Más allá de la crisis de los partidos

César Pérez.

Es difícil pensar en hacer cambios (o revolución) sin instintivamente pensar en los que se intentaron en el pasado.

Los partidos surgieron de la necesidad de organizar y ampliar las demandas espontáneas de participación de diversos sectores en las instituciones del Estado donde se tomaban las decisiones políticas fundamentales. Nacen como una mediación necesaria entre esa institución y una pluralidad de intereses sociales y/o de clases que emergían conforme se desarrollaba el proceso productivo de la sociedad capitalista. Fue, por tanto, “el triunfo del pluralismo social frente a un orden simplemente constrictivo y conservador”. Desde finales de XIX, hasta la sexta década del siglo XX, los partidos jugaron un papel determinante para la consolidación del capitalismo y de la llamada democracia política. Pero, a partir de las últimas décadas del pasado siglo, comienza el declive de estas organizaciones que las ha sumido en una profunda crisis

Una crisis que no es sólo de los llamados tradicionales, como dicen algunos, sino que abarca a todas las colectividades políticas organizadas como partido. Un balance sobre el estado de situación actual de los sistemas políticos, en todo Occidente, arroja el incontrovertido dato de que la generalidad de las grandes colectividades políticas que jalonaron el desarrollo de la democracia en sus respectivos países hoy día o no existen o están en extremo disminuidos. Se diluido grandes partidos social demócratas, conservadores, de centro, socialistas y comunistas. Entre otras, las causas explicativas de esa circunstancia es que esas colectividades dejaron de ser un cuerpo de ideas para dirigir lo público y se convirtieron en meras máquinas electorales dirigidos por técnicos.

Igualmente, que al convertirse en gobiernos algunos de esos técnicos son quienes diseñen y dirigen las políticas y los grandes temas del Estado. También que los principales dirigentes partidarios dejan las actividades partidarias y se concentran en las que, como parte del tren gubernamental, deben hacer como dirigentes partidarios y por ende, de hecho, el partido deja su función de mediación entre la sociedad y Estado, como fue al inicio de surgimiento como tal. El partido, como pluralidad de intereses de grupos y clases, pierde su función mediadora y el control del Estado lo asume un grupo reducido de funcionarios, muchos de ellos que nunca fueron ni serán del partido.  De esa manera, como dice Michels, se produce el “dominio de los elegidos sobre los electores de los delegados sobre los delegantes, de los mandatarios sobre los mandantes”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.