«La tasa AROPE debería ser 5,5 puntos porcentuales más baja, es decir, para cumplir proporcionalmente el objetivo, 2,6 millones de personas tendrían que haber salido de la pobreza y/o la exclusión social», escriben en su estudio de 2024 sobre el estado de la pobreza los especialistas de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES).
De resultas, España supera ya en este indicador económico a Grecia, el país que ocupaba el primer puesto desde 2015, cuando Eurostat comenzó a incluir en sus cálculos esta variable. ¿A qué se debe esta paradoja, esta especie de trastorno bipolar de la economía española?
En opinión de
Iván H. Ayala, profesor del área de Economía Aplicada en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (URJC), la paradoja es aún mayor, pues las medidas aplicadas por el Gobierno para afrontar las sucesivas crisis desde 2020 «son
políticas de mantenimiento de rentas» que aunque incrementaron el déficit y la deuda, gracias a ellas se logró «en buena medida» atajar la situación.
«Pero esto no significa que las cosas vayan mejor. La tasa AROPE se ha incrementado y tiene que ver fundamentalmente con ciertos elementos característicos del mercado laboral español, del sistema educativo y del estado del bienestar», explica a Sputnik.
Desempleo y baja calidad del empleo
El empleo que se crea atañe a sectores de bajo valor añadido (hostelería, ocio, comercio), distinguidos por los bajos salarios. Y con un sueldo bajo, el golpe de la inflación acumulada (mayor que la subida del salario mínimo) es todavía mayor. En otras palabras, en España se puede tener trabajo y ser pobre. De resultas, el empleo creado no palía la pobreza.
Se estima que hasta un 16% de los trabajadores españoles se halla en esta situación (un 11% de media en la eurozona). El elevado nivel de desempleo, una característica estructural y sempiterna del mercado laboral español, es otra de las causas. La tasa de paro española es la mayor de toda la UE: raya el 12%. Entre los parados, el 63% está en riesgo de pobreza. Y como hay tantos (2,9 millones), la estadística se infla.
«España presenta una baja intensidad del mercado de trabajo y esa es una de las fuentes para generar pobreza», explica Iván H. Ayala, que sostiene que el paro es históricamente tan alto en el país porque las políticas macroeconómicas se dirigen «fundamentalmente al mantenimiento del equilibrio de las cuentas públicas» y no a reducirlo.
«Y esto nos limita la capacidad fiscal. Tenemos una menor tasa de empleo femenino, una menor tasa de empleo juvenil, una mayor tasa de desempleo entre los mayores de 55 años. Esto hace que España tenga un mayor índice de desempleo estructural que la UE y, por ende, una mayor tasa de pobreza asociada», afirma Ayala.
Por otra parte, la inflación en España (3,6% actualmente) ya obró en 2023 que el 21% de la población no pudiera permitirse mantener su hogar a una temperatura adecuada (pobreza energética) y que el 6,4%
no pudiera comer carne o pescado al menos dos días a la semana, otro aspecto que mide el indicador AROPE. El encarecimiento de hipotecas y
alquileres de vivienda, es otro foco de los problemas.
Un estado del bienestar insuficiente
El esfuerzo público no contiene los riesgos con la misma intensidad en las distintas franjas de edad. Por ejemplo, el nivel de pobreza entre los pensionistas es solo del 17%, incluso mejor que la media de los jubilados en la eurozona (18%). Sin embargo, la franja de edad más vulnerable es la de los menores.
«El problema afecta sobre todo a jóvenes y a familias monoparentales», destaca Iván H. Ayala, que basa en la pobreza infantil y en la situación de este tipo de familias, el incremento del índice AROPE. Y también detecta aquí un «desarrollo insuficiente» del estado del bienestar. «Tenemos una de las prestaciones por hijos a cargo más bajas de toda la UE y, por tanto, una de las tasas de pobreza en familias monoparentales más elevada», añade.
Casi un tercio de los menores de edad está al borde de la pobreza o la exclusión social, 10 puntos más que en el conjunto de los países del euro. Aparte del drama humano, el crecimiento económico futuro del país queda comprometido, porque sus carencias afectan
negativamente a su formación y educación.
En opinión de Iván H. Ayala, el sistema educativo y el fracaso escolar es otro elemento que contribuye a generar pobreza.
«Tenemos uno de los mayores índices de jóvenes sin estudios ni empleo, lo cual genera pobreza juvenil y menor inserción en el mercado de trabajo», afirma, convencido de que tener «el mayor índice de desempleo juvenil de Europa» conlleva un nivel de pobreza infantil y juvenil «comparable a los de Rumanía».
En España, hasta el 13% de la población con estudios superiores (universitarios o de ciclo superior de Formación Profesional) se halla en riesgo de pobreza. Solo Estonia y Lituania presentan un dato peor al respecto. Esto se debe a que algunas especialidades apenas tienen salida laboral, por lo que los egresados acaban aceptando empleos mal remunerados o, directamente, engrosando las filas del paro.