Detengan a Netanyahu antes que nos mate a todos

Jeffrey Sachs.

Ilustración: OTL

Pronto podríamos ver a varias potencias nucleares enfrentadas entre sí y arrastrando al mundo hacia la aniquilación nuclear.


Durante casi 30 años, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha llevado a Oriente Medio a la guerra y la destrucción.

Este hombre es un polvorín de violencia.

A lo largo de todas las guerras que ha promovido, Netanyahu [buscado por la Corte Penal Internacional] siempre ha soñado con la gran victoria: derrotar y derrocar al Gobierno iraní.

La guerra que tanto ha deseado, y que acaba de iniciar, podría acabar con todos nosotros en un Armagedón nuclear, a menos que se detenga a Netanyahu.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, durante un discurso en la Asamblea General de la ONU, sostiene un mapa en el que se omite Palestina y se muestra a los entonces aliados de Irán como una media luna oscura que atraviesa Oriente Medio, el 27 de septiembre de 2024. (Foto de la ONU/Loey Felipe)

La obsesión de Netanyahu por la guerra se remonta a sus mentores extremistas, Ze’ev Jabotinsky, Yitzhak Shamir y Menachem Begin. La generación anterior creía que los sionistas debían utilizar cualquier tipo de violencia —guerras, asesinatos, terrorismo— necesaria para lograr su objetivo de eliminar cualquier reivindicación palestina de una patria.

Los fundadores del movimiento político de Netanyahu, el Likud, pedían el control sionista exclusivo sobre todo lo que había sido el Mandato Británico de Palestina.

Al comienzo del Mandato Británico, a principios de la década de 1920, los árabes musulmanes y cristianos constituían aproximadamente el 87 % de la población y poseían diez veces más tierras que la población judía.

En 1948, los árabes seguían superando a los judíos en una proporción de aproximadamente dos a uno. No obstante, la carta fundacional del Likud (1977) declaraba que “entre el mar y el Jordán solo habrá soberanía israelí”.

El ahora infame lema “desde el río hasta el mar”, calificado de antisemita, resulta ser el grito de guerra antipalestino del Likud.

El reto para el Likud era cómo perseguir sus objetivos maximalistas a pesar de su flagrante ilegalidad según el derecho internacional y la moral, que exigen una solución de dos Estados.

Estrategia de “ruptura limpia”

Netanyahu muestra un mapa del «Nuevo Oriente Medio» sin Palestina en la ONU el 22 de septiembre de 2023. (Foto de la ONU/Cia Pak)

En 1996, Netanyahu y sus asesores estadounidenses idearon una estrategia denominada «Clean Break» (ruptura limpia). Defendían que Israel no se retiraría de los territorios palestinos conquistados en la guerra de 1967 a cambio de la paz en la región. En su lugar, Israel remodelaría Oriente Medio a su antojo.

Fundamentalmente, la estrategia contemplaba a los Estados Unidos como la fuerza principal para lograr estos objetivos, librando guerras en la región para desmantelar los gobiernos que se oponían al dominio de Israel sobre Palestina. Se pidió a los Estados Unidos que lucharan en nombre de Israel.

La estrategia de ruptura limpia fue llevada a cabo con eficacia por los Estados Unidos e Israel después del 11 de septiembre. Como reveló el comandante supremo de la OTAN, el general Wesley Clark, poco después del 11-S, Estados Unidos planeaba

atacar y destruir los gobiernos de siete países en cinco años, empezando por Irak, luego Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán e Irán.

La primera de las guerras, a principios de 2003, fue para derrocar al Gobierno iraquí. Los planes para nuevas guerras se retrasaron al empantanarse Estados Unidos en Irak.

Aun así, Estados Unidos apoyó la secesión de Sudán en 2005, la invasión israelí del Líbano en 2006 y la incursión etíope en Somalia ese mismo año. En 2011, la administración Obama lanzó la operación Timber Sycamore de la CIA contra Siria y, junto con el Reino Unido y Francia, derrocó al Gobierno libio mediante una campaña de bombardeos. Hoy en día, estos países están en ruinas y muchos se encuentran sumidos en guerras civiles.

Netanyahu fue uno de los impulsores de estas guerras elegidas, tanto en público como entre bastidores, junto con sus aliados neoconservadores en el Gobierno estadounidense, entre los que se encuentran Paul Wolfowitz, Douglas Feith, Victoria Nuland, Hillary Clinton, Joe Biden, Richard Perle y Elliott Abrams, entre otros.

En su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos en 2002, Netanyahu defendió la desastrosa guerra de Irak, declarando:

Si eliminan a Saddam, al régimen de Saddam, les garantizo que tendrá enormes repercusiones positivas en la región.

Continuó diciendo:

Y creo que la gente que vive justo al lado, en Irán, los jóvenes y muchos otros, dirán que el tiempo de esos regímenes, de esos déspotas, ha terminado.

También mintió al Congreso al afirmar:

No hay ninguna duda de que Saddam está buscando, trabajando y avanzando hacia el desarrollo de armas nucleares.

El lema de la reconstrucción de un ‘Nuevo Oriente Medio’ es el eslogan de estas guerras. Enunciado inicialmente en 1996 en el documento ‘Clean Break’, fue popularizado por la secretaria de Estado Condoleezza Rice en 2006. Mientras Israel bombardeaba brutalmente el Líbano, Rice declaró:

Lo que estamos viendo aquí, en cierto sentido, es el crecimiento, los dolores de parto de un nuevo Oriente Medio, y hagamos lo que hagamos, tenemos que estar seguros de que estamos avanzando hacia el nuevo Oriente Medio y no retrocediendo hacia el antiguo».

En septiembre de 2023, Netanyahu presentó en la Asamblea General de la ONU un mapa del «Nuevo Oriente Medio» que borraba por completo el Estado palestino. En septiembre de 2024, dio más detalles sobre este plan mostrando dos mapas: una parte de Oriente Medio era una “bendición” y la otra, que incluía el Líbano, Siria, Irak e Irán, una maldición, ya que abogaba por un cambio de régimen en estos últimos países.

La guerra de Israel contra Irán es el movimiento final de una estrategia que lleva décadas. Estamos asistiendo a la culminación de décadas de manipulación extremista sionista de la política exterior estadounidense.

Propaganda sobre las armas nucleares

21 de septiembre de 2020: El secretario de Estado de los Estados Unidos, Michael Pompeo, pronuncia unas palabras sobre las sanciones contra Irán, Washington, D.C. (Departamento de Estado, Ron Przysucha)

La premisa del ataque de Israel contra Irán es la afirmación de que Irán está a punto de adquirir armas nucleares. Tal afirmación es absurda, ya que Irán ha pedido repetidamente negociaciones precisamente para eliminar la opción nuclear a cambio del fin de décadas de sanciones estadounidenses.

Desde 1992, Netanyahu y sus partidarios afirman que Irán se convertirá en una potencia nuclear «en pocos años». En 1995, funcionarios israelíes y sus partidarios estadounidenses declararon un plazo de cinco años. En 2003, el director de inteligencia militar de Israel afirmó que Irán sería una potencia nuclear «en el verano de 2004».

En 2005, el jefe del Mossad afirmó que Irán podría fabricar la bomba en menos de tres años. En 2012, Netanyahu afirmó ante las Naciones Unidas que “solo faltan unos meses, posiblemente unas semanas, para que consigan suficiente uranio enriquecido para la primera bomba”. Y así sucesivamente.

Este patrón de más de 30 años de cambios en los plazos ha marcado una estrategia deliberada, no un fracaso en las profecías. Las afirmaciones son propaganda; siempre hay una ‘amenaza existencial’. Más importante aún, está la falsa afirmación de Netanyahu de que las negociaciones con Irán son inútiles.

Irán ha dicho repetidamente que no quiere armas nucleares y que lleva mucho tiempo dispuesto a negociar. En octubre de 2003, el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, emitió una fatwa que prohibía la producción y el uso de armas nucleares, una resolución que más tarde fue citada oficialmente por Irán en una reunión del OIEA celebrada en Viena en agosto de 2005 y a la que se ha hecho referencia desde entonces como un obstáculo religioso y jurídico para la obtención de armas nucleares.

El ayatolá Alí Jamenei se reunió con las autoridades del Hajj en 2018. (Khamenei.ir/Wikimedia Commons/ CC BY 4.0)

Incluso para aquellos escépticos sobre las intenciones de Irán, este país ha defendido constantemente un acuerdo negociado respaldado por una verificación internacional independiente.

Por el contrario, el lobby sionista se ha opuesto a cualquier acuerdo de este tipo, instando a Estados Unidos a mantener las sanciones y a rechazar cualquier acuerdo que permita una supervisión estricta por parte del OIEA a cambio del levantamiento de las sanciones.

En 2016, la Administración Obama, junto con el Reino Unido, Francia, Alemania, China y Rusia, alcanzó el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) con Irán, un acuerdo histórico para supervisar estrictamente el programa nuclear iraní a cambio del levantamiento de las sanciones.

Sin embargo, bajo la implacable presión de Netanyahu y el lobby sionista, el presidente Trump se retiró del acuerdoen 2018. Como era de esperar, cuando Irán respondió ampliando su enriquecimiento de uranio, se le acusó de violar un acuerdo que los propios Estados Unidos habían abandonado. El doble rasero y la propaganda son difíciles de pasar por alto.

El 11 de abril de 2021, el Mossad israelí atacó las instalaciones nucleares iraníes en Natanz. Tras el ataque, el 16 de abril, Irán anunció que aumentaría aún más su enriquecimiento de uranio, como moneda de cambio, al tiempo que pedía repetidamente la reanudación de las negociaciones sobre un acuerdo similar al JCPOA. La administración Biden rechazó todas esas negociaciones.

Al comienzo de su segundo mandato, Trump acordó iniciar una nueva negociación con Irán. Irán se comprometió a renunciar a las armas nucleares y a someterse a las inspecciones del OIEA, pero se reservó el derecho a enriquecer uranio con fines civiles. La administración Trump pareció aceptar este punto, pero luego se retractó. Desde entonces, se han celebrado cinco rondas de negociaciones, en las que ambas partes han informado de avances en cada ocasión.

La sexta ronda debía celebrarse aparentemente el domingo 15 de junio. En su lugar, Israel lanzó una guerra preventiva contra Irán el 12 de junio. Trump confirmó que Estados Unidos conocía de antemano el ataque, incluso mientras la administración hablaba públicamente de las próximas negociaciones.

El ataque de Israel no solo se produjo en medio de unas negociaciones que estaban avanzando, sino también pocos días antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Palestina, que habría impulsado la causa de la solución de dos Estados. Esa conferencia ha sido ahora pospuesta.

El ataque de Israel contra Irán amenaza ahora con escalar a una guerra en toda regla que arrastre a Estados Unidos y Europa al lado de Israel y a Rusia y quizás Pakistán al lado de Irán. Pronto podríamos ver a varias potencias nucleares enfrentadas entre sí y arrastrando al mundo hacia la aniquilación nuclear. El Reloj del Juicio Final marca 89 segundos para la medianoche, el momento más cercano al Armagedón nuclear desde que se puso en marcha en 1947.

Durante los últimos 30 años, Netanyahu y sus partidarios estadounidenses han destruido o desestabilizado una franja de 4000 km de países que se extiende por el norte de África, el Cuerno de África, el Mediterráneo oriental y Asia occidental. Su objetivo ha sido impedir la creación de un Estado palestino derrocando a los gobiernos que apoyan la causa palestina.

El mundo se merece algo mejor que este extremismo. Más de 180 países de la ONU han pedido la solución de dos Estados y la estabilidad regional. Eso tiene más sentido que Israel llevar al mundo al borde del Armagedón nuclear en pos de sus objetivos ilegales y extremistas.

Traducción nuestra


*Jeffrey D. Sachs es profesor universitario y director del Centro para el Desarrollo Sostenible de la Universidad de Columbia, donde dirigió el Instituto de la Tierra desde 2002 hasta 2016. También es presidente de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y comisionado de la Comisión de las Naciones Unidas sobre la Banda Ancha para el Desarrollo.

Este artículo es de Common Dreams.

Fuente tomada: Consortium News

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