La propiedad de las semillas: la estrategia de la dominación

Por Cynthia Silva Maturana.

Aprovechando la reciente y aparentemente falsa escasez de maíz en el país, el agronegocio ha tratado de reinstalar el debate sobre la necesidad de aprobar semillas “producidas por biotecnología”, escondiendo detrás del genérico la búsqueda de aprobación de semillas transgénicas y tratando de convencernos que la fábula de Juanito y las habichuelas mágicas es real y se encarna en los transgénicos como la única y perfecta solución para la producción agroalimentaria en el país. Aquí planteamos algunos elementos para un análisis más profundo de los intereses que se enmascaran detrás del discurso de la productividad.

La “sana” preocupación del agronegocio por la producción de alimentos

La escasez de maíz para la alimentación pecuaria, ocurrida en las últimas semanas, destinada a incrementar los precios de alimentos de primera necesidad como la carne de pollo y los huevos, ha sido presentada por el agronegocio como el resultado de la negación a aceptar las semillas transgénicas y por tanto generar irresponsablemente la escasez de alimentos.

Sobre este discurso se han montado de inmediato los grandes productores de soya, y detrás de estos los importadores de agrotóxicos, pretendiendo alimentar el fuego de la movilización social como herramienta para conseguir la aprobación, sin ningún proceso de bioseguridad, de nuevos eventos de soya transgénica y de maíz.

Esta narrativa ha sido rápidamente desmontada por los sucesivos operativos realizados por entidades de gobierno, encontrando más de 300 mil toneladas de maíz escondidas con el fin de incrementar su precio, y por tanto afectar la cadena de alimentos relacionados.

Asimismo, mientras el agronegocio se queja de la ceguera del Gobierno de mantenernos en el oscurantismo al no aceptar el salto tecnológico de la biotecnología (léase transgénicos), con el argumento de la necesidad de producir alimentos para el país, a la par exige permanentemente que los límites de exportación, establecidos para garantizar la provisión al mercado local, se reviertan y se avance hacia el libre mercado.

Entonces, por un lado, exigen transgénicos para alimentar a bolivianos y bolivianas; pero, por otro, exigen la liberación de las exportaciones. Claramente se desnudan los verdaderos intereses.

La propiedad sobre la semilla: nueva estrategia de dominación

Desde hace décadas que la lucha contra los transgénicos plantea una diversidad de argumentos. Aquí nos concentraremos en uno poco visibilizado y que tiene que ver con que las semillas transgénicas tienen una patente y son parte de paquetes tecnológicos con una diversidad de agrotóxicos.

Gracias a eso Monsanto ha demandado a cientos de productores en los Estados Unidos por supuestamente infringir la patente de sus semillas cuando estas han sido encontradas en las granjas de los propios productores, una situación que resulta por el proceso de polinización natural que ocurre gracias a animales. Los agricultores demandados, incapaces de pagar una defensa adecuada, han terminado en muchos casos perdiéndolo todo.

Adicionalmente, los paquetes tecnológicos asociados llevan agrotóxicos que, como el herbicida glifosato, terminan generando resistencia en las malezas, y se requiere utilizar nuevos y más costosos herbicidas que contaminan suelos y fuentes de agua, además de tener un potencial cancerígeno demostrado, y que lleva al incremento de los costos de producción y al endeudamiento de los pequeños productores que creyeron en la panacea de los transgénicos como la solución a la pobreza.

Paso a paso las transnacionales dueñas de las patentes, y sus socios nacionales, se van haciendo dueñas de la producción de alimentos, controlando a los productores endeudados y usando estas deudas para contar con una base social que defienda sus intereses. La estrategia de la dominación y el neocoloniaje, sutil pero contundente.

Las nuevas realidades y la dependencia de los alimentos

La pandemia del Covid-19 nos ha enfrentado a las restricciones no solo en el transporte de personas entre las regiones del mundo, sino también al transporte de alimentos; los fletes se han encarecido de manera importante y los flujos de alimentos entre una región y otra sufrieron retrasos que afectaron la alimentación en numerosos países.

Asimismo, este evento sanitario global ha traído fuertes tendencias hacia una alimentación más sana y nutritiva, gracias al convencimiento de que un sistema inmune sano y fuerte es una de las mejores defensas ante nuevas epidemias nacionales y globales, lo que está llevado a un crecimiento de los mercados de alimentos orgánicos, sanos, sin agrotóxicos, de sistemas agroecológicos y similares.

A ello se han sumado las consecuencias del reciente conflicto bélico, que ha tenido un efecto en el incremento de precios de alimentos como la soya y los fertilizantes, afectando de manera directa los precios de los alimentos en muchas partes del mundo.

Es claro que en un mundo en que fruto de un conflicto bélico aumentan los precios de los alimentos que son parte del comercio internacional, como por ejemplo la soya, sería una decisión errada y poco estratégica poner los alimentos de nuestro país en manos de las transnacionales de las semillas y los agrotóxicos.

La ruta a seguir en este mundo pandémico y en conflicto no pasa por entregar a las transnacionales las decisiones sobre nuestra producción y alimentación. La vía es asegurar la soberanía sobre los alimentos a través de una sólida acción y presencia estatal, en alianza con los verdaderos productores de alimentos.

Las medidas tomadas por el Gobierno para desmantelar el nuevo ataque del agronegocio y su falsa escasez de maíz fueron exitosas. Y aunque este no será el último boicot, sin duda Bolivia está cada vez más preparada para poner en el lugar que le corresponde a aquellos que no solo pretenden lucrar con el estómago de la gente, sino que son la punta de lanza contra un Gobierno que sigue avanzando en la eliminación de las condiciones de dependencia del país y que se ha plantado sólidamente en la ruta de la soberanía alimentaria, que está en la base de la soberanía y la dignidad nacional.

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