Estados Unidos no logra reducir la influencia china en Asia-Pacífico
Ali Rizk.
Un tema dominante en el mundo actual de la geopolítica es la voluntad de un número creciente de países de romper filas con Estados Unidos. Desde África hasta Oriente Medio y América Latina, cada vez más naciones han optado por un enfoque más independiente, a menudo contradiciendo o, como mínimo, desvinculándose de las políticas preferidas de Washington. Gran parte de la atención se ha centrado aquí en la reticencia del «sur global» a unirse a la campaña de sanciones contra Rusia liderada por Estados Unidos por la guerra de Ucrania. Sin embargo, los últimos acontecimientos indican también que los esfuerzos estadounidenses por reducir la influencia china en la región de Asia-Pacífico no han dado hasta ahora sus frutos, al menos no en la medida que esperaban los responsables políticos de Washington.
Quizá el ejemplo más esclarecedor sea el caso de las Islas Salomón, una pequeña nación insular situada en la región de las islas del Pacífico. El primer ministro del país, Manasseh Sogavare, concluyó recientemente una visita de seis días a China, durante la cual se reunió con el presidente Xi Jinping y presidió la apertura de la primera embajada de su país en Pekín.
Sin embargo, lo más destacado de la visita fue un acuerdo entre ambas partes para mejorar la cooperación policial y de seguridad, consolidando así el papel de Pekín como socio de seguridad de la nación insular. Esta asociación en materia de seguridad despertó la preocupación del «bloque anglosajón», y Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda pidieron que se hicieran públicos los detalles del acuerdo.
La importancia de estos acontecimientos radica no sólo en el papel de China como socio de seguridad de una nación insular del Pacífico, sino en que tuvieron lugar a pesar de los intentos estadounidenses de reforzar su papel en una región considerada un campo de batalla primordial por la influencia con China. Una breve mirada a la historia reciente de la región pone mejor las cosas en perspectiva:
Las Islas Salomón cortaron sus lazos con Taiwán en 2019, pasando a la política de una sola China y, por tanto, sentando las bases para forjar lazos más estrechos con Pekín. A esto le siguió un pacto de seguridad entre las Salomón y China en 2022, que al parecer permite el envío de personal de seguridad chino a la nación insular para ayudar a proteger los intereses chinos (supeditado a la aprobación del gobierno de las Salomón). Según los informes, el acuerdo también permite que buques chinos atraquen en las Salomón con fines logísticos.
El acuerdo causó conmoción en Washington, provocando una visita de altos funcionarios de la Casa Blanca a Honiara, la capital salomonense. Los funcionarios estadounidenses también advirtieron de posibles futuras bases militares chinas en el país insular, lo que provocaría una respuesta militar.
En este contexto, Estados Unidos ha ampliado su compromiso con las Salomón, abriendo su primera embajada en Honiara en tres décadas.
Este paso se ha producido en un momento en que la Casa Blanca ha tratado de reforzar su papel en la región. El pasado mes de septiembre, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, organizó la primera «Cumbre de Estados Unidos y las Islas del Pacífico» con líderes regionales. Durante la reunión, Biden anunció un paquete de ayuda de más de 800 millones de dólares para las naciones insulares del Pacífico.
Sin embargo, estos acontecimientos no han impedido que las Islas Salomón sigan estrechando sus lazos con China, incluso en el ámbito de la seguridad, como demuestra el acuerdo policial y de seguridad firmado durante el viaje de Sogavare a China.
También cabe mencionar que las Islas Salomón se han aferrado a su opción china a pesar de los intentos de los aliados de Washington por consolidar sus lazos con las naciones insulares del Pacífico, incluso en el ámbito de la seguridad. El gobierno laborista australiano, por ejemplo, ha mostrado un mayor interés en apuntalar estos lazos en su intento de contener la influencia china; sin embargo, tales esfuerzos no han alejado a Honiara de Pekín. Esto es aún más significativo si se tiene en cuenta la historia de Australia como principal socio de seguridad de las Salomón.
Sin embargo, la voluntad de romper filas con Estados Unidos y buscar lazos saludables con China no se limita a las naciones insulares del Pacífico. Con China abierta de nuevo a los negocios tras el levantamiento de las restricciones de Covid, incluso los países de Asia-Pacífico que son miembros del bloque anglo liderado por Estados Unidos se están desvinculando de la política belicista de Washington hacia China.
El Primer Ministro de Nueva Zelanda, Chris Hipkins, concluyó recientemente una visita de cinco días a China, en la que las conversaciones se centraron en la mejora de los lazos económicos.
Sin embargo, fueron las declaraciones de Hipkins justo antes de su visita las que arrojaron luz sobre la desvinculación de Nueva Zelanda con el enfoque estadounidense. Al comentar si compartía la caracterización de Biden de su homólogo chino como dictador, Hipkins afirmó tajantemente que no, subrayando que la forma de gobierno china era un asunto interno de China.
A pesar de la reputación de Nueva Zelanda como la voz más suave sobre China dentro de la alianza de los cinco ojos -una alianza de inteligencia formada por Estados Unidos, Australia, Gran Bretaña, Canadá y Nueva Zelanda-, tales declaraciones destacan por reflejar un aparente fracaso por parte de Washington. Este fracaso se manifiesta en el hecho de que ni siquiera las naciones aliadas se están viendo arrastradas a adoptar un enfoque más duro hacia Pekín en su intento de contener a este último.
En Australia, el aliado regional más cercano a Washington, también se ha expresado preocupación por los peligros de estrechar aún más los lazos militares con Estados Unidos en su intento de ampliar su presencia militar regional para contrarrestar el ascenso de China.
Antiguos analistas de los servicios de inteligencia australianos han advertido de que la política de defensa de Australia permite a Estados Unidos utilizar el país como plataforma de lanzamiento de posibles operaciones militares contra China, subrayando que tal escenario no sirve a los intereses nacionales australianos.
Personalidades políticas de alto nivel han expresado sentimientos similares. El ex primer ministro australiano Paul Keating ha declarado que su país se ha creado sus propios problemas con China al estrechar sus lazos militares con Estados Unidos. Keating llegó incluso a calificar el acuerdo AUKUS -un acuerdo entre Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia que da a este último acceso a la tecnología de submarinos nucleares- como «el peor acuerdo de la historia». Por su parte, el ex ministro de Asuntos Exteriores de Canberra, Bob Carr, advirtió de que su país estaba depositando demasiadas esperanzas en Estados Unidos. Tras la cancelación de la visita de Biden a Sydney para asistir a una cumbre de los líderes de la Quad -una alianza entre Estados Unidos, Australia, India y Japón-, Carr calificó la postura de Canberra de crédula en su creencia en el compromiso de Estados Unidos con la región.