25 de septiembre o El día que se hundió la democracia.

Por Daniel Beltré.

Septiembre es una herida que interesó todos los órganos de nuestro cuerpo social; una herida que no restaña a pesar de los muertos legados por una sublevación sofocada a fuerza de felonía y miedo.

No es necesariamente cierto que el conflicto esté pendiente de un cierre violento; que se trate de una contienda inconclusa que sólo podrá resolver el regreso al fuego. No.

Sin embargo, no han concluido los espacios de entendimiento: la mesa habilitada para la resolución del conflicto sigue mostrando su tope atiborrado de pendencias.

Más que conclusiones, la historia nos trae una carta de interminables aplazamientos defendidos a fuerza de vilezas y connivencias.

La reacción ha tomado el control haciendo sentir vencida a una buena parte del pueblo dominicano.

Ha envilecido aún más a los inmensos sectores irredentos y ha despojado a la República de riquezas fundamentales sumiéndola en la simulación y el caos movidos por el despojo.

El pueblo llano no termina de advertirse de su situación de encierro, tampoco de una descendencia nacida tras los barrotes que cercan la libertad; el pueblo llano no se ha dado cuenta que junto a su prole viene siendo tratado como prisionero de guerra, circunstancia simulada por un pliego de aparentes oportunidades que podrá ser defendido como el ascenso al palo “encebao”.

El golpe nos legó la ira social que viene acumulándose con vocación devastadora; también, el espíritu de entendimiento para un diálogo obrado en sede de afanada democracia, al margen de todo espectáculo.

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