Incertidumbre

Sergio Sarita Valdez

Hoy más que nunca, la especie humana a nivel planeta rio vive un presente lleno de incógnitas acerca del futuro inmediato. Es época de cambios que suceden de modo rápido para sorpresa de muchos y beneficio de pocos. Válida es la expresión que reza: “Cuando teníamos todas las respuestas, nos cambiaron las preguntas”. Nuestro ritmo circadiano milenario de laborar en el día para descansar en la noche se ha modificado sin que hayamos tenido la oportunidad y el tiempo para hacer los ajustes biológicos, ecológicos y sociales pertinentes. Podemos elaborar e interpretar toda una narrativa de ayer, mientras transcurre el ahora, desgraciadamente, ya no es factible garantizar el porvenir de las futuras generaciones.

El campesinado dominicano, que medio siglo atrás representaba cerca del setenta por ciento de la población, ahora muestra una inversión de la proporción, viendo su número representado por solamente una cuarta parte del total. Nuestra flora se asemeja a la de nuestros vecinos occidentales y el caudal de cañadas, arroyos y ríos se reduce aceleradamente. La dependencia alimentaria de fuentes externas obtenidas mediante créditos genera un creciente endeudamiento que podría convertirse muy pronto en una nación incapaz de pagar el capital acumulado, mientras hace malabares financieros para cubrir el pago del monto de los intereses anuales.

Ayer, la solución a la disyuntiva de la pobreza quisqueyana era la emigración a Venezuela, Estados Unidos y Europa. La realidad presente nos acorrala y asusta de repente. El retorno brusco forzado de miles de compatriotas, quienes ayer sostenían las remesas en dólares y euros, ya no garantiza ese flujo financiero que ayudaba a sostener las importaciones del país. Oscuros nubarrones opacan la atmósfera dominicana. La delicada, compleja, difícil y peligrosa crisis en la que se debate la República de Haitianos afecta directamente. Si a ello agregamos el momento histórico que vive la patria de Lincoln, entonces hay motivos más que suficientes para la preocupación de la gran familia dominicana. En un mundo globalizado, cuando nuestros socios se sacuden en medio de una crisis jamás vivida, es comparable a un aviso de huracán de alta categoría para la patria de Duarte.

Pretender ignorar o minimizar el ciclón político haitiano y, en menor escala, estadounidense, pudiera resultar demasiado costoso para la República Dominicana. Jugar al avestruz, escondiendo la cabeza para ignorar la realidad, es contraproducente. Los cambios en la política norteamericana deben ser seguidos muy de cerca por nuestras autoridades para ir haciendo los ajustes de lugar. El discurso presidencial del 27 de febrero de 2025 debería incluir no solamente memorias de ayer, sino, además, propuestas de hoy, orientadas a afrontar la inminente crisis que se nos viene encima. Mirémonos en el espejo de Puerto Rico y en todo el mapa antillano. Volteemos los ojos y pongamos la vista en el viejo continente, Europa, para regresar la mirada hacia nuestra América martiana. Decía el expresidente constitucional Juan Bosch que, cuando la economía norteamericana padecía de gripe, simultáneamente la dominicana manifestaba una pulmonía. ¿Será este enunciado aún válido medio siglo después? ¡Más vale precaver que tener que remediar! Así se expresaría un Sancho Panza aterrizado, mientras que a don Quijote soñador le irritaría el uso de tantos refranes por parte de su escudero.

Motivos reales para la incertidumbre presente abundan.

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