformación. Otra afirmación de naturaleza similar procede de Robert D. Blackwill, investigador principal de política exterior estadounidense en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR) y antiguo diplomático estadounidense.

 

En su reciente artículo,[18] hace las siguientes afirmaciones: «Un dictador ruso pretende derrocar el sistema de seguridad europeo que trajo paz y prosperidad al continente durante muchas décadas. La guerra de Gaza demuestra el fracaso de las sucesivas administraciones estadounidenses a la hora de enfrentarse eficazmente a las ambiciones hegemónicas de Irán.» Tales declaraciones invitan a escrutar la lógica por varios motivos, lo que lleva principalmente a la pregunta, entre otras muchas: ¿Se refiere esto al mismo sistema de seguridad europeo en virtud del cual la OTAN bombardeó Yugoslavia?

de génesis de la gran estrategia estadounidense, concretamente desde la época posterior a la Guerra Fría hasta la actualidad.

 

En cuanto a la unipolaridad, ya es evidente que el orden político-económico mundial está pasando rápidamente de una estructura unipolar centrada en EEUU a un orden mundial multipolar y multilateral. De hecho, se cree que la era de la supremacía de Estados Unidos tras el final de la Guerra Fría ya ha terminado. Este punto de inflexión en el orden mundial es fundamental, y sustenta esencialmente la segunda razón del incesante belicismo de Occidente, liderado por EEUU. En consecuencia, el mundo se encuentra envuelto en enfrentamientos cada vez mayores y siempre presentes, impulsados por un imperio occidental peligrosamente debilitado y decidido a dar un golpe de timón definitivo para preservar su supremacía y dominio mundiales.

Este impulso queda ejemplificado principalmente por la escalada de tensiones en Ucrania[27], envuelta en una psicosis política impulsada por la perenne inducción al poder y la codicia, indicativa de hasta dónde llegará el Occidente dirigido por Estados Unidos para mantener su influencia y afirmar sus intereses. Así, incluso oímos a Boris Johnson, ex primer ministro del Reino Unido, decir explícitamente: «¡Porque si Ucrania cae, será un desastre para Occidente! Esto pondrá fin a la hegemonía de Occidente. Y no tendremos a nadie a quien culpar sino a nosotros mismos»[28].

 

Este punto de inflexión en el orden político-económico mundial también implica directamente a la OTAN en la ecuación de nuestro análisis, ya que las alianzas y la cooperación militar se convierten en factores cada vez más significativos para navegar por el cambiante panorama geopolítico.

 

LA OTAN: ¿Paz, seguridad y libertad?

Reliquia de la época de la Guerra Fría, fundada en 1949, la OTAN celebró su 75th aniversario el 4 de abrilth de este año. Establecida originalmente por sólo doce estados, liderados por EEUU, desde entonces ha seguido una política expansionista acompañada de un militarismo desenfrenado a lo largo de los años, y ahora cuenta con una alianza de 32 estados miembros.

 

También cabe señalar que la OTAN ha añadido 16 Estados miembros desde la disolución de la Unión Soviética, a pesar de que el Secretario de Estado estadounidense James Baker aseguró al primer ministro soviético Mijail Gorbachov en una reunión celebrada el 9 de febrero de 1990 que la OTAN no se extendería «ni una pulgada hacia el este», como revelan los documentos[29] publicados por el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington.

 

La intención de incorporar a Georgia y Ucrania a la OTAN como parte de su estrategia de expansión hacia el este fue la gota que colmó el vaso en las ya tensas relaciones entre EEUU y Rusia, lo que sirve de origen a la crisis que finalmente desembocó en la guerra entre Rusia y Ucrania. Como tal, la guerra fue efectivamente provocada, a lo largo de los años, contrariamente a la narrativa dominante en Occidente[30].

 

Lo que es más sombrío es que, tras causar todo el daño y la destrucción en Ucrania, las aspiraciones de ingresar en la OTAN no han dado ningún resultado hasta ahora y es poco probable que lo den en el futuro. La razón principal de esta conclusión se encuentra en una de las declaraciones: «Ucrania debe ganar primero la guerra contra Rusia para entrar en la OTAN». Esta afirmación la han hecho no sólo el jefe de la OTAN, Jens Stoltenberg[31], y el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby[32], sino también el propio Zelenskyy[33].

Llamamiento urgente a una diplomacia renovada

Un espectro recorre el mundo mientras presenciamos cómo se hace historia una vez más. La magnitud de la amenaza es primordial, ya que el mundo centrado en Occidente, impulsado por el predominio estadounidense posterior a la Guerra Fría, está siendo sustituido en el orden político-económico mundial. Naturalmente, el proceso de cambio es doloroso y caótico, lo que recuerda la cita de Antonio Gramsci que dice: «El viejo mundo está muriendo. El nuevo tarda en aparecer». Y en esta mezcla de luz y oscuridad nacen los monstruos».

En el análisis crítico e imparcial de la geopolítica mundial actual, es fácil ver que esos monstruos están ansiosos por acercarnos a un punto sin retorno, otra guerra mundial. A diferencia de ciertos grupos, los habitantes medios de este planeta no necesitan otra guerra mundial, que podría derivar instantáneamente en un conflicto nuclear. En realidad, ya estamos al borde de un Armagedón nuclear. En este preciso momento de la historia, el tablero político mundial nunca ha sido tan intratable.

La cuestión primordial a la que nos enfrentamos ahora es cómo podemos establecer la paz[37] y la seguridad común en el mundo para el bienestar y los intereses colectivos de la comunidad global, requisitos previos esenciales para el progreso socioeconómico. Aunque esta pregunta puede suscitar respuestas diversas, un punto crucial a considerar es el significativo declive de la diplomacia durante un largo periodo. Como tal, existe una necesidad urgente de renovar la diplomacia para abordar con inteligencia la lucha mundial en curso.

 

Para alcanzar este fin, deberíamos plantearnos seriamente cómo impedir que siga existiendo la amoralidad en la política internacional, a menudo justificada bajo el disfraz del llamado «orden internacional basado en normas», que corresponde a la perspectiva tucydideana. Otra práctica que debemos dejar atrás es la guerra cognitiva promulgada a través de la propaganda, que permite cambios drásticos en la opinión pública.

 

También es hora de disolver cualquier alianza y agrupación militar que perpetúe la necesidad de un enemigo, provocando constantemente enfrentamientos y escaladas en todo el mundo. Ya hemos pasado por suficientes sucesos de Cisne Negro -acontecimientos impredecibles y de gran impacto-, sucesos inducidos por aventurerismos de diversa naturaleza. Debe haber un esfuerzo concertado y genuino para abordar este creciente desafío mediante una diplomacia hábil, siempre que todas las partes actúen en interés colectivo, no sólo en interés de unos pocos. Es urgente y es factible

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