La crisis de Asia occidental lleva a Biden a romper el hielo con Putin

M. K. Bhadrakumar.

Ilustración: OTL

El propio interés de Rusia radica en potenciar la capacidad defensiva de Irán y seguir adelante con una cooperación bilateral de amplia base anclada en la agenda económica en las condiciones de las sanciones, al tiempo que, por una vía paralela, avanza en la integración de Irán en el proyecto de la Gran Eurasia de Moscú


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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, sorprendió el jueves a los periodistas durante un encuentro fuera de la Casa Blanca, al no descartar una posible reunión con su homólogo ruso, Vladimir Putin, en las próximas cumbres del Grupo de los 20 o del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. Biden hizo una especie de señal: «Barkis está dispuesto». Como él mismo dijo, «dudo que Putin se presente».

Como suele ocurrir en estas tertulias de la Casa Blanca, Biden optó deliberadamente por responder al corresponsal de TASS que formuló la pregunta, quien, por supuesto, sabía que Biden sabía que en el Kremlin se está estudiando activamenteun viaje de Putin al hemisferio occidental para asistir a la cumbre del G20 en Río de Janeiro, Brasil, los días 18 y 19 de noviembre.

Biden y Putin tienen mucho de qué hablar, pero lo que se suma es que Biden señaló su interés en una conversación justo un día después del masivo ataque con misiles de Irán contra Israel, que llegó como un rayo en un cielo despejado y trastornó dramáticamente el legado de su presidencia.

No se sorprendan si la crisis de Oriente Próximo domina una cumbre Biden-Putin en Río de Janeiro, es decir, si tal reunión tiene lugar. La guerra de Ucrania avanza inexorablemente hacia una victoria rusa. El interés de Biden radica en asegurarse de algún modo de que la capitulación de Ucrania -y la humillación de la OTAN- se trasladen al 20 de enero. Pero Putin debe cooperar. Esto es una cosa.

Mientras tanto, lo que causa noches de insomnio a Biden es la situación en Oriente Próximo, que puede caer en cascada sin control hacia una guerra regional. Aquí, Putin no es el problema, sino que puede ser la solución. Esto necesita algunas explicaciones.

Sin duda, han surgido diferencias políticas entre Biden y Netanyahu, lo cual era de esperar dado su sentido de las prioridades respectivamente como políticos. Puede parecer que la crisis actual en la relación entre Estados Unidos e Israel es bastante grave, pero lo discutible es hasta qué punto se debe a la óptica o hasta qué punto es real. Ciertamente, ni siquiera la transición de la guerra a un nuevo orden diplomático está actualmente en las cartas.

Sin embargo, Estados Unidos e Israel también están unidos de manera inseparable. No hay duda de que Biden está permitiendo que fluya una asistencia ininterrumpida a Israel en su esfuerzo bélico y para mantener a flote su economía. Y Estados Unidos está bloqueando todas las iniciativas en el Consejo de Seguridad de la ONU que piden un alto al fuego, lo que significa que los esfuerzos de pacificación ni siquiera pueden comenzar.

El ataque con misiles de Irán contra Israel, en este contexto, debe ponerse en perspectiva. Más que un acto de beligerancia puede considerarse una medida coercitiva para obligar a Israel a abandonar su operación terrestre en el Líbano.

El presidente Masoud Pezeshkian ha revelado que Irán ejerció la máxima moderación hasta ahora para detener las atrocidades israelíes sólo debido a las súplicas de los dirigentes occidentales de que las negociaciones conducentes a un posible alto el fuego en Gaza se encontraban en una fase crucial. Pero Occidente no cumplió su promesa y no dejó a Irán otra opción que actuar.

La pasividad o inacción ante la implacable embestida de Israel contra la población palestina, cuyo objetivo es la limpieza étnica, creó una situación angustiosa para Irán como salvador de los musulmanes oprimidos. Además, toda la estrategia iraní de disuasión también quedó en entredicho.

Biden es hoy como un gato sobre un tejado de zinc caliente. Una guerra en Oriente Medio es lo último que desea. Pero no tiene ningún control sobre Netanyahu, que ya está tramando el siguiente movimiento en la escalera de la escalada.

En cuanto a Irán, su exasperación por la perfidia y la bancarrota moral de Occidente es palpable. La credibilidad de EEUU ha sufrido una severa paliza en toda la región de Asia Occidental.

Entra Putin. En el tablero de Oriente Medio, el papel de Rusia adquiere gran importancia. Las relaciones entre Rusia e Irán alcanzan hoy un nivel sin precedentes. Las declaraciones rusas se han vuelto muy críticas con Israel en los últimos años. Rusia ha mantenido abiertamente contactos con los grupos que constituyen el Eje de la Resistencia.

La diplomacia rusa se está moviendo con una “visión de conjunto” para llevar el conflicto palestino-israelí al centro de la escena de la política internacional.

El año pasado se intensificaron notablemente las consultas sobre seguridad entre Moscú y Teherán. Han aparecido algunos informes sobre la transferencia de material militar avanzado por parte de Rusia para reforzar las capacidades de defensa antiaérea de Irán.

Significativamente, Rusia fue el único país al que Irán informó con antelación sobre su ataque con misiles contra Israel. Según el conocido podcast estadounidense Judge Napolitano: Judging Freedom (abajo), la flota naval rusa en el Mediterráneo oriental derribó 13 misiles israelíes la semana pasada cerca del Líbano.

Al parecer, un frenético Netanyahu ha estado intentando ponerse en contacto telefónico con Putin durante los últimos días, pero la llamada aún no se ha materializado. También en la vía diplomática, Rusia ha subrayado la gran importancia que concede a las relaciones con Irán.

Está claro que EEUU siente el imperativo de comprometerse con Rusia. Lo que puede ser aceptable pueden ser ataques proporcionales por parte de los dos protagonistas de Asia Occidental, expresados en campañas mediáticas cuidadosamente calibradas.

Por ejemplo, ataques selectivos contra instalaciones militares concretas, lo que salvaría la cara a Israel y evitaría una guerra de gran envergadura; es un escenario preferible también para Irán, porque evita riesgos innecesarios y preserva las bazas para una partida que promete ser larga.

En última instancia, lo que importa son las intenciones estadounidense-israelíes. El Financial Times citó fuentes israelíes según las cuales el plan de juego consiste en infligir el máximo daño a la economía de Irán para desencadenar la ‘potencial de protesta’ latente de la sociedad iraní. Al parecer, la esperanza israelí es que un programa creíble de cambio de régimen encuentre eco en Washington y atraiga la intervención estadounidense.

De todos modos, la iniciativa de Biden de entablar un diálogo con Putin sugiere que debe descartarse una intervención militar estadounidense. Por otra parte, el histórico pacto de seguridad ruso-iraní, que se espera firmar durante la próxima cumbre de los BRICS en Kazán, Rusia, del 20 al 22 de octubre, da a Irán mucha más profundidad estratégica para negociar con Occidente.

El propio interés de Rusia radica en potenciar la capacidad defensiva de Irán y seguir adelante con una cooperación bilateral de amplia base anclada en la agenda económica en las condiciones de las sanciones, al tiempo que, por una vía paralela, avanza en la integración de Irán en el proyecto de la Gran Eurasia de Moscú. En resumen, Rusia se encuentra hoy en una posición única como parte interesada en un Irán estable y predecible, en paz consigo mismo y con la región.

El ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Ryabkov, declaró el jueves a la prensa en Moscú:

Mantenemos el contacto más estrecho con Irán sobre la situación actual. Compartimos una maravillosa experiencia de cooperación en diversos ámbitos. Creo que éste es el momento en que nuestras relaciones son especialmente importantes.

Por cierto, el presidente Pezeshkian recibió el lunes 30 de septiembre en Teherán al primer ministro de Rusia, Mijail Mishustin, que estaba de visita, horas antes del lanzamiento de los misiles balísticos iraníes contra Israel.

En una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU dedicada a los acontecimientos de Asia Occidental, el Representante Permanente de Rusia ante la ONU, Vasili Nebenzya, declaró el miércoles:

Como parte de su mandato de mantener la paz y la seguridad internacionales, el Consejo de Seguridad de la ONU debe obligar a Israel a cesar inmediatamente las hostilidades. También debe hacer todo lo posible por crear las condiciones para un acuerdo político y diplomático. En este contexto, tomamos nota de la señal de Teherán de que no está dispuesto a azuzar más la confrontación.

Curiosamente, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, no perdió tiempo en retomar el hilo del comentario de Biden sobre una reunión con Putin. Dijo el viernes:

No ha habido conversaciones sobre esta cuestión y hoy en día, en este momento, no hay requisitos previos para ello. Sin embargo, el presidente ha declarado repetidamente que seguía abierto a todos los contactos.

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