El consenso de la oposición política dominicana a partir de la crisis de legitimidad pública del disenso oligarca.
Por Juan Carlos Espinal.
Cuando pensamos en los partidos políticos hegemónicos de la democracia representativa 1966-2024 deberíamos comenzar a analizar la fragmentación electoral a partir de las experiencias históricas de las organizaciones de masas como el PRD1939, el PRSC1961 y el PLD1973.
Si en el principio de la tercera década del siglo 21 contrastamos la cronología de los acontecimientos históricos respecto de los sucesos políticos de entre 1994-2024 vemos como el agudizamiento de la lucha de clases, la intensificación de las movilizaciones sociales, el descreimiento de la población en las instituciones del sistema representativo y la oposición radical de los trabajadores a todo lo que viene de él, deberíamos asumir que indefectiblemente somos protagonistas del advenimiento de un movimiento sociopolítico revolucionario qué, –aún incipiente-, se está gestando en los inéditos desafíos por venir.
Si hablamos del papel que necesariamente deberá tener un nuevo Estado en manos de los trabajadores y el pueblo tendríamos que estudiar con rigurosidad analítica el fenómeno del abstencionismo electoral del 46% en las pasadas elecciones generales, el ausentismo político qué generó que 30 de 34 partidos políticos de la democracia representativa no alcanzará el 1% de los votos válidos y pensar con madurez sobre la crisis de confianza en el PRM que divide al gobierno del presidente Luis Abinader.
Porque la concentración de las riquezas, la centralización monopolista de la economía dominicana y el aumento de la extrema pobreza han llevado a que la sociedad Dominicana en su conjunto se desmarque del gran mercado de consumo qué entre 1996-2000; 2004-2012 y 2012-2019 significó.
Por ende, en esa época de crecimiento económico con inclusión la fuerza productiva estuvo cada vez más socializado, pero que en la actualidad con la apropiación altamente concentrada del presupuesto nacional, se encuentra cada vez más concentrada en grupos corporativos.
Es imposible ocultar las tensiones sociales que en el presente-futuro devienen de esta realidad, que sólo se resolverán cuando la concentración de las riquezas se puedan distribuir en igualdad de condiciones, ampliando los márgenes de la socialización de la producción, para que ésta corresponda con una apropiación también social.
No me cansare de señalar (y más aún en épocas como estas, en donde las “opciones electorales de las personas que lideran las encuestas” se presentan como “solución” a nuestras vidas ), que solamente la toma del poder político por parte de la clase trabajadora podría desencadenar el proceso revolucionario, ampliando la Constitución Progresista del 2010 hacia un Estado de Derecho que impulse la socialización de la producción, la distribución, el intercambio y el consumo para construir la base material necesaria, no solamente para liquidar la enajenación qué en la democracia representativa se manifiesta en la división social del trabajo, sino que también deberíamos construir una nueva sociedad cuyo fin y aspiración colectiva sea no sólo satisfacer sus necesidades básicas sino también desarrollarse humanamente.
Ese es el cambio revolucionario del que en estos últimos años, desde la participación popular hemos venido hablando.
He venido hablando sobre la posibilidad de que este cambio revolucionario haya comenzado a expresarse sin darnos cuenta a partir del disenso sociopolítico que actualmente estamos observando.
Es cierto que la lectura de los procesos históricos no debería ser lineal ni permanentemente, pero es obvio que el movimiento social de negación a la Plutocracia existe; y negarlo -porque aún no tiene la fuerza suficiente- es hacerle el juego a la andanada ideológica de la clase dirigente gobernante.
Estamos siendo protagonistas de nuevos órganos de poder político que desaparecen, independiente del sistema de partidos políticos, comenzando a constituirse en nuevas formas, metodologías que desde la sociedad se expresan: la lucha social autoconvocada por los profesionales, gremios, juntas de Vecinos, las asambleas dirigidas en forma de democracia directa; el cuestionamiento a todo lo que viene de arriba y proponiendo la solución definitiva desde abajo.
Esa es la base de la democracia revolucionaria que estamos empujando con la expresa intención que surja la transmisión qué presione la confrontación con las élites de la democracia representativa.
Cuando comienza a darse esta dualidad de poder, la inserción de las ideas revolucionarias son la clave que permite ampliar la movilización y sostenerla en el tiempo, con un carácter político.
Estas fragmentaciónes qué en el PRM ha empezado a expresarse en el gobierno surgen de prácticas a lo largo de varios años; y va generando una masa crítica, que abarca los más diversos sectores, que ya con el PRSC, PRD y PLD se fue gestando y que comienza a mirar un poco más allá del problema coyuntural del momento.
Esa masa crítica revolucionaria es aquella que reúne esas aspiraciones de transformación radical del aparato más allá de la lógica netamente anti sistema y con verdadera voluntad revolucionaria.
La actual lucha de clases que se nos atraviesa es además la misma que recorre el mundo occidental, la corriente qué se está expresando de mil maneras diferentes, distintas, y no por eso menos enriquecedoras para todo el proceso histórico.
Es esta lucha de clases la que torna política la crisis que hoy tiene el PRM a nivel local y nacional.
Porque ésta claro que el gobierno del presidente Abinader ésta dirigido por una organización corporativa en dónde priman las ganancias individuales por sobre el bienestar colectivo.
Porque, a partir de ahora, gobierne quien gobierne, las políticas apuntan a seguir derribando derechos sociales y políticos; y porque los recursos que generamos con el trabajo de millones se destinan para sostener y aumentar las ganancias de bancos y empresas, desnudando que el sistema neoliberal en su conjunto está al borde del colapso.
Porque deberíamos apostar por la agudización de la lucha de clases y –fundamentalmente- en la organización concreta y material de todo lo que se desprende de ella, es que aparecerán las verdaderas soluciones para los trabajadores y el pueblo, en la antítesis de las “soluciones” que proponen cualquiera de las variantes del estatus quo.