Juan Bosch de Gregorio Luperón dijo:

Duarte, Luperón y Juan Bosch las tres raíces del árbol de la patria.

Juan Bosch:

«Luperón fue un personaje extraordinario y yo diría que el más extraordinario de la historia dominicana; fue el primer dominicano que vio con claridad el peligro que había para la República Dominicana en el creciente poderío de los Estados Unidos, pero no solamente es el primer dominicano que lo vio, sino que está entre los primeros luchadores de América Latina que lo vio.

El primero de todos, desde luego, fue Bolívar, pues si alguien, algún héroe, algún luchador americano, vio el peligro norteamericano, lo vio y se lo callo. Luperón no; Luperón no se lo callo. Luperón era realmente un alma extrovertida, un hombre de acción que veía el peligro y lo proclamaba y se lanzaba inmediatamente a luchar contra él. (…) algunos grandes teóricos de los movimientos revolucionarios han considerado como la más alta expresión de la lucha política, que es la guerra popular, y Luperón era un verdadero gran jefe de la Guerra popular».

La liga de la Paz era una organización fundada por dominicanos y cubanos y principalmente por Eugenio María de Hostos que vivía entonces en Puerto Plata y que era uno de los consejeros de Gregorio Luperón. Luperón era en ese momento el líder del movimiento contra González y de la Liga de Paz; aquella potente sociedad política [dice don Federico García Godoy refiriéndose a la Liga de Paz], se reunían en la sala espaciosa de baja techumbre, en algunas ocasiones insuficientemente alumbrada, del Colegio San Felipe, y aun me parece contemplar la abigarrada multitud que allí se congregaba, siempre muy numerosa, cuando asistía a las reuniones el General Luperón.

Cada vez que este peroraba, y lo hacía con frecuencia, su palabra vibrante, encendida de vigorosa entonación, a veces incorrecta y premiosa pero de expresión sincera y fuerte de su alma varonil y entusiastica, como que esparcía átomos ígneos que caldeaban el ambiente de la vasta sala encrespando los ánimos que se desbordaban en un torrente impetuoso de aplausos y aclamaciones.

Es decir, esto debía suceder allá por el año 1866; ya el joven Federico García Godoy asistía a esas reuniones y yo recuerdo que en numerosas ocasiones, en esas tertulias del parque de la Vega, don Federico se refería a las reuniones de Puerto Plata que ahora, al cabo de los años, leo que tenían lugar en el Colegio de San Felipe.

Esta parte de este artículo de don Federico tiene un interés especial porque el habla de la oratoria de Luperón en forma muy discreta, tal como era el al hablar, dice que la palabra de Luperón era “vibrante, encendida de vigorosa entonación, a veces incorrecta y premiosa…”

Juan Bosch

Nota al margen:

El historiador cubano Salvador Morales expresó sobre Luperón, lo siguiente:

“No fueron pocos los gestos y actos solidarios de Luperón con respecto a Cuba y Puerto Rico. Desde el 1867, extendió su amistad a Ramón Emeterio Betances, a quien animó y protegió en sus empeños de libertad para Puerto Rico, luego a los cubanos exiliados en tierra dominicana, pero muy especialmente a los radicados en Puerto Plata. Su ciudad natal, que hicieron de ella la más cubana de las ciudades dominicanas.

Cuando Martí lo calificó de “dominicano generoso” y “hombre de juicio sereno y corazón”, dejó dicho a la posteridad que teníamos para con él una “deuda de ternura y afecto”.

¿Acaso puede olvidarse su gesto caballeroso al enterarse de la muerte de Ignacio Agramante, desconocer el decidido apoyo que encontraron en el jefe del Cibao los cubanos forzados a emigrar por el terror colonialista, no recordar la custodia y las armas ofrecidas a Antonio Maceo para reanudar la guerra en la manigua cubana y el auxilio oportuno a Máximo Gómez cuando volvió a su patria en busca de extraviados elementos para la causa de Cuba?

No son pocas las pruebas descritas de su imperturbable solidaridad antillana que hemos encontrado en los archivos cubanos y que enriquecerán en fecha próxima nuestro conocimiento de nuevos aspectos de su acción revolucionaria. Una de ellas es particularmente emocionante, la dirigida a un anónimo amigo cubano que comienza con enfática declaración: “Donde quiera que me encuentre defenderé a Cuba y Puerto Rico. Esto es a los cubanos y a los puertorriqueños”.

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