Las Elsas y Pedro… diálogo poético de los Domínguez Brito.

Por: Luis Córdova

Aún hay tiempo para la poesía. Puede que la vida nos sorprenda, nos golpee con dureza en decepciones o nos vuelva a enamorar con fragancias de olvido.

Hay un hombre que escribe. Unos amigos lo leen y la complicidad se multiplica en espirales.

Hay unas mujeres que escriben. Se desnudan de palabras, marchando hacia la luz, mientras cantan libertad.

Hay una niña esperando que las aguas del tiempo mojen sus pies para hacerla crecer.

Hay un libro. Un diálogo poético entre familiares, un testamento que no solo ha quedado en la familia.

Pedro mira poesía. Sus ojos se abren en la sorpresa de estar descubriendo un mundo nuevo a través de los versos que le modelan.

¿De dónde vino el poeta?

De una Elsa.

¿Dónde va a parar el poeta?

A otra Elsa… quizás la misma que la contiene.

La madurez de la escritora que es doña Elsa, como los santiagueros que la amamos le llamamos, ofrenda una deslumbrante selección de su obra poética, que temprano la consagró como la poeta mística de la ciudad, una referencia obligada.

Otra Elsa y otra voz. Sorprende a muchos que Elsa María, quien anteriormente había publicado poesía, conserve la vibrante ebullición de su pensamiento siempre fresco y decididamente atrevido.

Con la publicación de las “Elsas y yo”, se nos regala una edición con escasas referencias en la tradición poética dominicana.

Nos regala a Pedro, por fin, poeta.

Nos vuelve a la esperanza de una Elsa niña que espera, sin saberlo, que la poesía nos salve.

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