Gaza entre las bombas de Israel y la resistencia palestina

Santiago Montag y Martín Martinelli.

Ilustración: “Palestina…El derecho al retorno” de Fadi Abou Hassan, Noruega

 

Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.

Eduardo Galeano, 2014

Entre el 5 y 7 de agosto se desarrolló una ronda de ataques de Israel hacia la Franja de Gaza, bautizada “Operation Breaking Dawn” (Amanecer). Según el primer ministro Yair Lapid fue un “ataque preventivo” contra el grupo armado Yihad Islámica Palestina (YIP), que planeaba atacar Israel. Nuevamente presenciamos una masacre israelí contra los palestinos que concluyó con el asesinato de 44 personas, incluidos 15 niños, según el ministerio de salud palestino en Gaza, y más de 350 heridos y al menos 1.500 viviendas destruidas o dañadas. Esta es la primera capa de la cebolla, pero esta colonización empezó progresivamente en 1882.

A partir de este acto criminal, abordaremos un análisis de varias escalas de orden coyuntural o táctico y otras de orden estructural y estratégico, intrínsecamente vinculadas entre sí y con los debates en torno a las organizaciones palestinas.

Notas sobre la coyuntura

En la noche del 1 de agosto, las fuerzas de ocupación israelíes arrestaron al líder de YIP, Bassam Al-Saadi, quien se encontraba en Jenin (la región donde recientemente asesinaron a la periodista de Al Jazeera, Abu Akleh), Cisjordania. Ante la posibilidad de una respuesta militar proveniente de Gaza por parte del grupo (donde tiene su mayor concentración de armas y combatientes) el gobierno israelí dispuso medidas de seguridad a lo largo de la línea que separa los territorios palestinos ocupados y la Franja de Gaza con el pretexto de anticiparse a esta operación. Egipto (aliado estadounidense) intentó intervenir en esta crisis como mediador entre el gobierno de ocupación israelí por un lado y el movimiento Yihad Islámica Palestina por otro. Pudo persuadir a YIP de que congelara cualquier acción militar posible por su parte.

Sin embargo, Israel, con el apoyo del imperialismo estadounidense (bajo la premisa de que «tienen derecho a defenderse”) acumuló fuerzas militares en la frontera con Gaza –cerrando los asentamientos en la región sur, reforzando las fuerzas y convocando hasta 25.000 soldados de reserva– no como maniobra defensiva sino preparando el supuesto “ataque preventivo”. Primero bombardearon el departamento donde se encontraba el comandante de la región norte de YIP, Tayseer al-Jabari, asesinado junto a otros combatientes y varios civiles palestinos. A esto siguió la respuesta de YIP con ataques de cohetería en medio de tres días de bombardeos israelíes hasta que Egipto “medió” para negociar el alto al fuego el pasado domingo por la noche. Pero este alto al fuego se mantiene sobre un equilibrio débil, donde Israel suele resolver sus crisis políticas internas a través de guerras con Gaza u otros enemigos regionales. Veamos.

Elecciones y «razón de Estado»

Se acercan nuevos comicios en el Estado hebreo. Existe un contexto de total incertidumbre en el campo electoral israelí con la aproximación a las quintas elecciones en casi 3 años, donde incluso existe la posibilidad de una vuelta de Binyamin Netanyahu. Contadas veces Israel finalizó una ronda de combates cuando y como quiere, con la mayoría de sus condiciones cumplidas y sin muertes israelíes.

El gobernante Yair Lapid, junto a su ministro de Defensa, Benny Gantz, pretenden cosechar el triunfo táctico para volverlo estratégico. Aprovecharon la situación para ubicarse como un “gobierno fuerte” ante la “amenaza palestina” percibida desde Israel por atacar desde Gaza a poblados y ciudades israelíes con cohetes (en su mayoría interceptados por el sistema de defensa antiaéreo Cúpula de Hierro) y globos incendiarios, y luego de los ataques armados individuales que dejaron alrededor de 15 israelíes muertos a principios de este año. O sea, debían demostrar que son capaces de garantizar la seguridad del “israelí medio”.

Si bien, este paradigma colonialista no es acompañado por la totalidad de los israelíes, ya que algunos están en contra de la ocupación de Cisjordania y quieren “la paz” (y otros pocos son activos en ese sentido), existe una base social de derecha que presiona a los gobiernos en un sentido más agresivo. Desde la Segunda Intifada (2002) ha crecido el sector de ultra derecha, nacionalista-religioso, muchos de ellos devenidos en colonos de las tierras palestinas. Estos funcionan como punta de lanza de Israel para esta política que busca dividir aún más al movimiento palestino en términos territoriales haciendo imposible la creación de un Estado propio. Esta base social fue tomando progresivamente relevancia a la hora de pensar en los votos en Israel, o sea, la ocupación se convirtió en una pata más de la política cotidiana.

Por otra parte, también existe un sector del establishment y la clase media que ven la ocupación como algo anacrónico desde el fin de la Guerra Fría, donde las formas de acumulación por desposesión, las tierras y recursos palestinos, están asociadas a la producción e inversión a través del aparato militar (tecnología de vigilancia y armas de última generación), con el Estado como garante de subsidios generando siempre déficit, pero grandes ganancias a las empresas de tecnología militar que utilizan la ocupación para vender armas “tested in combat” –probadas en el terreno–. Mientras tanto, el sector privado globalista y financiero lo percibe como un obstáculo para abrir el juego y ubicarse en otros términos en el mercado mundial.

El actual primer ministro Yair Lapid es un representante de este sector de la burguesía concentrada en Tel Aviv que, aunque tiene una débil capacidad política, busca limitar la ocupación (incluyendo las colonias), y por eso necesitaba que se tratase de una “guerra quirúrgica”. Sin embargo, esto se erige como accesorio al enfocarlo desde la perspectiva israelí de que existe una “razón de Estado” alrededor de desarticular a los palestinos (en términos espaciales, políticos e ideológicos) generando fricciones entre ellos.

En este contexto fue crucial el cálculo para atacar Gaza. Era imposible predecir con certeza si Hamás si sumaría a las respuestas militares, pero varios factores estructurales anunciaban un triunfo político para el gobierno interino ¿Por qué? Por un lado, Hamás está intentando reconstruir las ciudades luego de la letal guerra de 2021, donde Israel está “permitiendo” que entre ayuda humanitaria, materiales y dinero (principalmente desde Qatar, que anunció un nuevo paquete de ayuda), de alguna manera a cambio de que no se involucre en acciones contra Israel. Hamás está buscando la manera de resolver sus problemas de financiamiento, que probablemente sean causados por el aumento de los costos de importación para la Franja de Gaza, que es muy pobre en recursos.

Recientemente, la aplicación de un aumento de impuestos a los comerciantes generó una pequeña protesta y en julio recortó los salarios de los trabajadores estatales, mostrando que el aumento de la carga fiscal sobre la población puede socavar el apoyo popular a Hamás. Además, evidenció debilidad al permitir que Israel bombardee impunemente, lo que profundizó las fricciones con YIP.

Este cálculo establecido por el gobierno interino es posible que le permita llevar cierta delantera para las próximas elecciones. Sin embargo, la inestabilidad interna de la política de Israel trae constantemente nuevas sorpresas, que no sería raro que se busquen resolver con próximos ataques hacia los palestinos.

Devastación a las orillas del Mediterráneo

Es necesario analizar qué es Gaza para la política interna israelí para comprender por qué cíclicamente llueven bombas sobre esa pequeña porción del mundo.

La Franja de Gaza es la cárcel a cielo abierto más grande del mundo, 2 millones de palestinos están acorralados por mar, tierra y aire. El ejército israelí la ha invadido en más de una decena de operaciones de alto nivel desde el año 2000 [1], sobre todo desde su retirada en 2005 a fines de la Segunda Intifada. Hamás, acrónimo de “Movimiento de Resistencia Islámico”, gobierna Gaza desde que triunfó en las elecciones de 2006 –por eso, justamente, no son reconocidas– y evitó un golpe de Estado en 2007 organizado por al-Fatah e Israel. Así, el Gabinete de Seguridad de Israel la declaró como una “entidad hostil”, endureciendo las restricciones de movilidad en el territorio a los palestinos. La entrada de bienes y servicios se redujo a lo que Israel define como el “mínimo humanitario”, se prohibió la exportación de mercancías, se redujo la entrada de combustible y se minimizaron al extremo los viajes (que ya eran limitados) entre Gaza y Cisjordania e Israel, con algunas excepciones. Israel comenzó su “doctrina de separación” para erosionar los lazos culturales, familiares, e identitarios, además de la continuidad étnica y territorial; una situación que vuelve imposible la constitución de un Estado palestino.

El falso pretexto para cada una de las ofensivas suele ser el de responder a la “amenaza terrorista palestina” por parte de una entidad político-territorial cuyos habitantes tienen un nivel de vida sumamente deteriorado. Al mismo tiempo, estos ataques buscan acrecentar el poder israelí en la región de Medio Oriente, con el apoyo de Estados Unidos, y luego de la primera década del siglo han buscado acabar con la Intifada y restaurar la humillación causada por 20 años de guerra en Líbano contra Hezbollah. Esto sirve para aumentar la capacidad disuasoria de Israel ante sus enemigos, exponer sus armas tested in combat y su know how como modelo de acumulación de capital, y como una «política de seguridad» frente a los israelíes.

La “Operación Amanecer” es parte de este modus operandi que se inscribe en un marco de crisis política interna en Israel, y una carga insoportable que reciben los palestinos traducida en una resistencia popular que no se rinde. Para lograr esa rendición, Israel despliega diversas tácticas de control y vigilancia, pero sobre todo de dividir y disciplinar para conquistar.

Disciplinamiento popular

Israel viene llevando una ofensiva contra los palestinos en Cisjordania [2] con la excusa de combatir a los grupos armados desde finales del 2021. Si bien se justifican a partir de los ataques individuales en ciudades israelíes de hombres armados, las incursiones del ejército que asolaron Jenin y Nablus al norte, y al sur Hebrón (sobre todo en los campos de refugiados donde la situación social es muy precaria) tuvieron como objetivo disciplinar la resistencia popular (sobre todo de jóvenes) que pone en cuestión la ocupación y las direcciones tradicionales palestinas.

Estas ciudades además son lugares con larga tradición de resistencia armada, donde hoy Yihad Islámica Palestina tiene una importante influencia entre la juventud que busca distintas vías para combatir a la ocupación. Esto no es menor, teniendo en cuenta las condiciones en que vive la población palestina en aquel territorio, con altas tasas de desempleo, pobreza, vigilancia extrema, control de las fronteras, acoso militar, etc.
En 2021, la situación se agravó a partir de la avanzada israelí contra el barrio palestino de Sheik Jarrah y la política opresiva de la administración Netanyahu contra los fieles que viajaban a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén –Jaram al-Qudsi al-Sharif– a rezar durante el Ramadán (mes sagrado musulmán). Hamás comenzó a lanzar cohetes contra Tel Aviv, lo que habría dado el pretexto a 11 días de bombardeos israelíes contra Gaza dejando 300 muertos, miles de heridos y cientos de edificios destruidos.

Pero dicha ofensiva se encontró con la respuesta más temida: al movimiento palestino luchando en las calles de manera unificada contra los bombardeos, y un programa político. La máxima expresión fue la huelga general en todos los territorios (con apoyo internacional), en Cisjordania, Gaza, los que viven la diáspora (millones viven en campos de refugiados en Jordania y Líbano) y los que viven en los llamados territorios del ‘48 (los llamados “árabes israelíes”, que viven en lo que hoy es Israel). Con el pasar de los días, esto se fue desgastando y la espuma bajó, con resistencias aisladas, producto en gran medida de la política de la Autoridad Palestina, que para mantener sus privilegios buscó desactivar a este movimiento que cuestionaba las bases del acuerdo de Oslo y el lugar que ocupan estos gobernantes (no solo al-Fatah, sino también Hamás, e incluso dirigentes del FPLP –Frente Popular para la Liberación de Palestina–). Así, la falta de una dirección política unificada (y revolucionaria) que organizara a la juventud derivó en la pérdida del norte estratégico del movimiento para enfrentar a Israel y combatir a las direcciones tradicionales. Sin embargo, la lección es que la resistencia palestina aún mantiene una identidad nacional y su capacidad de articularse políticamente a pesar de la segregación y el colonialismo de la ocupación israelí, pero también a pesar de sus direcciones.

Si trazamos un puente a un año de aquella pelea, Israel se dedicó a aumentar la represión de manera selectiva buscando, por un lado, a los dirigentes de algunos partidos políticos que presentan cierta continuidad de lucha, entre quienes podemos mencionar a los de YIP, pero con el ojo puesto en la resistencia tanto popular (como se ve en Beita, Nablus) como armada, que se organiza muchas veces por fuera de las direcciones políticas. Eso se observa en la cantidad de militantes asesinados en los enfrentamientos con sendas vinculaciones con varios grupos al mismo tiempo o a veces con ninguno. Para los palestinos, es central resistir y luchar contra la ocupación frente a un horizonte de vida totalmente truncado, sin empleo, sin permisos para moverse, y frente al aumento de la pobreza. Mientras escribimos estas líneas las matanzas de palestinos se incrementan. Según el diario israelí Haaretz, de los 60 casos en los que murieron palestinos en “incidentes” que involucraron al ejército ocupante israelí (FDI –Fuerzas de Defensa Israelíes–) y la Policía de Fronteras en Cisjordania, 16 están siendo investigados actualmente por la Policía Militar. Hubo 70 muertes de este tipo en todo 2021, y 20 en 2019.

Gaza y la fragmentación del movimiento palestino

Para comprender parte de la situación actual de los palestinos debemos remontarnos a 1979, un año clave para Medio Oriente y el mundo. Ese año, el nacionalismo árabe, particularmente el egipcio (nasserismo), mostró sus grandes límites históricos cuando Egipto firmó la paz con Israel, abandonando la causa palestina como eje de su política regional. Paralelamente, en Irán se desata el proceso revolucionario en el marco del cual se terminará imponiendo la dirección islámica de Jomeini, que impacta ideológicamente en toda la región, tanto en el Islam chiíta como el sunita. Se da el comienzo de la guerra en Afganistán con la invasión soviética, donde Arabia Saudita (sunita) aprovecha para ampliar la influencia de wahabismo [3]. En 1980 es el inicio de la guerra Irán-Irak como reacción a la Revolución iraní. Esos años abren una etapa para el desarrollo de nuevas ideologías vinculadas al Islam político, consolidadas además sobre la base de derrotar en distintas ocasiones al movimiento obrero y sus direcciones como, por ejemplo, los partidos comunistas, que incluso muchas veces apoyaron regímenes como el de Nasser en Egipto, el Baat en Irak y Siria o incluso el ascenso de Jomeini en Irán, por cuestiones geopolíticas que beneficiaban a la URSS.

De esta manera al-Fatah (representante del nacionalismo árabe palestino) comenzó a debilitarse frente al surgimiento de nuevas organizaciones. Entre ellas se funda Yihad Islámica Palestina en 1981 en el marco de la “República Islámica” en Irán (chií), que generó las condiciones políticas, y el crecimiento de la influencia de la Hermandad Musulmana (sunita) desde la derrota en la guerra de 1967. Aunque se reconoce como sunita dentro del Islam, la organización es más amplia en términos religiosos, con un programa nacionalista-burgués (árabe-palestino) pero con el objetivo de alcanzar un Estado Islámico, lo que le da bastante flexibilidad para establecer alianzas. Su estrategia guerrillera le permitió absorber militantes del FPLP que buscaban continuar la lucha armada luego de la caída de la URSS.

Al poco tiempo surgió Hamás, en 1987, también en Gaza, en medio de estas influencias regionales (Hezbollah en Líbano, Frente Islámico de Salvación en Argelia) durante la Primera Intifada – que recordemos que inicia como un movimiento sin dirección política, con huelgas generales semanales y fuertes revueltas-. El inicio de los Acuerdos de Oslo (1993-1995) [4] fueron parte de una salida tanto de Israel como de la OLP (que se quedaba sin su aliado soviético luego de 1991) para disciplinar esa situación donde muchos tenían grandes expectativas en retornar a sus hogares y mejorar sus condiciones de vida. Desde ese momento Israel logró «delegar» gran parte de la administración social y tareas de seguridad a la constituida Autoridad Palestina en Cisjordania y Gaza (hasta 2007), pero por su política autoritaria y entrega fue perdiendo la dirección efectiva del movimiento palestino. Este sometimiento provocó condiciones materiales de precarización y proletarización de la gran mayoría de los palestinos.

Producto de esta derrota política y económica sobre los palestinos se inició la Segunda Intifada, donde una vez más se profundizó el carácter colaborador de la OLP. Es así que, hacia las elecciones de 2006, Hamás se presentó al parlamento palestino con un programa de gobierno de 39 puntos [5] que en líneas generales podría ser evaluado como un programa reformista desde el punto de vista social y nacionalista burgués en cuanto al conflicto palestino. Esto brindó nuevas expectativas sobre todo a los gazatíes.

Los años de ocupación militar y colonización progresiva, sumados a esas derrotas políticas, empujaron a la mayoría de los palestinos hacia las dos Intifadas, a cuestionar a su liderazgo, e incluso hacia estas ideologías radicales como las del Islam político y la lucha armada como último recurso. Ejemplo de esto es una reciente incursión israelí en Nablus que se cobró la vida de un joven combatiente, Al-Nabulsi. Aunque su padre pertenece a la Autoridad Palestina, él no tenía una afiliación organizativa clara, pero estaba en contacto con miembros de Tanzim, un grupo de activistas de al-Fatah, muchos de los cuales reanudaron la lucha armada contra las FDI en los últimos dos años, por fuera de la dirección central. En Nablus y Jenin, las células locales integradas por miembros de varias organizaciones tienen la determinación de enfrentarse con armas a cualquier operación militar en las ciudades palestinas sin el visto bueno de sus dirigentes.

Por otro lado, existen Hamás, Yihad Islámica y otros son grupos cuyos programas políticos y metodología son necesariamente combatibles, pero también es fundamental recordar la raíz del problema: el proyecto colonial sionista. Antes de la fundación de estas organizaciones políticas hubo limpieza étnica, masacres, asentamientos y encarcelamiento masivo por parte de Israel.

El Estado de Israel se construyó sobre los huesos de los palestinos; se sustenta en políticas de agresión, desarraigo y apartheid contra los pueblos originarios con una lógica colonialista y como brazo armado imperialista. El resultado es que todos los ataques contra Gaza, independientemente del pretexto, se dan en este contexto de anexiones, construcción de muros de segregación, asentamientos legales e “ilegales” o de avanzada (outpost) y los puestos de control de Israel en Cisjordania. Así como el invento de las “zonas de tiro” para desplazar aldeas de pastores [6]

Pero, por otro lado, vemos que en última instancia los partidos burgueses y pequeñoburgueses que hemos analizado, desde al-Fatah, Hamás, Yihad Islámica, y el FPLP, han demostrado ser incapaces encarar consecuentemente ninguna «Liberación nacional». Y teniendo en cuenta sus alianzas internacionales (como es caso de Qatar con Hamás, o Irán con Yihad Islámica, o financiamiento limitado de Estados Unidos en caso al-Fatah), las perspectivas están claramente alejadas de la lucha por una verdadera autodeterminación del pueblo palestino.

La situación para los palestinos empeora en esta nueva etapa de la crisis mundial. No obstante, podría abrir nuevas posibilidades, teniendo en cuenta que en varios países del mundo, pero también en Medio Oriente, se han vivido fuertes revueltas. El camino de la huelga general nacional adoptado por los palestinos en 2021 mostró las capacidades de combate y organización independiente para imponer una agenda propia a pesar de los partidos tradicionales que se han mostrado una y otra vez colaboradores de Israel.


*Santiago Montag@SalvadorSoler10.Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

*Martín Martinelli es Doctor en Ciencias Sociales y Humanas y profesor de Historia en la Universidad Nacional de Luján (Argentina). Es coordinador del Grupo Especial Revista Al-Zeytun / CLACSO «Palestina y América Latina» por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Universidad de Buenos Aires).

Fuentes:

Étienne, Bruno (1996). El islamismo radical. Siglo XXI.

Finkelstein, Norman (2015). Método y Locura, La historia oculta de los ataques de Israel en Gaza. Ed Akal.

Kepel, Gilles (2002). La Yihad. Ed. Panínsula.

Pappe, Ilan (2015). La idea de Israel. Ed Akal.

Sayigh, Yezid (1997). Armed Struggle And The Search For State, The Plaestinian National Movement,. 1949-1993”. Ed Oxford Press.

Notas al pie

[1] Las más importantes fueron: Plomo Fundido (2009), Pilar Defensivo (2012) y Margen Protector (2014), y la reciente más emblemática fue Guardián de los Muros (2021). Entre todas ellas se asesinaron e hirieron a miles, muchos de ellos niños, con terribles secuelas psicológicas para los sobrevivientes.

[2] A diferencia de Gaza, Cisjordania sufre otro tipo de restricciones vinculadas a una ocupación militar cotidiana en gran parte de ese territorio con los checkpoints, controles, y soldados mezclados en el paisaje diario. A ese territorio, la documentación oficial de Israel lo llama Judea y Samaria, un territorio bíblico al que aspira conquistar en el largo plazo sobre la base de la limpieza étnica palestina y constituir el “Gran Israel”. Un proyecto del ala sionista más radical, que combina nacionalismo y religión. Podría decirse que es la más agresiva y cuyo peso va en continuo crecimiento dentro de la sociedad israelí. Las aspiraciones territoriales alcanzan partes de Irak, Arabia Saudita, Siria y Egipto.

[3] Corriente rigorista del islam suní con origen en Arabia Saudita

[4] La región de Cisjordania se dividió en 3 áreas de administración: A, B y C, quedando su diseño similar al de un archipiélago. La A de administración y seguridad bajo la Autoridad Palestina que se transformaría en un gobierno semi-autónomo; la B en de zonas controladas por un híbrido entre la municipalidad palestina y la parte militar a manos de Israel; y la C sería con el control completo de la administración pública y militar en manos de Israel. Al mismo tiempo, esto no frenó el avance de los asentamientos sino que la expropiación de tierras palestinas por diversos mecanismos se hizo más profunda. Los acuerdos habían dejado abierta la ventana a que se continuara esa política.

[5] Entre estaba el derecho al retorno de todos los refugiados expulsados por el Estado de Israel, el reconocimiento de la resistencia en sus distintas formas como un derecho legítimo del pueblo palestino para poner fin a la ocupación y recuperar los derechos nacionales, mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y alentar la solidaridad social, expandir la red de salud y educación y desarrollar servicios para la población.

[6] Hoy lo vemos en las colinas de Masafer Yatta donde cientos de familias están siendo despojadas de sus tierras. Ver: Asedio y resistencia en el sur de Cisjordania.

Fuente: La Izquierda Diario

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