De Gaza a Siria: la guerra eterna de Israel
Roberto Iannuzzi.
Foto: Soldado israelí en los Altos del Golán (2012) (IDF, CC BY-SA 3.0, via Wikimedia Commons)
La perspectiva de una guerra continua en varios frentes está destinada a desgastar al Estado judío, ya debilitado por una grave crisis interna, con consecuencias difícilmente previsibles para su estabilidad.
Israel tiene un nuevo comandante del ejército, el general Eyal Zamir. Dirigiéndose a él en la ceremonia de toma de posesión, el primer ministro Benjamin Netanyahu afirmó que el Estado judío “está decidido” a lograr la victoria en su “guerra en varios frentes” que comenzó el 7 de octubre de 2023.
Zamir, que declaró que 2025 será “un año de combates”, planea al parecer una operación terrestre a gran escala para “aumentar la presión” sobre Hamás.
Aunque la sanguinaria organización terrorista Hamás ha sufrido un duro golpe, aún no ha sido derrotada. La misión aún no ha concluido, declaró el general.
También asumirá el mando de la ofensiva en curso en Cisjordania, donde el ejército israelí ha atacado ciudades y campos de refugiados, y por primera vez en 20 años también ha desplegado tanques.
Aunque se ha retirado de gran parte del sur de Líbano, Israel mantiene el control de cinco puestos militares avanzados en territorio libanés y sigue realizando incursiones aéreas en el país vecino.
Tel Aviv también está extendiendo su campaña militar a Siria, donde ha construido más puestos avanzados en la parte de los Altos del Golán ocupada tras la caída del presidente sirio Bashar al Assad, mientras su fuerza aérea sigue atacando objetivos en varias partes del país, incluidala zona portuaria de Tartus.
Mientras tanto, aviones F-15 y F-35 israelíes realizaron maniobras conjuntas junto con un bombardero B-52 estadounidense y cazas británicos, un probable mensaje a Irán.
Una negociación entre Washington y Teherán sigue siendo una salida difícilmente factible.
A pesar de la supuesta carta enviada por el presidente estadounidense Donald Trump al ayatolá Alí Jamenei, el Gobierno iraní ha declarado que no está dispuesto a negociar bajo el yugo de las amenazas y sanciones impuestas por la Casa Blanca (calificadas por esta última de “presión máxima”).
El alto el fuego pende de un hilo
En Gaza, el alto el fuego en tres fases que comenzó el 19 de enero está dando muestras de flaquear, después de que la primera fase finalizara el domingo 2 de marzo sin que ni siquiera hubieran comenzado las negociaciones sobre los detalles de la aplicación de la segunda fase.
El gobierno de Netanyahu no tiene intención de iniciar la segunda fase, que prevé la finalización de la retirada israelí de Gaza a cambio de la liberación del resto de rehenes por parte de Hamás.
En concreto, Tel Aviv se niega a retirarse del corredor Philadelphi, que discurre a lo largo de la frontera entre la Franja y Egipto.
Durante los 42 días de la primera fase del alto el fuego, Israel ha violado repetidamente los términos del acuerdo, retrasando la entrega de ayuda humanitaria, maquinaria para la retirada de escombros y casas móviles prefabricadas, según ha confirmado el New York Times.
Las fuerzas armadas israelíes han abierto fuego repetidamente en la Franja, matando a más de cien palestinos desde que comenzó la tregua.
Por último, el gobierno de Netanyahu volvió a bloquear la entrada de ayuda en Gaza para obligar a Hamás a aceptar una prórroga de la primera fase, liberando a más rehenes sin compensación.
En concreto, Tel Aviv propuso prolongar la primera fase durante todo el mes de Ramadán y hasta el final de la Semana Santa (19 de abril).
De los 59 rehenes restantes (35 muertos y 24 que se cree que siguen vivos), la mitad serían liberados el primer día de la prórroga de la primera fase, mientras que los demás lo serían al final si entretanto se llega a un acuerdo sobre un alto el fuego permanente.
Esto significa que, en caso de que el conflicto estallara de nuevo al final del periodo acordado, sólo quedarían en manos de Hamás los 12 rehenes que siguen vivos. El grupo palestino rechazó la propuesta israelí, denunciando el bloqueo de la ayuda como una violación del acuerdo.
Por su parte, la Casa Blanca declaró su apoyo a la nueva propuesta israelí sin corroborar la afirmación del gobierno de Netanyahu de que la propuesta fue de hecho formulada por el enviado especial de Trump, Steve Witkoff.
Washington ha dado de hecho carta blanca a Israel en la gestión del alto el fuego, tras negociar inicialmente sus términos.
Trump declaró que estaba dispuesto a aceptar cualquier decisión adoptada por el gobierno de Netanyahu y, por tanto, tanto la continuación de la tregua como la reanudación de las operaciones militares.
Sin embargo, la Casa Blanca dio el paso sin precedentes de negociar directamente con Hamás para obtener la liberación de los rehenes estadounidenses, despertando la ira de Tel Aviv.
Política de chantaje
Las negociaciones para una prórroga del alto el fuego, en alguna de sus formas, continúan bajo un régimen de amenazas e intimidación. La última propuestaestadounidense a Hamás sería liberar a una docena de rehenes a cambio de otros 60 días de tregua.
En los últimos días, se filtraron noticias de que Israel estaba preparando un “plan infernal”para obligar a Hamás a liberar a los rehenes restantes sin que las tropas israelíes completaran su retirada de Gaza.
El plan habría incluido el corte del suministro de agua y electricidad al enclave palestino, además del bloqueo de la ayuda ya en vigor.
La amenaza se materializó ayer cuando Israel cortó la electricidad, que entre otras cosas alimenta las plantas desalinizadoras que producen agua potable en la Franja.
A su vez, Trump lanzó duras amenazascontra Hamás:
Liberad a todos los rehenes ahora, no más tarde […] o se acabó para vosotros
El presidente afirmó:
Voy a enviar a Israel todo lo que necesite para terminar el trabajo, ni un solo miembro de Hamás estará a salvo si no hacéis lo que digo.
Nada más tomar posesión, la nueva administración estadounidense impulsó una nueva campaña de rearme israelí, enviando miles de bombas de 2.000 libras y aprobando una ayuda militar de 4.000 millones de dólares.
El propio Secretario de Estado Marco Rubio insinuó recientemente que el objetivo final sigue siendo la eliminación del grupo palestino que gobierna Gaza: “al final alguien tendrá que intervenir y deshacerse de Hamás”.
La situación humanitaria en la Franja sigue siendo dramática.
Según datos de la ONU, el 69% de la infraestructura total del enclave palestino ha quedado destruida o dañada.
En concreto, el 88% del sector comercial e industrial, el 81% de la red de carreteras, el 82% de las tierras cultivadas y el 78% de los invernaderos.
Murió el 95% del ganado. El95% de los hospitales sufrieron daños importantes. En conjunto, la economía de la Franja se ha contraído un 83%, y toda la población se ve reducida a depender de la ayuda alimentaria para sobrevivir.
Según la revista The Lancet, en los 12 primeros meses del conflicto, la esperanza de vida en Gaza se ha desplomado de 75,5 años a sólo 40,5, la más baja del mundo (18 años menos que en Somalia, 14 menos que en Nigeria).
El plan egipcio
Mientras tanto, Netanyahu ha expresado en repetidas ocasiones su apoyo al plan de limpieza étnica para la Franja propuesto por Trump a principios de febrero, que prevé la deportación de los habitantes del enclave a Egipto, Jordania y otros países.
La semana pasada, en una reunión en El Cairo, los países árabes aprobaron una contrapropuesta formulada por Egipto, que contempla un plan de reconstrucción de 53.000 millones de dólares que permitiría a los habitantes de la Franja no abandonar sus tierras.
El plan se divide en tres fases para un periodo total de cinco años. La primera, de seis meses de duración, implica la entrega de refugios provisionales a la población y el inicio de la retirada de los 50 millones de toneladas de escombros en diversas partes del enclave.
La segunda fase, de dos años de duración, incluye la construcción de unos 200.000 pisos. Se espera construir una cantidad equivalente en otros dos años y medio. El plan también incluye la construcción de un puerto y un aeropuerto internacional.
Durante la primera fase, Gaza deberá ser gobernada por una comisión de técnicos palestinos independientes que se encargarán de los asuntos administrativos y de seguridad, así como de la distribución de la ayuda.
Posteriormente, tras una serie de reformas internas, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que actualmente administra la Cisjordania ocupada debería extender su control a la Franja.
Egipto y Jordania asumirían la tarea de formar una fuerza policial palestina que estaría controlada por la ANP.
El plan prevé el inicio de negociaciones directas entre representantes israelíes y palestinos durante la primera fase, que conduzcan a la resolución de las cuestiones relativas al ‘estatuto final’ de los Acuerdos de Oslo, incluida la definición de las fronteras de un futuro Estado palestino y el estatuto de la disputada ciudad de Jerusalén.
La propuesta egipcia también aborda la cuestión de las armas de Hamás, afirmando que “un horizonte claro y un proceso político creíble” para la autodeterminación palestina son requisitos previos para el desarme.
El plan fue bien acogidopor la ONU y por la propia organización Hamás, que dijo estar dispuesta a ceder poder sin deponer las armas. Sin embargo, fue rechazado por Israel y, en esencia, descartadotambién por la administración Trump.
El gobierno de Netanyahu considera que el desarme de Hamás es previo a cualquier otra consideración, y desearía que los países árabes se hicieran cargo de la cuestión, prefigurando así un posible enfrentamiento entre ellos y Hamás (una especie de guerra civil entre árabes).
Además, Israel también rechaza la perspectiva de que la ANP gobierne Gaza. Y hay que recordar que mucho antes del 7 de octubre de 2023, Netanyahu dijo en repetidas ocasiones que estaba en contra de la creación de un Estado palestino.
Mientras tanto, incluso en Estados Unidos, siguen circulando planes para la emigración “voluntaria” de al menos el 40% de la población de Gaza.
“Muro de hierro” en Cisjordania
Pero la tragedia palestina no se limita a la Franja. Dentro del gobierno de Netanyahu crece la tentación de intentar zanjar la cuestión palestina de una vez por todas.
Apenas 48 horas después de la entrada en vigor del alto el fuego del 19 de enero en Gaza, Tel Aviv lanzó una operación militar sin precedentes en Cisjordania.
Bautizada como “Muro de Hierro”, en la operación participaron más de doce batallones del ejército, la policía de fronteras y el Shin Bet (servicio de inteligencia interior). También incluye bombardeos aéreos y el uso de drones, cuadricópteros, tanques y otros vehículos blindados.
La acción militar se dirigió oficialmente contra los grupos armados que surgieron en los campos de refugiados de Yenín, Tulkarm, Nur Shams y Tubas tras las fuertes incursiones previas de Israel inmediatamente después del 7 de octubre de 2023.
Sin embargo, la campaña resultó ser una auténtica operación de limpieza étnica que expulsó a 40.000 personas de los campos, a las que no se permitirá regresar segúnfuncionarios israelíes.
La destrucción llevada a cabo por las fuerzas armadas de Tel Aviv en los campos y las zonas urbanas adyacentes ha sido tan masiva que los residentes han descrito sus barrios como reducidos a la «pequeña Gaza».
Las excavadoras israelíes han destruido viviendas y carreteras, las redes de electricidad y agua, así como torres de redes inalámbricas. El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, declaró a mediados de febrero que “el objetivo para 2025 es demoler más de lo que los palestinos construyen en Cisjordania”.
Mientras tanto, el gobierno israelí está construyendo unas 1.000 nuevas viviendas en el asentamiento de Efrat, cerca de Jerusalén.
En las aproximadamente 100 colonias israelíes (ilegales según el Derecho internacional) que hay ahora en territorio cisjordano viven 500.000 colonos. Smotrich aspira desde hace tiempo a anexionar Cisjordania a Israel, como dejó claro en un articulado texto político titulado «El plan decisivo» y publicado en 2017.
Puestos militares avanzados y ataques en el Líbano
Las fuerzas armadas israelíes también siguen actuando en territorio libanés, a pesar de la retirada parcial del 19 de febrero, segundo plazo fijado por el acuerdo de alto el fuego con Beirut que entró en vigor el pasado noviembre.
El acuerdo preveía una retirada total israelí del sur del Líbano a cambio del redespliegue de Hezbolá al norte del río Litani, situado a unos 30 km de la frontera. Al sur del río, según la estipulación, el ejército libanés se desplegaría junto con soldados de la FINUL, la fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU presente desde hace tiempo en el país.
Sin embargo, acusando a Líbano de no respetar plenamente el acuerdo, Tel Aviv prolongó primero su ocupación y, tras la retirada del 19 de febrero, mantuvo el control de cinco puestos militares avanzados situados en otras tantas colinas del territorio libanés.
La decisión israelí provocó duras protestas del nuevo gobierno de Beirut, encabezado por el presidente Joseph Aoun, que hizo un llamamiento a Estados Unidos y a otros mediadores internacionales implicados en el acuerdo para que presionaran a Israel para que completara su retirada.
El ministro libanés de Asuntos Exteriores, Joe Rajji, propuso también que las tropas de la FINUL tomaran el control de los cinco puestos avanzados, pero fue en vano.
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, declaró recientemente que su país mantendría el control “indefinidamente” de lo que denominó “zona tampón”, afirmando que había recibido la aprobación de Estados Unidos.
Los cinco puestos avanzados están situados en un terreno elevado estratégico cerca de la frontera y proporcionan a las fuerzas israelíes una amplia visibilidad sobre gran parte del sur del Líbano.
Las fuerzas aéreas de Tel Aviv siguieron atacando objetivos en territorio libanés incluso después de la retirada del 19 de febrero. El 7 de marzo, llevaron a cabo más de treinta ataques aéreos sobre ciudades y pueblos del sur del país vecino contra supuestos objetivos de Hezbolá.
Desestabilización de Siria
Tras la caída del presidente sirio Bashar al-Assad, las tropas israelíes crearon una zona tampón adicional en Siria, en los Altos del Golán ocupados, tomando el control de la cima del monte Hermón (el más alto del país, a casi 3.000 metros sobre el nivel del mar) y acercándose a unas decenas de kilómetros de Damasco.
Netanyahu ya dejó claro en diciembre que la nueva ocupación no pretende ser una medida temporal a la espera de que Siria se estabilice, sino que será “indefinida”.
Incluso en esta nueva porción de territorio ocupado, las fuerzas israelíes han construido al menos siete puestos avanzados y fortificaciones militares, revelados por imágenes de satélite.
Expresando una estrategia aún más ambiciosa, el 23 de febrero, el primer ministro israelí pidió la desmilitarización total de Siria al sur de Damasco.
No permitiremos que las fuerzas de Hay’at Tahrir al-Sham [la organización armada que derrocó a Assad] o el ejército de la nueva Siria entren en el territorio al sur de Damasco, declaróNetanyahu.
En el mismo discurso, se autoproclamó defensor de la minoría drusa (también presente en el Líbano, Israel y Jordania), afirmando que no toleraremos ninguna amenaza contra la comunidad drusa del sur de Siria.
Las declaraciones del primer ministro israelí provocaron vivas protestas en Siria, tanto en el seno de la comunidad drusa como entre el resto de la población.
La elección de Netanyahu de presentarse como defensor de los drusos forma parte de una estrategia tradicional israelí que, considerándose minoritaria en la región, pretende una alianza con otras minorías, como los drusos, los kurdos y los cristianos, para debilitar a la mayoría árabe suní.
En Siria, el gobierno de Netanyahu pretende crear una “media luna” kurdo-drusa en el sur y el este del país, que simpatizaría con Israel, limitaría la influencia turca y crearía una especie de corredor que conectaría el Estado judío con el Kurdistán iraquí, otra región que mantiene estrechos vínculos con Tel Aviv.
Ese corredor también sería posible gracias a la base estadounidense de al-Tanf, situada a lo largo de la frontera sudoriental siria, cerca de Jordania e Irak.
El pasado mes de enero, en Israel, la Comisión de Defensa conocida como “Comisión Nagel” (llamada así por el antiguo jefe del Consejo de Seguridad Nacional que preside) advirtió en su último informe de que la creciente influencia de Turquía en Siria supondría una grave amenaza para Tel Aviv.
De ahí la decisión israelí de exigir la desmilitarización del sur de Siria y de buscar una alianza con los kurdos, y posiblemente con los drusos, para mantener al país vecino débil y dividido.
A la luz de los violentos enfrentamientos de los últimos días entre las fuerzas gubernamentales sirias y la minoría alauita de la que procede el régimen de Assad, que desembocaron en la masacre de cientos de civiles por parte de las primeras, el objetivo israelí parece al alcance de la mano.
Lo cierto es que la continua multiplicación de los frentes en los que Israel está comprometido militarmente, además de contribuir a una peligrosa desestabilización regional, ha metido a Tel Aviv en un túnel del que el gobierno de Netanyahu no parece capaz de salir.
La perspectiva de una guerra perenne en varios frentes está destinada a desgastar al Estado judío, ya debilitado por una grave crisis interna, con consecuencias difícilmente previsibles para su estabilidad.