Los daños del humo para la salud no se apagan con el fuego: pueden aparecer años después
Los riesgos para la salud asociados al humo de los incendios de la magnitud como los que asolan España, entre ellos el de sufrir un ictus, un infarto o una infección respiratoria, no acaban tras la extinción del fuego, sino que pueden perdurar durante semanas e incluso dar la cara años después.
Dependerá de la gravedad, la superficie quemada y de las condiciones meteorológicas, ya que las partículas generadas «persisten flotando en el aire mucho tiempo» y los gases «tienen que dispersarse», un proceso que puede durar semanas después de extinguido el incendio, comenta a EFE Carlos Baeza, miembro del área de Neumología Ambiental y Ocupacional de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).
La evidencia existente sobre el impacto en la salud de los incendios forestales es limitada, pero apunta a que, con exposiciones de unas horas o días al humo, «no parece que vaya a ocurrirnos nada».
El problema es que esta virulenta ola de fuegos, con 400.000 hectáreas arrasadas, sigue sin dar tregua desde hace muchos días y ha generado los mayores niveles de emisiones en la Península Ibérica de las dos últimas décadas, según el Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copérnico (CAMS, en por sus siglas en inglés).
Mayor mortalidad cardiovascular y partos prematuros
Las partículas que componen el humo están formadas por hollín, ceniza y otros compuestos. Las más peligrosas son PM2,5, tan pequeñas que son capaces de penetrar en la vía respiratoria.
También se generan compuestos orgánicos volátiles e hidrocarburos aromáticos policíclicos, como los benzopilenos, además de gases como el dióxido de azufre, el dióxido de nitrógeno o el mononóxido de carbono.
Eso si se quema es vegetación; cuando también arden viviendas o coches, se pueden liberar otros que aumentan la peligrosidad, como trazas de metales como el plomo, el mercurio o el arsénico.
Lo primero que se nota
Lo primero que se nota es picor de garganta, tos, irritación nasal u ocular, que «se van en minutos u horas después de haber cesado la exposición», pero también se puede inflamar la vía respiratoria inferior, lo que da lugar a sensación de falta de aire, de presión en el pecho o incluso mareo.
«Cuando eso ocurra, hay que buscar atención médica, porque en cuestión de minutos las vías respiratorias se nos pueden cerrar y producir cuadros graves», señala el neumólogo del Hospital de Elche.
Mayores riegos en personas con patologías
Los riesgos obviamente se acentúan para las personas con enfermedades respiratorias como asma o EPOC, y en niños, cuyos sistemas inmune y respiratorios son más inmaduros; existe evidencia de que los que han estado expuestos al humo tienen mayor riesgo de desarrollar asma bronquial.
También en los mayores que, al tener el sistema inmune más débil, tienen más riesgo de sufrir bronquitis, complicaciones respiratorias y cardiovasculares, y en las embarazadas, en las que se ha constatado que aumenta el riesgo de sufrir un parto prematuro y de que el bebé nazca con bajo peso.
EFE