Estabilidad económica, medio ambiente y el ordenamiento territorial, impostergable.

Por Ángel Gomera.

 

Nuestra bella y amada República Dominicana, es una tierra bendita que emerge con esperanza desde las entrañas de los mares, con encantos y atractivos ecológicos que deslumbran en sus diferentes puntos cardinales. A esta beldad divina, se le denomina madre de las tierras, por sus cualidades únicas y paradisíacas.

A todo lo anterior, se le agrega a esta heredad otro plus, como bondad a resaltar y ponderar; el hecho de que en los últimos tiempos ha exhibido un notable y sólido crecimiento económico, provocando esto, que como país nos hayamos convertidos en unas de las economías de mayor crecimiento en América Latina y el Caribe durante la última década.

Pero claro, la pandemia y otros factores externos que nos han tocado con furor y de manera imprevista como al resto del mundo, han impactado significativamente esos avances positivos.

Otro fenómeno externo que ha conmocionado a la economía dominicana y los mercados globales, es el que se deriva de los impactos de la guerra entre Rusia y Ucrania, ya que ha contribuido a elevar de forma significativa los precios internacionales de algunas de las materias primas más importantes que se comercian a nivel mundial como petróleo, cereales, grasas comestibles e insumos para fertilizantes; y de las cuales como país dependemos cerca de un 100% de las importaciones.

La consecuencia final de todo lo descrito anteriormente ha sido para todos sin excepción, ya que ha acontecido una reducción amenazante del bienestar social y la paz tanto en economías emergentes o en vías de desarrollo, como en los países industrializados.

Nuestra intención con lo precedente no es solo sumergirnos en resaltar las cualidades naturales que poseemos; ni tampoco imbuirnos en un análisis cabal de nuestro panorama económico; ni tampoco estudiar el fenómeno del impacto de la guerra en nuestra nación; de ninguna manera.

Lo que sí creemos propicio y oportuno alertar, es que partiendo de esas condiciones naturales maravillosas que nos adorna y de la imagen económica positiva que hemos construido ante la comunidad internacional; debemos entonces activarnos a evitar, que ese camino de desarrollo económico y sostenibilidad ambiental sea eclipsado o se diluya en el mañana próximo.

 

Es por ello que debemos ser precavidos, no solo en cuanto al manejo de las variables macroeconómicas, sino también en cuanto al significado nodal que tiene el turismo como pilar trascendente de ese crecimiento económico que se hace notar a nuestro favor en el ámbito internacional.

A la sazón, es pues la necesidad y obligación que tenemos como Estado de prestarle atención a un fenómeno interno que sumado a los demás desafíos actuales que hemos hechos alusión anteriormente, se podría convertir este ingrediente en un cóctel molotov, que incida en destronar el escenario de conquistas y avances que hemos alcanzado hasta el momento.

A lo que nos referimos precedentemente, es al serio problema que ocasiona la falta de ordenamiento territorial en el país, el cual trae consigo trastornos y descontrol social, político y económico.

Pero, ¿qué es el ordenamiento territorial?

Es el conjunto de acciones transversales del Estado que tienen como cometido visualizar, comprender, gestionar e implementar una ocupación ordenada y un uso sostenible del territorio, ajustadas a criterios de las tomas de las mejores decisiones.

Estas acciones políticas administrativas y de planificación física en el territorio; las cuales cuentan con soporte técnico, regulan y promocionan la localización de la población, el desarrollo de todas las actividades económicas y sociales, de forma que se logre un desarrollo sostenible que prevea las potencialidades y limitaciones existentes por los criterios ambientales, económicos, socioculturales, institucionales y geopolíticos.

¿Por qué debemos prestarle sumo interés al ordenamiento territorial y uso de suelo?

Porque entendemos que nuestro desarrollo económico, social y político dependerá en la medida en que evitemos el caos en el territorio y el uso de suelo; es decir que se priorice de manera efectiva como políticas de Estado, una adecuada gestión de los asentamientos humanos, de la protección, cuidado y preservación del medio ambiente; y un enfoque cualificado y equilibrado de la competitividad y cohesión territorial.

En ese sentido plantea el experto en esa materia Ángel Massiris Cabeza, Doctor en Geografía y Profesor de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, que este proceso requiere decisión política, asesoría técnica y asignación presupuestaria, con la finalidad de “organizar, armonizar y administrar la ocupación y uso del espacio, de modo que éstos contribuyan al desarrollo humano ecológicamente sostenible, espacialmente armónico y socialmente justo.

Añade, además que en estos procesos confluyen las políticas ambientales, las políticas de desarrollo regional, espacial o territorial y las políticas de desarrollo social y cultural, cuya naturaleza es determinada por el modelo de desarrollo económico dominante en cada país”.

¿Qué se observa como comportamientos inadecuados y desafiantes por la ausencia de políticas orientadas al ordenamiento territorial y uso de suelo?

En las actuales circunstancias observamos con preocupación, la atomización o crecimiento caótico de los territorios.

Esto se puede apreciar en el hecho de cómo las áreas urbanas siguen creciendo de forma no planificada y desordenada, con escasa conectividad y falta de servicios públicos; mientras tanto las áreas rurales se están despoblando, y estas constantes migraciones generan incremento peligroso de cordones de miserias o sectores vulnerables y propensos a desastres por fenómenos atmosféricos.

Nos entristece observar que, en los entornos de las cañadas, de los ríos, de las carreteras recientemente construidas y hasta las áreas protegidas, son ocupadas e invadidas con cierta facilidad y permisibilidad.

Asimismo, es muy lamentable que, debido a la falta de planificación territorial, se continúen conformando espacios habitacionales, en terrenos con vocación agrícola sin el debido criterio científico.

En cuanto al medio ambiente, vemos como gran parte de los problemas ambientales y las dificultades en el manejo sostenible de los recursos naturales, por ejemplo: la degradación del potencial hídrico y del suelo, la deforestación para conuquismo y ganadería, la destrucción de los ecosistemas, la contaminación del aire y del agua, la acumulación de desechos sólidos y los asentamientos humanos inadecuados, son parte de las consecuencias por la ausencia de políticas orientadas a dar uso adecuado al territorio.

Entonces ¿Qué hacer como Estado?

Debemos cumplir sin postergación ninguna con el mandato de la Constitución de la República en su Título IX, relativo al Ordenamiento Territorial y la Administración Local, en el artículo 194, que establece como “prioridad del Estado la formulación y ejecución mediante ley de un plan de ordenamiento territorial que asegure el uso eficiente y sostenible de los recursos naturales de la nación, acorde con la necesidad de adaptación al cambio climático”.

Estamos conscientes, que tenemos en existencia un marco normativo e institucional que consagra de manera “tenue” la planificación del territorio; pero el mismo es muy disperso, sin mucha visibilidad y con escasas aplicación e implementación; lo cual pone en estado de dificultad y rezago la puesta en marcha de acciones sistematizadas en el contexto local y nacional.

Es por ello que nos sumamos a las voces que claman por la necesaria aprobación de la Ley de Ordenamiento Territorial y Uso de Suelo; la cual no sería la panacea perfecta, pero si el instrumento idóneo que eliminaría discrecionalidad en materia de uso de suelo.

Asimismo, con esta ley se contará con un plan integral que abarca los ejes prioritarios que necesita el Estado dominicano al momento de ejecutar las acciones correspondientes.

En el entendido que todo desarrollo sostenible anhelado va de la mano de un ordenado uso del territorio, por lo que es necesario que como Estado revisemos, ordenemos y planifiquemos de forma inteligente esa parte. Así, las conquistas logradas en el porvenir estarán debidamente orientadas en una misma dirección, obteniendo resultados más efectivos.

En definitiva, es hora lograr los consensos requeridos, y concederle al país esta fundamental ley, que ayudará a mejorar la calidad de vida de la población de manera significativa, fomentará la integración social en el territorio y va a procurar el buen uso y aprovechamiento de los recursos naturales y culturales. No más brincos y aprobemos dicho proyecto.

 

 

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