Financiamiento climático, crece la deuda con el Sur Global
Mitigación y adaptación son las áreas fundamentales de la estrategia climática global. La primera busca limitar y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras la segunda procura disminuir los riesgos vinculados a las alteraciones del clima.
La implementación de políticas y acciones relacionadas con esos objetivos, unidos a las pérdidas y daños asociados, exige inversiones muy superiores a las posibilidades de las naciones más empobrecidas.
El financiamiento externo puede provenir de fuentes públicas, privadas, bilaterales, multilaterales y otras alternativas.
Entre las modalidades, sobresalen, por encima de las subvenciones, donaciones y otras, los préstamos, los cuales representan la mayor parte de los desembolsos y tributan siempre al aumento de la deuda externa de los países receptores.
El principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas, teniendo en cuenta la mayor incidencia de los países ricos en la degradación ambiental, rige esa colaboración refrendada en la Cumbre de la Tierra, en Río de Janeiro, en 1992.
En aquella cita cimera nació la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y su Conferencia de las Partes (COP), mecanismo anual de evaluación, negociación y concertación sobre la lucha contra el flagelo cuyos estragos son cada día más destructivos y evidentes.
Un momento de especial significación en ese proceso de deliberaciones fue la suscripción del Acuerdo de París, el 12 de diciembre de 2015 durante la COP 21 celebrada en la capital francesa, el cual entró en vigor el 4 de noviembre del año siguiente.
Aquel compromiso, jurídicamente vinculante, se pronunció por mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 ºC respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitarlo a 1,5 ºC.
En cuanto al financiamiento, ratificó el propósito de movilizar 100 mil millones de dólares anuales para 2020, suscrito en la COP 16 efectuada en 2010 en Cancún, y lo amplió hasta 2025 como un nivel mínimo de contribución, hasta la adopción del “Nuevo objetivo colectivo cuantificado” (NCQG por sus siglas en inglés), antes de ese año.
Al reafirmar la obligación de los países desarrollados de proporcionar recursos financieros “tanto en la mitigación como en la adaptación”, el Acuerdo de París subrayó que “esa movilización de financiación para el clima debería representar una progresión con respecto a los esfuerzos anteriores”.
La meta de 100 mil millones de dólares anuales se logró finalmente en 2022, cuando las necesidades de las naciones de menos recursos eran ya mucho mayores, según datos publicados por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
En la COP 29, realizada en Bakú en noviembre de 2024, nació el NCQG con la misión de aumentar a 300 mil millones de dólares anuales el financiamiento para 2035, compromiso muy inferior a las expectativas de gobiernos, expertos y del propio secretario general de la ONU, António Guterres.
Llegar a un acuerdo en la COP 29 era esencial para mantener vigente el límite de calentamiento global de 1,5 °C. Esperaba un resultado más ambicioso, tanto en financiación como en mitigación… pero el acuerdo alcanzado proporciona una base sobre la cual construir, señaló el máximo dirigente del organismo mundial en la red social X.
Al mismo tiempo, la cumbre llamó a todos los actores a trabajar juntos para incrementar el aporte acordado al menos a 1,3 billones anuales, para el mismo período.
Ese monto coincide con el recogido en el tercer informe del Grupo Independiente de Expertos de Alto Nivel sobre Financiamiento Climático, según el cual los países emergentes y en desarrollo, excepto China, necesitarían un billón de dólares anuales de financiamiento externo para 2030 y 1,3 billones de dólares anuales para 2035.
Las cifras pactadas en Bakú fueron recibidas con opiniones divididas por activistas, expertos y analistas. Mientras algunos dudan de su factibilidad, por diversos motivos, otros las consideran posibles, aún sin la participación de Estados Unidos tras su salida del Acuerdo de París.
Las modalidades y destinos de la ayuda y cómo abordar las pérdidas y daños asociados al cambio climático serán también aspectos cruciales en la eficacia de la acción global, con su próxima parada anual en la COP 30, programada para los días 6 y 7 de noviembre en la ciudad brasileña de Belém.
Por Frank González
PRENSA LATINA