Lino Zanini y Trujillo: la guerra que el Jefe perdió ( 1 de 2)
Dos días después de las expediciones militares del 14 junio de 1959 por Constanza, Maimón, y Estero Hondo, Monseñor Lino Zanini fue designado por el Papa Juan XXIII Nuncio Apostólico en la República Dominicana. La cercanía de las fechas sólo fue una coincidencia. La decisión papal fue tomada antes del desembarco de los guerrilleros que vinieron desde Cuba a combatir la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.
Hay razones para pensar que esa designación, que en los días venideros resultaría ser muy importante en la difícil lucha contra Trujillo, tuvo su raíz en el triunfo de la guerrilla de Fidel Castro en Cuba el 1 de enero de 1959.
El triunfo de Fidel iba a tener una repercusión directa y negativa para la dictadura. El Jefe venía teniendo ciertos inconvenientes con la administración de Dwight Eisenhower a partir del secuestro en territorio norteamericano del español Vasco Jesús de Galíndez, y más concretamente, a partir de la muerte en territorio dominicano del piloto norteamericano Gerald Murphy. Pero, en verdad, usando sus bien pagados cabilderos, había podido campear el temporal y seguir montado tranquilo el caballo de la nación.
Con el triunfo de Fidel esa calma se iba a convertir en una tormenta en la que Trujillo se fue enredando, y parecía no tener fin ni solución. A eso contribuyó mucho el propio tirano que, no acostumbrado a navegar con el imperio en contra, iba tomando erráticas y continuas decisiones. El hombre parecía perder la astucia y la agilidad mental que tuvo en otros tiempos. Los errores iban sucediendo uno tras otro.
La primera consecuencia notable e importante fueron las expediciones de junio de 1959, patrocinadas por Fidel Castro y Rómulo Betancourt. El 25 de enero, es decir, a menos de un mes de su triunfo, Fidel visitó Venezuela, y se reunió con Betancourt, en ese momento presidente electo, y ambos acordaron apoyar una expedición militar contra Trujillo. Betancourt puso una sola condición: que la expedición no saliera de territorio venezolano, y así se hizo. Salió desde Cuba, pero con el apoyo financiero de Fidel y Betancourt.
Otra consecuencia negativa para Trujillo fue el cambio drástico de la política norteamericana, que se concentraría en evitar otra Cuba en el Caribe, y especialmente en República Dominicana. La permanencia de Trujillo en el poder contrariaba esa política, en virtud de que, según ellos, estimulaba el avance de las ideas comunistas, y al mismo tiempo dificultaba la lucha contra Fidel Castro. En esa atmósfera concluyen que había llegado la hora de sacar al viejo dictador del poder, preferiblemente por la buena, pero si no obtemperaba por la buena, entonces se procedía por la mala.
El Vaticano se sumó a esa política. Dice Euclides Gutiérrez Félix que «hubo un acuerdo no escrito entre el Vaticano y Estados Unidos». Claro, al estilo Vaticano. Sin documentos ni alharacas, pero sí uniendo esfuerzos en la tarea de aislar a Trujillo y hacerlo más vulnerable, dándole golpes contundentes y precisos. Es en ese contexto regional que se produce la designación por parte de la Santa Sede del Nuncio Lino Zanini. Tenía 50 años y era un veterano diplomático. Había estado en Ecuador, Chile, Líbano, Bélgica e Irán. Y también se había desempeñado como Secretario de la Secretaría del Vaticano. Y algo muy importante: era de mucha confianza del Papa Juan XXIII.
II
De manera que el hombre que el Papa designaba como su representante en RD no era cualquier Nuncio. Era el hombre indicado, escogido con conciencia y conocimiento, para enfrentarse a Trujillo y enrumbar la Iglesia Católica dominicana por un camino diferente al trillado hasta entonces. La luna de miel, la cooperación, la indiferencia frente a los crímenes, la sumisión pagada, la legitimación, que Trujillo había disfrutado con la iglesia por 30 largos años, con la llegada de Lino Zanini iba a terminar.
Vino con instrucciones precisas de distanciar a la iglesia del régimen. El Papá se había percatado de que los vientos en la región soplaban contra las dictaduras. Ya habían caído Juan Domingo Perón en Argentina, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela, Gustavo Rojas Pinilla en Colombia y Fulgencio Batista en Cuba. Era lógico pensar, pues, que el próximo sería Trujillo, por lo que era recomendable marcar distancia, y si es preciso, incluso, ayudar a su derrocamiento.
Con razón dice Euclides Gutiérrez Félix que «Zanini no llegó al país, pues, de manera casual». El propio Zanini, en una entrevista concedida a Víctor Gómez Bergés en 1983 cuando éste se desempeñaba como Embajador ante la Santa Sede, le confió que vino con las instrucciones de «conservar prudente distancia y mantener frías relaciones con Trujillo y su régimen». Y efectivamente, así actuaría. Cumplió cabalmente su papel. En el poco tiempo que estuvo en la República Dominicana no se vinculó a ningún funcionario del gobierno, y siempre evitó en la medida de lo posible acudir o coincidir en actividades oficiales con Trujillo. Pero no sólo se limitó a «mantener distancia y frías relaciones con Trujillo y sus funcionarios», sino además, fue el artífice principal de la política de confrontación abierta, sin medias tintas, de la Iglesia contra Trujillo. Definitivamente, el hombre no vino a jugar.
Esa política llevaría a la iglesia a emitir el 31 de enero de 1960 una Carta Pastoral, histórica, de profundo contenido adverso al régimen, y de mucho significado político. En ella, los obispos expresaban sus repudios a la drástica represión que el gobierno aplicaba contra el incipiente Movimiento Revolucionario 14 de Junio, que mantenía las cárceles llenas de presos políticos, que además eran torturados y asesinados.
Esa Carta Pastoral era prácticamente una declaración de guerra contra Trujillo y su régimen. La Iglesia había bendecido y legitimado a Trujillo y siempre fue un importante soporte espiritual y político para su dictadura. Pero ahora, justo en el momento que más Trujillo necesitaba del apoyo y la legitimación de esa Iglesia, ésta le daba la espalda. Se le viraba en un momento clave. Y eso Trujillo no lo iba a tolerar ni a perdonar. Para Trujillo, acostumbrado a la sumisión y a la adulación más abyectas, y a conseguir todos sus propósitos sin mayores inconvenientes, esa nueva postura era simplemente una traición. Así la interpretó y como tal sería enfrentada por él.
El artífice de esa Carta Pastoral y de todo lo que vendría como consecuencia de ella como política de la iglesia fue el Nuncio Lino Zanini, el hombre enviado por el Papa Juan XXIII a cumplir con ese papel, y que tenía el carácter suficiente para ello. Trujillo, con un instinto bien desarrollado, se dio cuenta inmediatamente que la iglesia que había sido su aliada durante 30 años, le estaba declarando la guerra, a la que él se iba a enfrentar con toda la imprudencia del mundo y sin dar ningún paso atrás. Esa guerra solo terminaría con su muerte la noche del 30 de mayo de 1961.