La dialéctica social de la IA

Pietro Daniel Omodeo.

La dificultad de imitar las habilidades de un camionero mediante la aplicación de la IA a los vehículos autoconducidos, una de las fronteras de la inteligencia actual, ejemplifica la complejidad mental del trabajo en general


La inteligencia artificial (IA) es la innovación omnipresente, a menudo reificada como omnipotente, de nuestro tiempo. De ahí el nuevo libro de Matteo Pasquinelli, El ojo del amo: Una historia social de la inteligencia artificial (Verso, 2023), que ofrece una concepción histórica y dialéctica de la IA, reviste en sí mismo una importancia crucial.

La obra de Pasquinelli es la culminación de años de investigación sobre la historia material de la ciencia, la algoritmización de la sociedad y el antagonismo entre capital y trabajo en el Antropoceno. Evalúa críticamente todo ello a través de la lente de Karl Marx y de teóricos posteriores preocupados por la epistemología histórica de la ciencia y el proceso laboral, complementada en cierta medida con el operaísmo italiano.1

En nuestra época, dominada por los sueños tecnocéntricos de transiciones verdes y digitales, el énfasis neoliberal en las «oportunidades» empresariales para la expansión de los mercados de capitales descuida una importante transición dirigida a la justicia social y ecológica.2

Este imperativo político-económico alienado requiere una perspectiva crítica desde abajo. Pasquinelli avanza en la dirección correcta, ya que la cuestión del socialismo está inscrita en la lógica del libro. Considera la IA como una tecnología que es la expresión de relaciones sociales conflictivas y afecta al poder, como lo hacen todas las máquinas (o los medios de producción) bajo el dominio capitalista. Como escribió Marx en El Capital «Los instrumentos de trabajo no sólo proporcionan un patrón del grado y desarrollo que ha alcanzado el trabajo humano, sino que también indican las relaciones sociales dentro de las cuales trabajan los hombres.»3

El enfoque de Pasquinelli de la historia de la ciencia y la tecnología sigue los pasos de los «externalistas sociales» de la ciencia y epistemólogos históricos como Boris Hessen, Henryk Grossman, Peter Damerow y Jürgen Renn.4

Como Pasquinelli afirma explícitamente, El ojo del amo pretende

estudiar y evaluar estos linajes [sociales múltiples] de la IA desde la perspectiva (externalista) de la automatización del trabajo, más que como problemas (internalistas) de lógica computacional, rendimiento de tareas y semejanza humana».5 El objetivo principal del libro es desarrollar un análisis desideologizado y centrado en el trabajo de las raíces socioeconómicas de la era digital apoyándose en una metodología crítica, definida así: «La epistemología histórica se ocupa del despliegue dialéctico de la praxis social, los instrumentos de trabajo y las abstracciones científicas dentro de una dinámica económica global.6

Se trata de una reinterpretación praxeológica del programa de Hessen para una historia social de la ciencia que explica la ciencia como el resultado de tres factores principales: la economía política, la tecnología y la ideología.7

De acuerdo con este enfoque, se puede suponer además que toda la tecnología, incluidas las tecnologías de la era digital, se sitúan en la intersección de las prácticas sociales (una cuestión de economía), la ciencia (ligada al componente del conocimiento) y la cultura material y las luchas de clases (el eje político).

Desde un punto de vista marxista, las tecnologías productivas deben entenderse como «capital fijo», es decir, como medios de producción, organización del trabajo y alienación del trabajo. Pasquinelli aplica estos conceptos críticos a la IA, entre cuyos ejemplos históricos más famosos se encuentran las máquinas de calcular de Charles Babbage en el siglo XIX y la informatización de las herramientas estadísticas de Frank Rosenblatt a mediados del siglo XX, basada en el análisis estadístico automatizado.

De hecho, una epifanía tecnológica constituye el punto álgido del libro: La invención por Frank Rosenblatt del perceptrón en 1957. Pasquinelli dedica el último capítulo a este sistema artificial autoorganizado comparable (para Rosenblatt) a un cerebro, constituyendo el inicio material de la IA.

La construcción de la primera tecnología de reconocimiento de patrones basada en redes neuronales -y, por tanto, capaz de aprender o, para ser precisos, de aprendizaje automático- marcó el inicio de un nuevo curso tecnosocial.

El primer prototipo, Mark I Perceptron, automatizó el análisis estadístico y utilizó un método de ensayo y error para aprender a reconocer patrones. Desarrolló un sistema de reconocimiento de patrones a partir de su sensor, una cámara de veinte por veinte píxeles con cuatrocientos fotorreceptores, mediante un proceso de tres pasos que pasaba de las unidades sensoriales a las unidades asociativas, y de éstas a las unidades de respuesta, que seguían una lógica clasificatoria binaria.

Según Pasquinelli, la informatización de las herramientas estadísticas incorporó técnicas psicométricas para medir la inteligencia y las habilidades cognitivas, de las que Rosenblatt era un apasionado investigador. Estas metrologías implicaban una comprensión reduccionista de la mente, reducida a un conjunto de habilidades cuantificables, introduciendo así un prejuicio que puede considerarse el «pecado original» de la IA.

Además, el programa para cuantificar la cognición formaba parte de una ciencia, la psicometría, concebida específicamente para la normalización social. Así pues, lejos de constituir un factor arbitrario del desarrollo de tecnologías aparentemente neutras, la crítica político-epistemológica de Pasquinelli apunta al hecho de que los prejuicios clasificatorios están estructuralmente incrustados en la IA.

En efecto, las máquinas aprenden a clasificar según categorías culturales reificadas (ideologías de clase relativas a las relaciones sociales, raza, género, etc.): «Desde el test de Turing, las máquinas han sido juzgadas como ‘inteligentes’ comparando su comportamiento con las convenciones sociales».8

Empezando por el final de la historia de Pasquinelli, es decir, el logro tecnológico de Rosenblatt, examinaré El ojo del amo a rebosar para reorganizar su relato como una arqueología de la IA. La narración se desarrolla siguiendo la lógica de desarrollo de la IA, desde consideraciones muy generales sobre la aparición de los algoritmos a partir de abstracciones de cálculo en la antigüedad y de los ordenadores en la modernidad, hasta la organización del trabajo bajo el capitalismo desde la Revolución Industrial.

Una lectura inversa de las tres secciones permite ilustrar mejor cómo Pasquinelli rastrea la génesis de la IA en los escenarios científico-culturales del siglo XX (tratados en la última parte, «La era de la información») y, retrocediendo más, en la edad de oro de la industrialización inglesa y las luchas de clases (que se encuentran en la primera parte, «La era industrial»), conectando así la historia de la IA con una historia más general del trabajo, la tecnología y la extracción de conocimientos (descrita en la introducción).

La lectura en este orden pone de relieve la fuerza de la propuesta de Pasquinelli de una teoría laboral del conocimiento que invierta los mitos generalizados sobre la economía del conocimiento a partir de una investigación histórico-materialista.

La era digital inaugurada por el perceptrón es el tema central de la segunda y última sección del libro. Pasquinelli explora aquí las ideas y las prácticas tecnológicas sobre las que pivota la IA. Tres ideas se muestran cruciales: en primer lugar, la fijación con la metáfora biológica de la red neuronal; en segundo lugar, el problema recurrente del reconocimiento de patrones como prueba de la inteligencia; y en tercer lugar, el «conexionismo» y la «autonomía» como los dos pilares interconectados del paradigma epistemológico (y la ideología) de la IA.

En cuanto a la fijación de la IA con las redes neuronales, Pasquinelli presenta esta metáfora como un legado de la idea del neuropsiquiatra Kurt Goldstein y del psicobiólogo Donald Hebb de una neuroplasticidad capaz de transferirse de la fisiología cerebral a las máquinas.9

En un artículo a menudo citado de 1943, «Un cálculo lógico de las ideas inmanentes a la actividad nerviosa», un texto pionero que apareció antes de la construcción de los modernos motores informáticos, los cibernéticos Warren McCulloch y Walter Pitts (neurofisiólogo y matemático, respectivamente) plantearon la idea de que las neuronas podían imitarse por medios tecnológicos. Éste fue el impulso original para desarrollar una IA que reprodujera las funciones cerebrales.

Pero, como señala Pasquinelli, los autores del artículo no imitaron la naturaleza, como pretendían. Más bien, reinterpretaron las neuronas en términos tecnológicos, más concretamente por analogía con los circuitos eléctricos que el ingeniero Claude Shannon había ideado para reproducir técnicamente las operaciones de lógica binaria booleana.10

Además, mientras que la idea de las redes neuronales procede de una reinterpretación tecnológica de la fisiología, el reconocimiento de patrones -otro pilar de la IA- tiene su origen en la psicología de la percepción, precisamente en la psicología de la Gestalt. Pasquinelli llama a esto un «fósil cognitivo» de las teorías de la Gestalt que se tradujo en una tecnología de topografía estadística.11

Las razones originales de esta insistencia en el reconocimiento de patrones derivan de un desafío que los estudiosos de la Gestalt lanzaron contra los primeros programas de inteligencia artificial de los cibernéticos. Los psicólogos de la Gestalt defendían la irreductibilidad de la inteligencia humana y su «compleja facultad sintética».12

La respuesta cibernética (de Norbert Wiener, Jerome Lettvin, Humberto Maturana y otros) trasladó el debate al terreno computacional argumentando que una representación lógica no debe por necesidad parecer isomórfica con respecto al objeto de cognición representado.

Es decir, la representación no tiene por qué reflejar la forma percibida, sino que puede simplemente traducirla en bits de información. Los cibernéticos se centraron en la fisiología del ojo porque ésta constituía un caso de síntesis perceptiva que no requiere una intervención inicial de la mente humana. Más bien, el órgano de la visión recibe y transmite información de forma sintetizada al cerebro, independientemente de la capacidad de este último para interpretar la señal. En otras palabras, la función de síntesis no la realiza el cerebro por sí solo, ya que se anticipa al ojo. Por lo tanto, no hay ninguna razón de peso para que la codificación de la información guarde similitud alguna con el referente.13

Además, un componente del discurso de la IA es la ideología de la autonomía, vista como una capacidad autorreguladora del cerebro que puede ser reproducida por neuronas artificiales. Los pensadores liberales vieron esta capacidad fisiológica de establecer conexiones ascendentes como un principio más general de la naturaleza y la sociedad, que también explica la supuesta autoorganización de la economía.

Un defensor de la autonomía del libre mercado como Friedrich Hayek defendió su no regulabilidad. Para apoyar su argumento, desarrolló una teoría en toda regla del conexionismo, una apología epistemológica del orden «espontáneo» de los mercados.14 Para Pasquinelli, esta teoría tuvo un fuerte impacto en la ideología de la IA, ya que sigue constituyendo «el paradigma de las redes neuronales artificiales».

Como explica, «Hayek robó el reconocimiento de patrones y lo transformó en un principio neoliberal de regulación del mercado».15 Sin duda, la naturalización es la forma más lograda de ideología, ya que reifica las relaciones sociales. Sin embargo, la visión de Hayek parece incluso trascender la naturaleza en favor de una idea cuasi teológica de providencialismo espontáneo que recuerda a la mano invisible smithiana.

Que la unidad de un sistema complejo -el cerebro, la economía o el mercado- pueda captarse y dirigirse es una cuestión que conecta la epistemología y la política, como se desprende del trabajo de Hayek sobre el «conexionismo». Para Hayek, el mercado es un espacio epistemológico, ya que depende del conocimiento en forma de intercambios de información (por ejemplo, para la determinación de los precios).

En consecuencia, el conocimiento tácito que lo regula es supraconsciente. Por lo tanto, no es accesible a los actores y nadie puede dirigirlo. Esta posición presupone la heteronomía de los desarrollos sociales.16 Fomenta claramente la alienación.

El propio mercado aparece como el único motor de los procesos sociales. Sin embargo, existe un análisis y una crítica alternativa de la heteronomía y la alienación, que no pone en el centro el consumo, sino la producción. Esta alternativa es la concepción que subyace a la atención que Marx presta a la praxis colectiva orientada a objetivos de las actividades de los trabajadores en la fábrica.

La heteronomía tecnológica y los antagonismos en la fábrica se analizan en la primera parte de El ojo del amo, con especial atención al siglo XIX. En esa época, especialmente en Gran Bretaña, surgió una comprensión de las máquinas que las consideraba abstracciones materiales de las actividades laborales y un modelado tecnológico de la división del trabajo.

Aunque (en términos marxianos) el trabajo vivo tiene una prioridad genética con respecto al trabajo muerto, el primero está subordinado al segundo como efecto de una relación de poder asimétrica.

De acuerdo con esta concepción, Pasquinelli observa que «las relaciones sociales de producción (la división del trabajo dentro del sistema salarial) impulsan el desarrollo de los medios de producción (máquinas herramientas, máquinas de vapor, etc.) y no al revés, como han venido pretendiendo entonces y ahora las lecturas tecnodeterministas al centrar la Revolución Industrial únicamente en torno a la innovación tecnológica.»17

La sociología de la ciencia de Hessen se cierne sobre los análisis de la primera parte de El ojo del amo, que se centra en el trabajo, la tecnología y la extracción de conocimientos.

Basándose en su ejemplar trabajo sobre las condiciones socioeconómicas, tecnológicas e ideológicas de la mecánica de Isaac Newton enraizadas en los entornos económicos de la sociedad capitalista de principios de la modernidad, la cuestión que aquí se aborda puede reformularse de la siguiente manera: ¿Cuáles son las raíces socioeconómicas de la IA? Pasquinelli busca una respuesta insertando primero la historia de las máquinas computacionales en la historia más larga de la mecánica y, a un nivel fundamental, en la historia del trabajo que las máquinas remodelan (como trabajo muerto), organizan y dirigen.

Más concretamente, a los efectos de El ojo del amo, Pasquinelli emprende una «reformulación de la teoría laboral decimonónica de la automatización para la era de la IA».18

La conexión entre el trabajo mecánico y la gestión está en el corazón de las teorías e inventos del capitalista industrial Babbage, que soñaba con mecanizar el trabajo mental de forma similar a la mecanización del trabajo físico en sus fábricas. Babbage ya dio los primeros pasos en una dirección que anticipaba las máquinas cognitivas de la IA.

Su Máquina Diferencial para el cálculo de logaritmos puede considerarse el prototipo del ordenador moderno, pero también vislumbró la posibilidad de un ordenador universal, una Máquina Analítica, que inspiró la primera programación informática de la matemática Ada Lovelace.19

A los ojos de Babbage, la tarea de sus máquinas consistía en reproducir y acelerar la computación en el marco general de la producción industrial y la división del trabajo. Como explica Pasquinelli, los esfuerzos de mecanización se basaban en dos principios rectores: (1) la imitación y sustitución mecánicas de las prácticas laborales ya establecidas; y (2) la cuantificación y compra de mano de obra mediante la división mecanizada del trabajo.20 En su visión industrial de la mecanización, «la división del trabajo proporciona no sólo el diseño de la maquinaria sino también del plan de negocio».21

Las visiones de la organización mecánica del trabajo físico y mental chocaron con la resistencia de los trabajadores contra el envilecimiento de su actividad mediante el uso de máquinas que aumentaban la producción e incrementaban los beneficios de los propietarios pero hacían vulnerable la condición de la clase trabajadora y prescindibles muchas de sus habilidades. Pasquinelli se centra en el problema social de la mecanización en su tercer capítulo, sobre «La cuestión de la maquinaria».

En relación con la mecanización, el problema de la tecnociencia en una economía industrial coincide con la objetivación del trabajo que acaba dominando a los obreros.22 Estas consideraciones ahondan en nuestra conciencia de la no neutralidad de la ciencia, denunciada desde los años sesenta por científicos militantes de izquierda en obras como Ciencia y sociedad (1970), de Hillary Rose y Stephen Rose, o La abeja y el arquitecto (1976), de Marcello Cini, y por otros físicos marxistas, que sostenían que la ciencia y la tecnología refuerzan la desigualdad si surgen de las relaciones de poder asimétricas de la sociedad capitalista.23

En línea con estos análisis, El ojo del amo nos recuerda que no puede haber lugar para utopías de tecnoemancipación si antes no se alcanza la justicia social.

Para evaluar la función social de la IA, Pasquinelli promueve una visión centrada en el trabajo sobre la economía del conocimiento del Antropoceno. Recurre a una referencia clásica: Los Grundrisse de Marx, en particular el llamado fragmento sobre las máquinas. El Ojo del Amo aborda explícitamente el problema del Intelecto General tal y como se presenta en los Grundrisse y lo interpreta como una contribución al estudio de la cuestión del elemento de conocimiento de la sociedad en la era industrial.24

Es interesante observar que Marx derivó de Babbage la idea de que el trabajo es la base de la tecnología, que, a su vez, la modela. Sin embargo, invirtiendo la perspectiva del amo de Babbage, Marx consideraba que el trabajo era el verdadero inventor colectivo de las máquinas, yendo en contra de los mitos de la invención individual y de las reivindicaciones de propiedad de los capitalistas.25

Sin embargo, en condiciones sociales desiguales, una vez creada la máquina y codificado el conocimiento que incorpora, los trabajadores se convierten en objeto de la máquina y pierden su dignidad como sujetos de conocimiento y acción. La historia acumulativa del conocimiento se empareja con la historia acumulativa de las máquinas.

La tarea política, como Marx indicó a los trabajadores expropiados, es reapropiarse tanto del conocimiento como de los medios de producción, es decir, desalienar al Gesamtarbeiter del Capital -el «superorganismo» u «organismo colectivo de trabajo»- que conecta a los trabajadores y a las máquinas en la fábrica y, hoy en día, a la sociedad en general.26

Pasquinelli analiza además la codificación tecnológica del trabajo, es decir, el factor epistémico de la producción, que, según la tesis principal del quinto capítulo, se crea mediante la separación funcional de la energía (directamente relacionada con el aspecto físico del trabajo) y la información en la realidad cuasi cibernética de la era industrial.27

El modelado y la organización mecánicos del trabajo, que puede denominarse «trabajo abstracto», hacen posible la cuantificación y el control (los pilares de la cibernética) y crean la ilusión de una solución tecnológica a los antagonismos sociales entre los trabajadores y el capital.

De hecho, Pasquinelli concibe el modelado tecnológico, desde los motores de Babbage hasta la IA posterior a Rosenblatt, como una forma de extractivismo de la inteligencia. La mecanización del trabajo (tanto físico como cognitivo) hace que el proceso de producción sea inembargable (o «superconsciente», en expresión de Hayek) y fomenta la alienación al excluir a los trabajadores de la posibilidad de planificar y dirigir la producción.

Por lo tanto, de cara a un análisis político de la IA, es importante tener en cuenta que «lo que la información viene en última instancia a medir y mediar es el antagonismo entre los trabajadores y el capital».28 Dicho antagonismo, lejos de estar segregado en la fábrica, concierne a toda la sociedad, ya que se ha transformado, según una tesis del operista Mario Tronti, en el teatro ampliado de la producción: la sociedad como fábrica ampliada.29

Por lo tanto, el Gesamtarbeiter -el resultado cuasi-cyborg de Marx de la conexión entre trabajadores y máquinas- es la humanidad alienada de las sociedades de control capitalistas, integrada a través de infraestructuras de IA. Son los componentes de un «autómata de carbono-silicio».30 La IA encarna el elemento de conocimiento del ciborg societal; más concretamente, la IA es la automatización de la supervisión del amo: el ojo del amo.

La «genealogía de la automatización del trabajo, el control social y el extractivismo del conocimiento» de Pasquinelli revela las premisas de larga data de la inteligencia y el trabajo -las raíces más antiguas de la IA, por así decirlo- en el primer capítulo.31

Discute el concepto más esencial de la informática, el algoritmo.32 Algoritmo, «un procedimiento finito de instrucciones paso a paso para convertir una entrada en una salida haciendo el mejor uso de los recursos dados» es, en su esencia, trabajo.33

De hecho, todo trabajo, desde la antigüedad hasta la era digital y la IA, tiene un componente intelectual. Basándose en las ideas del pedagogo hegelo-marxista Damerow, Pasquinelli ve la aparición de todas las formas de conocimiento como una dialéctica de abstracción y representación que surge de las prácticas, individuales y colectivas.34 Dicha abstracción es siempre la expresión de la praxis, es decir, de antagonismos societales y equilibrios coyunturales de fuerzas.

Contra los tecnocentrismos de moda y las ideologías oportunistas de los determinismos tecnológicos (en los discursos neoliberales sobre las transiciones digital y ecológica), se puede responder, como hace Pasquinelli en la conclusión de El ojo del amo, lo siguiente

afirmar… que el trabajo es una actividad lógica no es una forma de abdicar ante la mentalidad de las máquinas industriales y los algoritmos corporativos, sino de reconocer que la praxis humana expresa su propia lógica… un poder de especulación e invención, antes de que la tecnociencia lo capture y lo enajene.35

La IA, la expresión tecnológica más avanzada de la inteligencia inscrita en la actividad humana, arroja luz sobre el componente intelectual de todo trabajo en todas las épocas, incluidas las actividades manuales y físicas que difícilmente se habrían concebido como intelectuales hasta los debates recientes.

La dificultad de imitar las habilidades de un camionero mediante la aplicación de la IA a los vehículos autoconducidos, una de las fronteras de la inteligencia actual, ejemplifica la complejidad mental del trabajo en general y confirma la validez de la afirmación de Antonio Gramsci:

todos los seres humanos son intelectuales… aunque no todos los seres humanos tienen en la sociedad la función de intelectuales.36

Traducción nuestra


*Pietro Daniel Omodeo es profesor de epistemología histórica en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, Italia, y titular de la Cátedra UNESCO sobre Agua, Patrimonio y Desarrollo Sostenible en Venecia. Es autor de Epistemología política: El problema de la ideología en los estudios científicos (2019).

Notas

  1. Matteo Pasquinelli, El ojo del amo: Una historia social de la inteligencia artificial (Londres: Verso, 2023) asume la tarea delineada por el operaísta marxista Romano Alquati de la siguiente manera: «Cualquier innovación tecnológica, incluida la cibernética, encarna siempre las relaciones de poder y el antagonismo de clase de un momento histórico determinado y por ello debe ser objeto de estudio». Las contribuciones más importantes de Pasquinelli a estos temas son el volumen editado Gli algoritmi del capitale: accelerazionismo, macchine della conoscenza e autonomia del comune (Verona: Ombre corte, 2014); «El operaismo italiano y la máquina de la información», Teoría, cultura y sociedad 32, no. 3 (2015): 49-68; «El autómata del antropoceno: Sobre las máquinas de carbosilicio y el capital ciberfósil», South Atlantic Quarterly 116, nº 2 (2017): 311-26; «Sobre los orígenes del intelecto general de Marx», Radical Philosophy 2, no. 6 (2019): 43-56. Pasquinelli dirige actualmente el proyecto AI MODELS: Avanzando en la Epistemología Histórica de la Inteligencia Artificial en la Universidad Ca’ Foscari de Venecia, Italia.
  2. Sobre la transición al socialismo como componente esencial de la acción ecológica, véase Naomi Klein, Esto lo cambia todo (Londres: Penguin Books, 2015) y John Bellamy Foster, Capitalism in the Anthropocene (Nueva York: Monthly Review Press, 2022). Los sueños tecnocráticos de crecimiento ecodigital han ocupado el centro del escenario en el último Foro Económico Mundial de Davos, donde la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, lo presentó como una «oportunidad» de inversión que requiere 620.000 millones de euros al año para la transición ecológica y 120.000 millones de euros al año para «la digitalización que necesitamos», añadiendo: «Creo que la inteligencia artificial puede ayudar» («ECB President Christine Lagarde on Uniting Europe Markets at WEF,» Associated Press video, 46:14, 18 de enero de 2024.
  3. Karl Marx, El capital, vol. 1 (Londres: Penguin, 1976), 286, citado en Pasquinelli, El ojo del amo, 238.
  4. Véase también Pietro Daniel Omodeo, Political Epistemology: The Problem of Ideology in Science Studies (Cham: Springer, 2019), especialmente el capítulo 5.
  5. Pasquinelli, El ojo del amo, 232. Compárese Steven Shapin, «Discipline and Bounding: La historia y la sociología de la ciencia vistas a través del debate externalismo-internalismo», History of Science 30, no. 4 (1992): 333-69.
  6. Pasquinelli, El ojo del maestro, 13.
  7. Gideon Freudenthal y Peter McLaughlin, eds., Las raíces sociales y económicas de la revolución científica (Dordrecht: Springer, 2009). Véase también Boris Hessen, Manuscritos y documentos sobre la historia de la física: A Historical Materialist Textbook, Pietro Daniel Omodeo y Sean Winkler, eds. (Venecia: Verum Factum, 2022).
  8. Pasquinelli, El ojo del maestro, 227.
  9. Pasquinelli, El ojo del maestro, capítulo 6.
  10. Pasquinelli, El ojo del maestro, 136.
  11. Pasquinelli, El ojo del Maestro, capítulo 7. Véase, a modo de comparación, Pasquinelli, El ojo del maestro,165: «la visión artificial no ‘ve’ nada: lo que un algoritmo ‘ve’ -es decir, calcula- son las relaciones topológicas entre los valores numéricos de una matriz bidimensional».
  12. Pasquinelli, El ojo del maestro, 162.
  13. Pasquinelli, El ojo del maestro, 173, 174-75.
  14. Pasquinelli, El ojo del maestro, capítulo 8.
  15. Pasquinelli, El ojo del maestro, 183.
  16. Pasquinelli, El ojo del maestro, 187, 190.
  17. Pasquinelli, El ojo del maestro, 82.
  18. Pasquinelli, El ojo del maestro, 238.
  19. Pasquinelli, El ojo del maestro, 56.
  20. Pasquinelli, El ojo del maestro, capítulo 2.
  21. Pasquinelli, El ojo del maestro, 63.
  22. Pasquinelli, El ojo del maestro, 85-86.
  23. Giovanni Ciccotti, Marcello Cini, Michelangelo De Maria y Giovanni Jona-Lasinio, La abeja y el arquitecto: Paradigmas científicos y materialismo histórico, Gerardo Ienna y Pietro Daniel Omodeo, eds. (Venecia: Verum Factum, 2024). Para una contribución reciente al análisis crítico de la economía política de las abstracciones científicas desde una perspectiva no eurocéntrica, véase Senthil Babu D., Mathematics and Society: Numbers and Measures in Early Modern South India (Nueva Delhi: Oxford University Press India, 2022).
  24. Pasquinelli, El ojo del maestro, capítulo 4.
  25. Pasquinelli, El ojo del maestro, 108.
  26. Pasquinelli, El ojo del maestro, 114, 116.
  27. Pasquinelli, El ojo del maestro, 121.
  28. Pasquinelli, El ojo del maestro, 130.
  29. Pasquinelli, El ojo del maestro, 128.
  30. Según Pasquinelli, «el autómata del antropoceno» (Pasquinelli, El ojo del amo, 117).
  31. Pasquinelli, El ojo del maestro, 233.
  32. Pasquinelli también señala que, en varias lenguas europeas, la información más que la computación (o los algoritmos) ha sido central en la comprensión de la informática como TI, o información
  33. Pasquinelli, El ojo del maestro, 16.
  34. Pasquinelli, El ojo del maestro, 38.
  35. Pasquinelli, El ojo del maestro, 238.
  36. Pasquinelli, El ojo del maestro, 29, traducción del autor. Para el original, véase Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, vol. 3 (Turín: Einaudi, 2007), cuaderno 12 (XXIX) §1, 1516: «Tutti gli uomini sono intellettuali…ma non tutti gli uomini hanno nella società la funzione di intellettuali«. Para una traducción alternativa, véase Antonio Gramsci, Selections from the Prison Notebooks (Nueva York: International Publishers, 1971), 9.

2024, Volumen 76, número 06 (noviembre de 2024)

Fuente original: Monthly Review

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