Hoy no es el día de la mujer
Por Jorge Elbaum
Hoy No es el Día de la Mujer. Hoy se conmemora el Día de la Mujer Trabajadora. El poder simbólico busca siempre deshistorizar y desnaturalizar las fechas que están cargadas de sentido emancipatorio. Permitir que conviertan la memoria en un producto de consumo supone deshabitar su capacidad transformadora. Cuando edulcoramos la fecha la vaciamos de contenido y logramos que se convierta en ritual superficial y banal. Hoy es el Día de la Mujer Trabajadora. De todas aquellas que sumaron horas de cuidado sin remuneración, de las que continúan sufriendo la violencia machista, de las sindicalistas que defienden de forma digna y honesta a sus compañeros y compañeros de trabajo, de las militantes que siempre están dispuestas a salir a la calle para acompañar las reivindicaciones, a las referentes de las organizaciones y movimientos populares que no claudican ni se postran ante el glamour del poder y el dinero.
El origen se remonta a marzo de 1857 cuando en la ciudad de Nueva York, mujeres trabajadoras de una fábrica textil se manifestaron en protesta por sus condiciones laborales. Cincuenta años después –en recuerdo de ese marzo de 1857–, 15 mil obreras marcharon al grito de “Pan y rosas”.
“Pan”, para transitar una vida sin la esclavitud de la necesidad. Y “rosas”, para hacer de las relaciones sociales un lugar más humano, menos atravesado por la violencia y su forma más intersubjetiva de sobrevivencia, el patriarcado. Rosa de Luxemburgo, con reminiscencia de su propio nombre, logró traducir su flor en un lema. “Por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes, y totalmente libres”.
Esa manifestación acompañó una huelga en reclamo de aumento salarial, reducción de la jornada laboral y el fin del trabajo infantil. Los propietarios de la empresa – la Cotton Textile Factory– encerraron a las obreras, declarándose un incendio (probablemente intencional) del que no pudieron escapar. Murieron calcinadas 129 trabajadoras, En recuerdo de ellas, un año después, en el Segundo Encuentro de Mujeres Socialistas, realizado en Copenhague, la delegada alemana Clara Zetkin propuso que se estableciera el 8 de marzo como el Día de la Mujer Trabajadora.
Las rosas que acompañaban el pan no son flores de condescendencia –entregadas cual presente insustancial. Son las que continúan atravesando la vida de mujeres violentadas en ámbitos privados y públicos. Esas flores están presentes en las mujeres que hacen malabares para llegar a fin de mes. En las que dejan de cenar para darle de comer a sus hijos, En las que cuidan a los niños, niñas y adultos mayores hasta su muerte. Están, también, entre quienes son lanzadas a la prostitución pomo efecto, resultado o consecuencia de las privaciones.
Aunque genere incomodidad habrá que sacudir conciencias, Hoy no es el día de aquellas mujeres que disfrutan del privilegio de oprimir a otras mujeres y son cómplices en el intento por convertir a la fecha en un tránsito de ligereza edulcorada, orientado a quitarle la significación antagonista que está en el origen. Hoy no es el día de quienes desprecian las luchas populares. Hoy no es el día de quienes pretenden convertir una jornada de lucha en una mercancía. Hoy no es el día de quienes se auto perciben superiores a la gran mayoría de mujeres trabajadoras.
Hoy no es el día de todas las mujeres. Sepamoslo, Si fuese el día de todas las mujeres, si somos capaces de olvidar aquellas que pelearon, estaríamos contribuyendo a ser cómplices del vaciamiento de la fecha. Estaríamos traicionando a millones de mujeres que se enfrentaron con coraje a los diferentes poderes oligárquicos generando equivalencias entre ellas y las partícipes de su opresión. Si la fecha abandona su carga histórica y poderosa estamos agraviando a quienes no se rinden ni se rindieron. Como nos enseñó quien fue anotado en el registro civil como Alfredo Iribarne para luego pasar a llamarse como Alfredo “Pocho” Duran: “una cosa es una cosa, y otra cosa es otra cosa.”