Tierras sanas para un futuro sostenible
Coautores: Achim Steiner, Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; Ibrahim Thiaw, Secretario Ejecutivo de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD)
Ningún país —sea cual sea su PIB, tamaño o latitud— es inmune a los efectos de las sequías y la degradación del suelo, pero todos pueden, y deben, emprender acciones colectivas para hacerles frente.
Sólo en los dos últimos años, Estados Unidos ha sufrido su peor megasequía en 1.200 años; Europa, la peor en 500 años; y el bajo nivel del agua ha alterado la navegación por el Canal de Panamá. Sequías históricas han asolado el sur de África y el Cuerno de África, han secado ríos de la cuenca del Amazonas y han barrido Afganistán y el sudeste asiático, por citar sólo algunos ejemplos. La sequía acelera la degradación de la tierra y viceversa, creando un peligroso círculo vicioso.
Alrededor del 75% de las tierras del planeta se han vuelto permanentemente más secas en los últimos 30 años y hasta el 40% ya están degradadas.
Las decisiones que tomamos sobre nuestro medio ambiente y cómo lo protegemos están determinando el mundo que dejaremos a las generaciones futuras. En el centro de este momento histórico está cómo gestionamos nuestra relación con las tierras. El uso insostenible de la tierra, unido al cambio climático y a un consumismo excesivo, está erosionando su capacidad para proporcionar los alimentos, el agua, el cobijo y los medios de vida de los que dependemos.
Sin embargo, hay esperanza. La16ªConferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, o COP16 de la CNULD, que se está celebrando en Riad (Arabia Saudí), es una oportunidad para abordar estos cambios como lo que son: un importante problema de desarrollo y seguridad que debemos tomarnos en serio para evitar más migraciones forzosas, inestabilidad política y conflictos a medida que el planeta sigue calentándose y secándose.
En la mesa de negociación de la COP16 está el primer régimen mundial para enfrentar la sequía; la restauración de hasta 1.500 millones de hectáreas de tierras degradadas para 2030; y la inclusión de las mujeres, los pueblos indígenas, los gobiernos locales, los jóvenes y el sector privado en las acciones relacionadas con la tierra y la resiliencia a la sequía. Siete de los nuevelímites planetarios dependen de unas tierras sanas, al igual que la consecución de los objetivos climáticos y de biodiversidad fijados en el Acuerdo de París y en el Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal.
El principal motor de la pérdida de biodiversidad sigue el uso que los humanos hacen de la tierra, principalmente para la producción de alimentos: la actividad humana ya ha alterado más del 70% de toda la superficie terrestre libre de hielo, comprometiendo la función del suelo como el mayor sumidero de carbono del planeta después del océano.
Proteger, gestionar y restaurar los bosques, por ejemplo, ofrece aproximadamente dos tercios del potencial total de mitigación del cambio climático de todas las soluciones basadas en la naturaleza. En otras palabras: sin un uso sostenible de la tierra y una restauración eficaz, nuestras ambiciones medioambientales y de desarrollo sostenible quedarán fuera de nuestro alcance.
El potencial económico de la restauración de tierras degradadas es inmenso. Estamos en el umbral de desbloquear una economía de restauración de un billón de dólares. Si invertimos en la restauración de tierras, podemos garantizar la seguridad alimentaria e hídrica de una población mundial que va camino de los 10.000 millones de personas para 2050. Las inversiones necesarias superan con creces los costes de la degradación de la tierra y la sequía que ya sufren nuestras economías y sociedades. Además, unas tierras sanas son cruciales para la adaptación al clima, la conservación de la biodiversidad y el desarrollo humano sostenible.
En la Cuarta Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo (FfD4) que se celebrará en España el año que viene, los líderes mundiales deben comprometerse con mecanismos de financiación innovadores que apoyen la restauración de la tierra y la resiliencia a la sequía a la escala necesaria. Los compromisos financieros asumidos en la FfD4 pueden catalizar la inversión necesaria para restaurar las tierras degradadas, transformar los sistemas agrícolas y apoyar a las comunidades vulnerables.
Las decisiones que tomemos en la COP16 de la CNULD y en los próximos años determinarán si dejamos un planeta capaz de sustentar la vida o uno irreparablemente dañado por nuestra inacción. Elijamos la restauración y, con ella, un futuro próspero y sostenible para todos.
Acerca de la CNULD
La Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) es el único acuerdo internacional jurídicamente vinculante sobre la gestión de tierras. Apoya a las comunidades y los países en la obtención de alimentos nutritivos, agua limpia, energía y medios de vida a través de la gestión sostenible de la tierra. Las 197 partes de la Convención también colaboran para gestionar de forma proactiva los riesgos de sequía. Una buena gestión de la tierra basada en políticas y conocimientos científicos sólidos ayuda a integrar y acelerar la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, aumenta la resiliencia al cambio climático y previene la pérdida de biodiversidad.
Acerca del PNUD
El PNUD es la principal organización de las Naciones Unidas que lucha para poner fin a la injusticia de la pobreza, la desigualdad y el cambio climático. Trabajando con nuestra amplia red de expertos y socios en 170 países, ayudamos a las naciones a construir soluciones integradas y duraderas para las personas y el planeta.
EFE VERDE