Hombre y mujer de Estado y de partido

Cándido Mercedes

Lo verdadero es como logramos y empujamos por la MERITOCRACIA para hacer en medio del establishment un Estado más moderno, donde primen los entes más éticos y competitivos.

Hannah Arendt en su libro La condición humana nos dice “En la medida en que realmente pueda llegarse a “superar” el pasado esa superación consistirá en narrar lo que sucedió”. Si seguimos el hilo conductor de esa frase podremos llegar a la conclusión de que uno de los atávicos ancestros de nuestra eterna tautología es no tener hombres y mujeres de Estado. Somos una sociedad apabullada por personas de partidos. Seres humanos organizados en organizaciones partidarias cuya función medular es llegar al poder; empero, no saben lo que es el Estado ni conceptualmente ni en la praxis.

El Estado es la sociedad políticamente organizada. Los partidos son los aglutinadores e integradores de los distintos intereses de la sociedad, donde en el juego del poder gestionan, en medio de la conflictividad, el espacio vital para los distintos actores involucrados. En los últimos tiempos podemos decir que, en la sociedad política, en la sociedad toda, no hemos tenido estadistas en las funciones del Estado en los distintos tramos, en las instituciones que le dan razón de ser y soporte para traducir su abstracción en concreción real.

En el interregno marcado por 26 años no alcanzamos a tener hombres y mujeres de Estado sino de partidos. La condición esencial, en gran medida, ha sido dirigente del partido, militante. Condición sine qua non. Más allá del expertise, de las competencias, de las habilidades blandas, vale decir, de su talento. La mentalidad ha sido “ganamos el poder” y hay que ayudar a los compañeros de la organización. No existe una visión de país verdaderamente real en que descanse un pacto político-institucional que bosqueje lo que en verdad debemos transformar, para no seguir siendo un país que en los 56 años que data del mismo (1966-2022) el PIB ha crecido a una tasa de 5.3%, no obstante, son pasmosos, sencillamente, espeluznantes, los indicadores sociales.

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