Las cifras del drama en un mundo indiferente

Por Pedro Cruz Pérez

En el año 2024, más de 5,000 personas fueron asesinadas, un récord macabro que supera cualquier cifra previa. Entre ellas, 289 niños, 24 al mes resultaron heridos o muertos, para un aumento del 68% respecto a 2023.

¿Dónde están las campañas de solidaridad, las declaraciones urgentes o las sanciones a los perpetradores? La comunidad internacional, ocupada en conflictos geopolíticamente rentables, mira hacia otro lado mientras la infancia haitiana es borrada por la violencia.

Para enero de 2025, más de un millón de personas habían huido de sus hogares, triplicando los desplazamientos del año anterior. Familias enteras vagan por un territorio donde el 85% de Puerto Príncipe está en manos de bandas armadas. Estas no son meras facciones delictivas, controlan barrios clave, rutas estratégicas y con ellas, el destino de millones de seres humanos. Mientras tanto, la ONU y los gobiernos influyentes se limitan a expresar preocupación en comunicados que nadie lee.

Los más de 1,400 secuestros registrados en 2024, cometidos principalmente por estos grupos, reflejan una economía de terror que ya no sorprende. Tampoco lo hace el dato de que 5.5 millones de personas, casi la mitad de la población, necesitan ayuda humanitaria urgente. ¿Cuántas conferencias, cumbres o fondos de emergencia se han activado? La respuesta es clara, migajas frente a un abismo.

Haití no es una prioridad porque no ofrece réditos estratégicos, recursos codiciados o ventajas mediáticas. Su drama se reduce a titulares esporádicos y donaciones simbólicas, mientras el cinismo diplomático perpetúa el sufrimiento. Comparado con la rapidez de las respuestas en otras crisis, este olvido no es casual, es una decisión política alimentada por el desinterés pecuniario.

Las cifras, frías y desnudas con rostros humanos, claman por acción. Pero en un mundo donde solo el oro económico o estratégico moviliza voluntades, Haití sigue siendo un espejo incómodo de nuestra hipocresía colectiva. Urge que la comunidad internacional deje de medir el valor de las vidas por su peso geopolítico. Porque detrás de cada número hay una vida con derecho a existir, que ya no puede ignorarse.

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