El ocaso de la era de las superpotencias

Misión Verdad.

Imagen: Instituto Tricontinental de Investigación Social.

Es una realidad que Estados Unidos se enfrenta al hecho de que no es la superpotencia que solía ser. Pero está resuelto a frenar el ascenso de su competidor más cercano: China. Obviamente usará todo el sistema bajo su control, principalmente las finanzas y la economía, para evitarlo.


En las actuales circunstancias resulta difícil prever el rumbo que tomará el mundo y, sobre todo, cuáles serán las dinámicas que determinarán el sistema político y económico posterior al orden internacional que se impuso en la posguerra y que está al borde del colapso. Sin embargo, un informe del reconocido think tank Club Valdai, con sede en Moscú, podría resultar predictivo en tanto que lleva el pulso del panorama reciente y sistematiza los hechos más relevantes que definieron la actual realidad.

En ese sentido el informe de octubre de 2022 «Un mundo sin superpoderes«, cuyos autores son Oleg Barabanov, Timofei Bordachev, Yaroslav Lissovolik, Fyodor Lukyanov, Andrei Sushentsov e Ivan Timofeev, ya deja atisbar en el título la norma por venir, aunque por ahora sea prematuro llegar a alguna conclusión estable.

EL ORIGEN

El think tank señala que el sistema internacional que sucedió a la Segunda Guerra Mundial naturalizó la existencia de superpotencias como su sello distintivo. Fueron estas las que, en su afán por demostrar músculo, buscaron la manera de «controlar el resto del mundo, directa o indirectamente, a través de instituciones, reglas y dinero, y para establecer estándares básicos de comportamiento para ellos».

La segunda mitad del siglo XX estuvo marcada por la confrontación entre dos superpotencias: Estados Unidos y la Unión Soviética, que proporcionaron a sus respectivas zonas y esferas de influencia fondos para que pudieran avanzar en la dirección que aquellas querían. Sin embargo, tras la disolución del bloque soviético en 1991, el país angloamericano asumió el monopolio como única fuerza existente que venía a liderar el «orden mundial liberal».

Desde entonces se creó una red de instituciones que, bajo la apariencia del universalismo, afianzó el poder de la única superpotencia. Casualmente el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la ONU operan desde suelo estadounidense. Con la creación de infraestructura política y económica se reemplazó el viejo modelo de equilibrio de poder signado por el músculo militar y nuclear.

El Club Valdai señala que lo que caracteriza las superpotencias es el cúmulo de países que forman parte de su entorno, bien sea porque demandan sus servicios o porque buscan aliarse a ellas para sobrevivir en un entorno internacional caótico. No obstante, esta subordinación no es voluntaria, se aplican un conjunto de herramientas imperiales que no deja otras opciones.

CON RUSIA EL JUEGO CAMBIÓ

La influencia de Estados Unidos y sus aliados europeos para hacer lo que quisieran parecía no tener límites. El orbe estaba acostumbrado a eso hasta que, en febrero de 2022, Rusia optó por descartar los beneficios de la «paz global», según la lógica occidental, y «se convirtió en la primera gran potencia que actuó bajo sus propios intereses».

Las consecuencias han sido devastadoras para el país euroasiático, pero también sirvieron para encender las alarmas sobre el futuro de los recursos financieros de todos los países en bancos internacionales. Las reservas de oro y moneda extranjera de Rusia fueron bloqueadas y, con ello, se vio el alcance del poder económico de Estados Unidos como hegemón. ¿Se tomarán medidas para proteger sus activos financieros?

Es en este punto donde el think tank ruso señala el uso del dólar como elemento vital para imponer la razón imperial en las últimas décadas. Sin embargo, su uso como reserva clave del mundo está en juego.

«Los países que valoran su independencia en política exterior se enfrentan a la pregunta de dónde exactamente y en qué forma deben almacenar el excedente de sus recursos», señala el informe, al tiempo que argumenta sobre la búsqueda de alternativas al sistema financiero global como una vía de erosión a su despotismo.

VOCES CONTRA EL MONOPOLIO

En la década de 1990, tras el fin del bloque socialista y la permanencia de Estados Unidos como única superpotencia, se pregonó la eficiencia, la competencia abierta, las reglas económicas racionales, la transparencia de las empresas, la sostenibilidad y las posiciones avanzadas de las economías occidentales como la panacea del momento, eslóganes que servían a manera de contraposición al fracaso del polo que desaparecía.

Todo resultó mentira y, apenas una década después, la economía mundial comenzó a enfrentar crisis cada vez más agudas con epicentros alternativos en Estados Unidos y Europa.

En este contexto las naciones periféricas, que ya venían registrando un gran desarrollo económico y humano, intensificaron sus esfuerzos para no dejarse arrastrar por la vorágine provocada por los países más avanzados. ¿Cómo? Creando mecanismos de asistencia mutua entre los países del Sur Global.

El club deja claro que la debacle económica fue creada en el núcleo del sistema de la superpotencia imperante. La crisis hipotecaria de 2008 fue un cataclismo Made in USA que arrastró a otros países, sobre todos a los más débiles de su órbita. Le siguió la crisis de la deuda soberana de los países europeos.

Asimismo, destaca que las empresas estadounidenses y de Europa Occidental controlaban casi todos los sistemas de pago. Los veredictos sobre el riesgo de una inversión en activos de mercado fueron aprobados sólo por tres agencias de clasificación occidentales. La monopolización de segmentos enteros de la economía mundial y la falta de alternativas producían incertidumbre en todo el sistema.

Si bien el antiguo modelo de globalización está obsoleto, la economía a duras penas seguirá funcionando. Pero ya nada será como antes y es probable que surjan nuevas estructuras económicas. Del pasado reciente aprenderán que la dependencia mutua no es tan conveniente porque en estos tiempos de bloqueo y «sanciones» resulta más riesgo que oportunidad. Por otra parte, las actuales circunstancias requieren de más horizontalidad y democracia a la hora de tomar decisiones económicas que incidan sobre muchos.

 

Aún no se conoce el impacto real de la Operación Militar Rusa en Ucrania, pero ciertamente adelantó el declive del presente modelo de relaciones internacionales. El think tank expone que esto puede notarse en la incapacidad que tienen Estados Unidos y sus aliados para mantener su influencia mundial. Al mismo tiempo, las potencialidades de los países en desarrollo crecen gracias a sus propios logros o a la aparición de fuentes alternativas. Muchos sienten que no vale la pena seguir siendo obedientes si eso no contribuye a resolver sus problemas internos.

Entre los países en ascenso se consolida la autoconciencia a nivel estatal y la democratización de las relaciones internacionales, algo impensable hace treinta años. Todo parece indicar que el orbe se encuentra en una transición entre el «mundo de los imperios» y el «mundo de Estados».

Las actuales circunstancias hacen que sea imposible el sostenimiento de un imperio, y esto va más allá del colapso del estadounidense. Mantener el dominio ante tantas voces emergentes implica una mayor neurosis para atender todos los frentes que surjan como posible amenaza.

El club Valdai señala que, aun si se normalizan las relaciones comerciales entre Occidente y Rusia, es inevitable la reconstrucción fundamental del sistema internacional sobre los nuevos cimientos.

«¿Qué pasa después? ¿Será el empobrecimiento masivo de una parte importante de la humanidad que no pudo seguir avanzando en circunstancias tan desfavorables? ¿Construir nuevos imperios a partir de los Estados que hasta ahora han permanecido soberanos? ¿O desarrollar un nuevo formato de interacción en el ámbito internacional?», son preguntas generadoras que se hace.

Con ello apunta al papel importante que han jugado potencias medianas como Brasil, Indonesia, Pakistán, Arabia Saudita, Sudáfrica, Corea del Sur, Turquía, Uzbekistán, Vietnam y muchas otras más en la democratización de la política internacional, por lo que se han convertido en el centro de las miradas de Washington, Moscú y Pekín.

«PAZ FRÍA»

Sobre el actual conflicto en Europa señala que no será determinante para el mundo, pero ciertamente sí influirá en la manera de tomar decisiones de gran envergadura en ese sentido.

En cuanto a la configuración de las fuerzas, el gasto y la responsabilidad que amerita el movimiento de tropas, manifiestan que lo indicado es la «coexistencia pacífica» o una «paz fría».

Quedó demostrado que la guerra en Ucrania va más allá de una conflicto territorial y del pulso por quién dominará de ahora en adelante la escena geopolítica global. Cómo se constituirán las nuevas forma de gobernar y cuánto durarán son preguntas que se hace el club Valdai, cambios que quizás no se vean tan rápido pero que son inevitables.

Sobre la percepción de la sociedad ante los actuales conflictos, señala que conviene fijarse en el contraste entre sociedades «heroicas» y «posheroicas». Los que se formaron en un período de hegemonía relativamente tranquilo (aplicable para los países desarrollados), bajo preceptos de modernidad y consumo, se encuentran en la evidente condición «posheroica».

EL FIN Y EL PRINCIPIO

Sin embargo, el fin de la hegemonía y el regreso de la guerra como una nueva realidad internacional afectará emocionalmente a muchos, ya que su comodidad individual habitual será perturbada y no habrá zona de confort posible.

«Los futuros mecanismos de gobernanza internacional no pueden estar determinados por una base común de ideas y valores», señala, al tiempo que afirma que «ya no hay lugar para la confrontación ideológica en la nueva era que se avecina», ya que el interés no es demostrar que hay unos mejores que otros sino sobrevivir en el entorno.

Es una realidad que Estados Unidos se enfrenta al hecho de que no es la superpotencia que solía ser. Pero está resuelto a frenar el ascenso de su competidor más cercano: China. Obviamente usará todo el sistema bajo su control, principalmente las finanzas y la economía, para evitarlo.

Pero eso no es lo más importante. En primer lugar a China no le interesa asumirse como imperio sustituto, y en segundo —más importante— la política global se ha configurado de tal manera que los países no aceptarán el dominio de nadie más.

Lo que viene puede estar orientado hacia un sistema mucho más basado en agrupaciones regionales. La pandemia y la guerra en Ucrania dejaron en relieve el valor de asociarse con quien se tiene proximidad geográfica.

«Confiar en la interacción regional y crear comunidades espaciales puede resolver los problemas de desarrollo de los países pequeños y medianos que no tienen suficientes recursos propios para el desarrollo», argumenta el club Valdai. El desafío más urgente a superar es la dependencia al sistema financiero basado en el dólar. No obstante, no un asunto imposible de subsanar, ya existen algunas alternativas.

Un mundo sin superpotencias necesitará un sistema de autorregulación, lo que conlleva mucha mayor libertad de acción y responsabilidad por tales acciones. Con eso, eventualmente se podrá pasar de la fase de colapso total a la siguiente etapa que es la creación.

El nacimiento de un nuevo orden mundial naturalmente implica la hostilidad por parte de quien se siente amenazado de ser sobrepasado y desplazado. Con todo, es inevitable que surjan otras formas de relación impulsadas por las propias demandas colectivas, que exigen procesos más armónicos y responsables de organización institucional, en diversas escalas geopolíticas.


Fuente: Misión Verdad

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