Vicios y pasiones en la cultura política dominicana

Cándido Mercedes

¿Qué explica que desde 1996 esa oligarquía partidaria no haya realizado una sola reforma estructural en el seno de la sociedad dominicana?

“Vivimos en un mundo en que el propio cambio se ha convertido en algo tan obvio que corremos el riesgo de olvidar incluso que es lo que ha cambiado”. (Hannah Arent: Que es la política).

Los actores políticos requieren empoderarse de la necesaria correspondencia biunívoca entre acción y discurso. Una obra de la cultura ética, de los valores intrínsecos de la democracia. No podemos seguir diferenciando al político y a la persona, a lo que es privado y el sentido público que lo aborda todo. La decencia no puede ser sustraída al campo de la interactuación personal si no a lo institucional y al manejo de lo colectivo.

Las actitudes, creencias de los actores políticos actuales en el Siglo XXI, no puede seguir configurando un orden político divorciado de la agenda social, postergando de manera sempiterna problemas ancestrales de la vida pública: económica-social-institucional. Dicho de otra manera, el sistema político tiene que cambiar significativamente su cultura política que le dio éxito ayer, pero que hoy se ve su deriva queriendo mantener su pasado en un mundo y una sociedad que requieren de nuevos paradigmas. Cultura política para Rodrigo Borja, en su libro Enciclopedia Política, es “el conjunto de conocimientos, tradiciones, valores, mitos, creencias, juicios de valor, prejuicios, opiniones, prácticas, costumbres, recuerdos históricos y símbolos de una comunidad que orientan su comportamiento político y a veces lo condiciona”.

La cultura política y con ello, todo el andamiaje del sistema político, su liderazgo, acusa de enorme déficit: el verticalismo y centralización sin democracia interna y vocación eterna de voluntarismo y autocracia, incubado en la eternidad del tiempo en la jerarquía partidaria. Las 4C del nuevo dirigente: pensamiento crítico, comunicación, colaboración y creatividad, adolecen en ellos. Aún más, aquellos, muy pocos, que tienen los conocimientos y preparación no aúnan las simbiosis para la transformación por el abismo entre acción – decisión y pensamiento, marcada por la carencia de carácter en la personalidad de muchos actores.

El Siglo XXI comporta un nuevo desafío en el liderazgo, no importando su caracterización: empresarial, organizacional, presidencial. La inteligencia emocional se constituye en la llave fatua ineludible para construir sinergia y espacio de transformación. La inteligencia emocional es el uso inteligente de nuestras emociones. Es la fragua y timón para interactuar de manera efectiva con los demás. La inteligencia emocional es “La capacidad de reconocer nuestros propios sentimientos y los de los demás, de motivarnos y de manejar adecuadamente las emociones”. Es como gestionamos las emociones para el logro esencial de lo que hacemos tomando en cuenta, como nos diría Daniel Goleman, sus 5 atributos o dimensiones:

    1. La autoconsciencia;
    2. El autocontrol;

¿Qué ocurre en la cultura política dominicana que lleva a drenar el sistema político más allá de los intereses pequeños, corpóreos, falta de visión? Los actores políticos, sobre todo en los últimos tiempos, usan la política como escalera para el ascenso económico y social sin más manifestación que los vicios, malformaciones y pasiones singulares de una sociedad ataviada en los años 60 del siglo pasado. La era digital, la comprensión de la psicopolitica, de la infocracia, no han sido veladas por ellos. Se encuentran en la biopolítica y la necropolítica por la praxis no por la asunción conceptual, categorial, sino por la osmosis de la cotidianidad.

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