Una clara voluntad de destruir Europa y convertirla realmente en una colonia
Alessandro Volpi.
Foto: Giorgia Meloni y Ursula Von der Leyen. Foto de archivo.
Pero este capitalismo, a pesar del suicidio europeo, ya no es creíble precisamente por la misma debilidad estadounidense, cuya profunda crisis es captada por los “amos del mundo”…
Cada vez es más evidente que Estados Unidos pretende desmembrar la Unión Europea y sustituirla por la OTAN, o algo similar.
Los aranceles del 30 %, manteniendo además los ya existentes del 50 %, son el instrumento que Trump pretende utilizar para convencer a los distintos países europeos de que negocien, uno por uno, con el Gobierno estadounidense con la esperanza de obtener condiciones favorables.
Ante las imposiciones arancelarias basadas en la idea trumpiana, que no es en absoluto descabellada, de que las economías de los distintos países europeos no pueden prescindir de su cuota de exportaciones al mercado estadounidense, y ante el obstinado cierre de los grupos dirigentes de los distintos Estados del Viejo Continente hacia China, es muy probable que cada país llegue a cuestionar la estabilidad general de la Unión y de la zona euro, tratando de obtener excepciones para sus propias producciones.
En resumen, Trump ha comprendido la profunda dependencia de los europeos respecto a EE. UU. y su servilismo, y quiere utilizar los aranceles para poner fin a cualquier experiencia de Europa compartida.
De este modo, ya no habría verdaderos competidores para la economía productiva estadounidense, con la consiguiente afluencia de cadenas de producción completas dentro de las fronteras estadounidenses, ya no habría ninguna duda sobre el destino de la gran masa de ahorros europeos hacia los mercados estadounidenses y, sobre todo, hacia la peligrosa deuda estadounidense, mientras que el dólar, tras la disolución del euro generada por el fin de la eurozona, volvería a fortalecerse de manera evidente, pudiendo, además, definir con las distintas monedas nacionales políticas monetarias más o menos complacientes en función de la subordinación política y económica a EE. UU., como ha ocurrido durante décadas.
Si Europa se transforma en un conjunto cada vez más conflictivo de Estados que reconocen en el imperio estadounidense su principal elemento de supervivencia económica, se abrirá una nueva fase de la globalización neoliberal, esta vez caracterizada en su totalidad por la aceptación del modelo estadounidense, que impondrá el desmantelamiento total de los Estados sociales y el afianzamiento de una nueva y gigantesca ola de privatizaciones confiadas a los grandes fondos, a los que Trump sumará sus propias finanzas.
Con la guerra de aranceles, de hecho, Estados Unidos hará imposible cualquier idea de deuda pública común europea, que identificará como “penalización” que se castigará precisamente con aranceles a los países que la apoyen, al tiempo que prohibirá cualquier idea de gravar a las grandes tecnológicas y a las plataformas digitales.
Los Estados europeos que quieran negociar condiciones más suaves de servidumbre aduanera tendrán que votar en contra de cualquier hipótesis de este tipo y defender los paraísos fiscales internos indispensables para las grandes empresas tecnológicas estadounidenses.
La Europa de las micro patrias, donde Trump apoyará abiertamente a las fuerzas neofascistas de derecha, quedará así dolarizada y vaciada de capacidad económica y social, con ciudadanos transformados, a través del ahorro, en sujetos dependientes de las decisiones de los Tres Grandes.
Por supuesto, la OTAN seguirá firmemente en pie para mantener la ocupación de vastas zonas de Europa por las bases estadounidenses, para consolidar la total dependencia de los Estados Unidos en la perspectiva de un sistema de relaciones internacionales exclusivamente militar y para financiar algunos sectores muy costosos de la economía estadounidense.
Los Estados Unidos, con un coste de los intereses de la deuda federal que ha superado ampliamente el gasto militar, necesitan financiadores externos para su aparato estratégico: Rearm Europe servirá precisamente para eso y, por otra parte, este plan se basa en las deudas nacionales y no en la deuda común.
Los distintos Estados europeos se endeudarán para llevar al 5 % el gasto militar destinado a la OTAN, bajo el estricto mando de Estados Unidos, como demuestra el indescriptible Rutte, y dirigido a las grandes industrias armamentísticas estadounidenses, entre otras, haciendo que el valor de sus títulos se dispare constantemente, junto con el de las empresas de los distintos Estados europeos, en las que, por supuesto, participan ampliamente las Tres Grandes.
El coste de esas deudas públicas, paralelamente, será el instrumento de aceleración del desmantelamiento del Estado social.
Ante todo esto, estamos asistiendo al obsceno y cómplice relato de Ursula Von der Leyen, de la Comisión, de los gobiernos dispuestos y no dispuestos, de la “gran amiga de Trump” Giorgia Meloni, de los cantores de un surrealista realismo de la esclavitud al estilo Gentiloni, Letta, etc., según el cual hay que seguir negociando para evitar peligrosas rupturas con Trump.
La verdad es otra: el capitalismo estadounidense está en profunda crisis, necesita los aranceles y recuperar la credibilidad de su deuda y del dólar, y Europa debe sacrificarse en esa dirección: la clase dirigente neoliberal europea está dispuesta a hacerlo porque teme el colapso de ese sistema del que es expresión coherente, mientras que los supuestos soberanistas imaginan que son los vasallos predilectos del emperador, apuntando a salvar a aquellos grupos sociales que han aceptado vivir en un mundo dominado por las desigualdades, donde el egoísmo de la condición individual, totalmente temporal y precaria, prevalece sobre cualquier consideración colectiva, según una lógica que se aplica tanto a los superricos como, lamentablemente, a los más pobres, a quienes la narrativa dominante ha privado de la conciencia de sí mismos.
Pero este capitalismo, a pesar del suicidio europeo, ya no es creíble precisamente por la misma debilidad estadounidense, cuya profunda crisis es captada por los “amos del mundo”, diligentes en sustituir los dólares por bitcoins y en llevar a cabo un gigantesco robo de los ahorros en todo el planeta, y sobre todo por el nuevo mundo productivo, empezando por China, que espera, sin prisa, el declive definitivo de Occidente, que ha carecido de toda voluntad de liberarse realmente del dominio imperial estadounidense.
Traducción nuestra
*Alessandro Volpi es profesor de Historia Contemporánea, Historia del movimiento obrero y sindical e Historia Social en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Pisa. Ha impartido numerosas maestrías y cursos de especialización en diversas universidades italianas y es autor de numerosas publicaciones y artículos sobre temas de historia económica y economía contemporánea. Fue alcalde de Massa de 2013 a 2018. Escribió «Mapa del mundo postglobal» (Altreconomia, 2008), «Una crisis, muchas crisis» (Pacini, 2009), «Sumergidos por la deuda» (Altreconomia, 2011), «Globalización desde la cuna de la crisis» (Altreconomia, 2013). (Pacini, 2017).
Fuente original: Arianna Editrice