Situada en el centro de importantes fallas y placas tectónicas, y en medio de la ruta de huracanes el país se expone a un inminente e impredecible riesgo debido a la debilidad de muchas construcciones y edificaciones a todo lo largo y ancho del territorio que conforma este pedazo de isla.
Las delicadas pero oscuras entretelas que se enlazan y entretejen en el laberinto geológico de nuestro territorio, se cruzan, bailan al compás de un vaivén inimaginable, que nos puede llevar a una catástrofe sin precedentes.
¡Sí! La situación geográfica de República Dominicana, una isla surgida por una erupción volcánica, tiene muchas fallas geológicas–14 en total– y placas continentales que se mueven y entrelazan bajo el suelo, lo que, de no poner ojo avizor ante cualquier eventualidad, podría devenir en situaciones de alto peligro.
El ingeniero Osiris de León lo confirma al declarar que “la isla en principio era un núcleo volcánico central, constituido por lavas andesíticas y basálticas que salieron a la superficie hace unos 135 millones de años”. En el periodo jurásico, cuando la enorme masa continental comenzó a fraccionarse creando los continentes, islas y archipiélagos.
Dos entrevistas, dos puntos de vista a veces convergentes y otras divergentes, ponen en contexto la situación de alta peligrosidad que amenaza no solo al territorio nacional, sino a la isla completa. Ramón Delanoy, director del Instituto Sismológico de la UASD, y Osiris de León, ingeniero geólogo, presidente de la Comisión para la Supervisión de las Infraestructuras Públicas ante el Cambio Climático, responden a Panorama sobre este tema y algunas cositas más.
Estructuras antiguas y endebles
Durante años, y cada cierto tiempo, se denuncia el deterioro de una u otra vía de acceso de vehículos, peatonales, elevados y otras estructuras, que, supuestamente sirven para viabilizar el tránsito y la circulación entre localidades divididas por corrientes fluviales y citadinas entre el cemento y el concreto.
Estas estructuras expuestas a la inclemencia del tiempo en un país en el que “el día más claro llueve” y al permanente movimiento sismológico, convierten a estas edificaciones en potenciales peligros por la falta de supervisión y mantenimiento.
Es decir que, toda construcción sobre ríos, arroyos, cañadas, manantiales, confluencias y afluencias, deben ser supervisadas por lo menos cada seis años, según estándares internacionales, pero lamentablemente, solo se da “el famoso paño con pasta” y todo queda igual. Hablamos de los puentes.
En torno a este tema, el profesor Delanoy es enfático al declarar que la situación de buena parte de los puentes del país corre peligro, debido, principalmente a la falta de mantenimiento, erosión en sus bases, desgaste de los aproches, inundaciones periódicas, impacto de fenómenos atmosféricos, sísmicos y la carga que diariamente se desplaza por estas vías de comunicación, puede conducir a situaciones no previstas a nivel nacional.
Delanoy indica que gran parte de las infraestructuras de edificios, torres, casas y otro tipo de edificaciones, se llevan a cabo sin rigor alguno y sin control. ¡Estamos al borde de un colapso!, “si la energía que guarda en su interior el territorio surge a una profundidad determinada, es decir cerca del centro o la superficie de estas fallas”, estamos casi perdidos –opinión particular–.
¿Cuántos puentes necesitan reparación?
Cita como ejemplo la cantidad de infraestructuras viales en ostensible estado de deterioro, como el puente Los Pilones, en la zona sur del país, carretera Baní-Azua, sobre el río Ocoa, que presenta una curvatura peligrosa a partir del centro de la estructura, a pesar de que fue reinaugurado en 2012.
La densidad del tráfico que diariamente circula por esta zona del país, especialmente de vehículos pesados cargados de blocs de cemento y materiales de construcción, colocan a la región como una de alta peligrosidad, habida cuenta que por esta concurren las fallas Enriquillo-Plantain Garden y La Trinchera de los Muertos, justo en la placa del Caribe.
Para el ingeniero De León, los puentes que presentan mayor nivel de deterioro y que ameritan intervención urgente son el puente de La Barquita, que une a Santo Domingo Este con Santo Domingo Norte, entre Los Mina y Sabana Perdida, “se ha ido oxidando y deteriorando” de manera progresiva.
La Barquita a punto de desmoronarse
Deteriorando es una palabra que le queda pequeña, los pedazos de vigas oxidadas van cayendo paulatinamente, eso se pudo constatar en una visita que hizo Panorama al lugar, peor aún las casas, casuchas, casitas y todas las construcciones realizadas forman parte del soporte del puente, que no aguanta mucho más los aproches desestabilizados por los trabajos que se hicieran para unir el teleférico de la 17, –los cables fueron colocados dentro de la estructura peatonal de esta vía–, por la que cruzan a diario miles de vehículos de todo tipo, mantienen un desnivel de peso el paso desde Santo Domingo Norte hacia Los Mina.
¡Dios del cielo, misericordia!, clama Pascuala López, una señora que habita la parte baja de la estructura, justo debajo del aproche –la unión final del puente con tierra firme–, narra que hace “tres días iba saliendo de la casa y me cayó un pedazo de viga casi en la cabeza, la misericordia divina me salvó, se desmoronó delante de mis pies, ¡me quedé helada!”.
Javier Rodríguez, comunitario y voluntario de la Defensa Civil, quien lleva más de 20 años residiendo en el lugar, dice que, en 2002, cayeron cerca de 40 libras de material oxidado de la estructura de vigas del puente y hasta el momento, nadie se ha dignado hacer un estudio sobre la peligrosidad de la vía.
“Cuando iniciaron los trabajos del cableado del teleférico, estos se hicieron por dentro de la calzada norte este, agregando una espesa capa de hormigón que pone mayor peso de este lado, por eso el puente se bambolea y se ha hundido 12 metros la estructura original, lo que puede ocasionar un desplome en cualquier momento”. Este puente fue inaugurado en 1978, durante uno de los gobiernos de Joaquín Balaguer. Hasta el momento la estructura que lo soporta no ha sido objeto de mantenimiento. ¿A qué se espera, a que se derrumbe por completo y entonces lamentar la desgracia?
Lo mismo sucede con el puente Hermanos Patiño, sobre el río Yaque del Norte, en Santiago, cuya “estructura metálica también presenta alto nivel de deterioro por la oxidación del acero y a pesar de que se han hecho trabajos de intervención para remover y sustituir algunas piezas, este puente necesita una intervención mayor para que pueda seguir funcionando por varios años más”, refiere.
En cuanto al Francisco del Rosario Sánchez o “puente de la 17”, considera que, aunque se está interviniendo actualmente, el nivel de oxidación y deterioro que presenta es muy alto, por lo que, “debe convocarnos a todos como sociedad, a ir pensando en la construcción de un nuevo puente paralelo”, afirma.
Agrega que, “una vez que este nuevo puente esté construido, desarmar toda la estructura metálica del puente de la 17, aprovechar los pilares de hormigón, que los hemos revisado y están en buen estado y entonces tener dos puentes paralelos que sirvan para duplicar la capacidad de desahogo vial en esa ruta, uno de Este a Oeste y el otro desde el Distrito Nacional hacia Santo Domingo Este”.
Ni qué hablar del puente de Manoguayabo, que une a la comunidad de Haina al sur del Distrito Nacional con Santo Domingo Oeste, este sí que presenta un cuadro más que dramático, barandillas destruidas, hoyos por doquier y una base que se bambolea, constituye el epítome de una posible debacle.
Si se toma en cuenta que en el país hay dos mil 264 puentes con distinto carácter de prioridad y nivel de riesgo, según el censo realizado por el Ministerio de Obras Públicas en 2024, cuyo informe final reposa en el despacho del presidente Abinader, es de suponer que el peligro que se corre no es “muy agradable”.
Esto así, porque “la principal amenaza sísmica en la República Dominicana la representa la interacción de la placa del caribe con la placa de Norteamérica, especialmente en la parte norte-noreste de la Isla. En la parte Norte se encuentra la falla septentrional y la falla Camú, las cuales son fuentes sismogénicas importantes”.
Además, el gran número de fallas que cruzan la isla en todas las direcciones, “también fruto de la interacción entre placas, otra fuente importante de terremotos es la trinchera de los Muertos, ubicada en el Mar Caribe, al Sur de la isla”, según el Plan de Contingencia para Terremotos, elaborado por el Centro de Operaciones de Emergencia en 2009.
El Gran Santo Domingo y las edificaciones a granel y sin control
Al respecto, Osiris de León explica que el tipo de suelo y las estructuras que se construyen sobre estos puede determinar el grado de peligrosidad de ciertas zonas y pone como ejemplo al Gran Santo Domingo, en donde confluyen terrenos de alta, media y baja densidad de peligro.
En este sentido, dice que, en el Distrito Nacional y Santo Domingo Este, la configuración del terreno de roca caliza coralina, “teóricamente” ejerce un efecto de blindaje a las estructuras, “por lo que han de tener buena respuesta sísmica”.
Pero otros sectores como Los Prados, La Castellana, San Gerónimo, Los Ríos, Pantoja, Los Alcarrizos, Jardines del Norte, Arroyo Hondo, Manoguayabo, “ahí podríamos tener muy mala respuesta sísmica porque esos suelos son muy flexibles y amplifican el espectro y en esta misma medida se multiplican las fuerzas cortantes que empujan lateralmente los edificios y otras estructuras”.
Son terrenos aluvionales, producto de depósitos de lodo, desechos, cuya característica principal son las grandes cañadas que los circundan y atraviesan.
En este sentido, urgen estrategias y políticas dirigidas no solo a la supervisión de las obras públicas, también para estructuras privadas, que, en los últimos veinte años han surgido al calor de las necesidades humanas, en medio de grandes conglomerados humanos.
Posiciones coincidentes
En lo que ambos profesionales entrevistados coinciden es en la necesidad de mayores recursos para enfrentar estas situaciones extremas. “Tenemos que fortalecer los equipos de respuesta ante emergencias y eso implica mayor equipamiento para la logística de movimiento, sobre todo la Defensa Civil, Centro Operaciones de Emergencia (COE), Comisión Nacional de Emergencias y el Cuerpo de Bomberos de la República Dominicana, considera Osiris de León.
Lo mismo piensa el profesor Ramón Delanoy, quien opina que deben destinarse “mayores recursos a las instituciones de emergencia, a fortalecer y aumentar la cantidad ingenieros y sismólogos, a fin de tener una mayor capacidad de respuesta ante estos peligros a los que estamos expuestos. Y a otros que podrían surgir de manera no natural.
Pero… tenemos la Oficina Nacional de Evaluación Sísmica y Vulnerabilidad de Infraestructura y Edificaciones (Onesvie)
Esta entidad se creó el 5 de julio de 2001 mediante el decreto 715-01 para “evaluar la resistencia sísmica de las edificaciones y corregir vulnerabilidades”.
Como tal, es la encargada de la “preservación del patrimonio de las edificaciones públicas, así como contribuir a mitigar el riesgo sísmico de las edificaciones e infraestructuras, para proteger la vida de los ciudadanos mediante procedimientos técnicos y educativos.
En este aspecto tenemos que, en cuanto a las infraestructuras privadas, ¿bajo cuáles normas actúa el organismo estatal? Ahora sí que estoy perdida en el espacio. ¿Existe otra entidad u organismo encargado de la supervisión de las obras privadas y bajo qué premisas?
Lo cierto es que, según considera Osiris de León, “en el corto plazo hay que ir pensando en disponer de recursos del presupuesto nacional para adquirir equipos y multiplicar la cantidad de personal que esté al servicio de los organismos de socorro en todo tipo de horario. El huracán advierte con tiempo, no es el caso de los terremotos”, ni de otros fenómenos imprevisibles, “para que todos juntos, se pueda hacer el trabajo efectivo”.
¿A qué se espera entonces? En un país expuesto a grandes catástrofes, del tipo y manera que fueren, lo mejor es precaver antes que lamentar. Hay que poner el candado antes de que roben.
El momento para actuar, no para hablar, es necesario destinar recursos importantes, de esos que se destinan a nimiedades como alquiler de furgones para nada, actividades que no tienen ningún sentido y aunar esfuerzos y juntos, poner manos a la obra, claro, con políticas reales, dirigidas al conglomerado nacional, que se encuentra de manos atadas, ante situaciones que no espera.
Queda al Estado, al Gobierno y sus autoridades, todas, la última palabra para crear mecanismos eficaces, que, si no evitan, por lo menos minimicen los impactos a los que estamos expuestos. ¿Quién responde?