Petro habló de soberanía y ¿Ahora?
Por Hernando Calvo Hospina
Los 40 más poderosos de Colombia». Así titulaba la principal revista colombiana, Semana, a un extenso artículo publicado en octubre 2001. Sin el mínimo asomo de pudor, reconocía que el «hombre más poderoso de Colombia» era el entonces presidente de Estados Unidos George W. Bush. Con la dignidad patria por el subsuelo, precisaba que existían otros estadounidenses con mucho poder sobre el destino de Colombia y los colombianos: los subsecretarios de Estado para asuntos políticos y antinarcóticos, la entonces embajadora en Bogotá, el jefe de la Reserva Federal, el presidente del Subcomité de Operaciones Internacionales del Senado, y el presidente de la Cámara de Representantes. En esa lista también incluía al jefe de Misión del FMI y el presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (entidades manejadas por Washington). Semana cerraba con el broche dorado de la ignominia al sostener que la segunda «institución» más «poderosa», después de la presidencia colombiana, era «El gobierno de Estados Unidos». Atrás quedaban las Fuerzas Militares y el Congreso. Aseguraba Semana que esas instituciones estadounidenses eran «primordiales» al momento de «las decisiones que tienen que ver con las personas que conducirán la guerra» (contra la guerrilla). Así mismo, la «influencia» de ellas se extendía a «múltiples áreas» como la justicia, las aduanas y hasta «el tema penitenciario».
Ese fue el legado de nación arrodillada que recibió el actual presidente Gustavo Petro.
Por una vez Petro tocó el tema y reconoció, el 15 de septiembre último, que Colombia «está casi invadida» por las Fuerzas Armadas estadounidenses, bajo el pretexto de luchar contra el narcotráfico. No precisó, Petro, que parte de esa «invasión» es por la presencia de ocho bases militares, donde un teniente gringo le puede dar órdenes a un general colombiano, o no dejarlo entrar si no le da la gana; además de que fuerzas del Pentágono pueden utilizar cualquier base del país, solamente con pedirlo. A Petro también le faltó adjuntar que tropas de varios países de la OTAN deambulan sin mayores requisitos por el país desde el 31 de mayo de 2018, cuando el entonces presidente, premio Nobel de la Paz y responsable de varios crímenes contra la humanidad en Colombia, Juan Manuel Santos, le terminó de entregar la soberanía al secretario de la OTAN, Jens Stolberg en Bruselas, para tener el desgraciado «mérito» de ser «socio global».
Petro podría sacar tiempo para hablar de esos temas fundamentales, haciendo un gran favor a los colombianos, abriéndoles los ojos. La izquierda y los “progres” también lo necesitan, y de urgencia.
Cierto es que Petro se demoró mucho para cantarle ciertas verdades a Trump. Mejor, al poder en Washington. Es cierto que no debe ser para nada fácil en un país donde los gringos han mandado a todos los niveles, como ya Semana nos lo demostró, y que las Fuerzas Militares han sido adoctrinadas, formateadas, desde abril 1952 por el Pentágono. En ese lejano año, Colombia firmó el Pacto de Asistencia Militar (PAM), primero en su tipo que se realizaba en América Latina. Así empezaron a llegar armas e instructores, utilizados para combatir a las primeras guerrillas, que no eran comunistas sino del partido Liberal.
Cierto que Colombia fue el primer país del continente donde se instauró en las FFAA la Doctrina de la Seguridad Nacional, creada por el gobierno de Kennedy, y que enseñaba a buscar y acabar con el «enemigo interno». O sea, a la oposición política, y a todo aquello que se oponga a los intereses del gran capital. A tal punto fue bien aprendida por los militares y la oligarquía asesina que dirigía al país hasta la llegada de Petro (aunque sigue con inmenso poder), que en Colombia nunca fue necesario una dictadura, cuando era la moda por toda América Latina.
Otra realidad dice que fue en 1941, cuando Estados Unidos entra a la Segunda Guerra Mundial, que le impuso al gobierno colombiano el diseñó del primer pacto de asistencia militar, que le permitió el paso de aviones militares por cualquier parte del territorio, así como el derecho a fotos aéreas para efectos militares, sin restricción ni mayores trámites. Parece que a ese «pacto» se le han cambiado algunas comas solo para actualizarlo. Ah, la oligarquía no aceptó de buena gana el pacto pues sus relaciones con la Alemania nazi eran muy estrechas: desde entonces ya era bien fascista esta dirigencia política.
Hasta donde he conocido, este 15 de septiembre, es la primera vez que Petro se lanza a pedir que Washington respete la soberanía colombiana; que emite palabras y frases “non sanctas” contra esos demonios que deciden por la humanidad. Y las repitió en días siguientes. Siempre se había cuidado de no hacerlo. No fue todo: Petro hasta anunció que no se le comprarían más armas a las empresas yanquis.
Y lo peor de peores, retó al matón del barrio, Trump: “A mí no me amenace. Aquí lo espero, si quiere. No acepto invasiones, no acepto misiles, no acepto asesinatos”.
Hasta donde me alcanza la memoria, es la primera vez que un presidente colombiano se atreve. Bueno, a ningún otro le ha interesado ese «tema». Debe tener asustada a esa derecha servil, cipaya y antipatriota. Sorprende, en verdad.
Petro ya se había destacado a nivel internacional por haber declarado genocida al gobierno israelí, algo que retomó la gran prensa unos días y luego se olvidó. Y lo sigue repitiendo, aunque el sistema de inteligencia colombiano sigue siendo el que instaló ese gobierno genocida, bajo contrato que hicieron anteriores gobiernos.
Estas declaraciones de Petro sobre soberanía fueron poco comentadas por la prensa internacional. Creo que las toman como parte de las peleitas que Trump anda armando por el mundo. También las asumen como la reacción de un «izquierdista», que ya se va «pareciendo» a Maduro. Lo importante es ignorarlo o delegitimarlo.
Petro habló de soberanía durante un Consejo de Ministros, pues le acababan de anunciar que Estados Unidos descertificaba a Colombia, después de 30 años, dizque por no haber hecho lo suficiente para controlar la producción de plantas de coca y la salida de cocaína. Aunque no se extendió, lo poco que dijo fue preciso, y pueden verlo en este video donde coloqué los apartes del tema (1)
Su reacción también se debió al bloqueo naval que Trump ordenó para el Caribe, pretendiendo, repite su loro guerrerista y jefe del Departamento de Estado, Marco Rubio, parar la cocaína que, según el cuento armado, sale de Venezuela.
En un articulo anterior dije que cada día ese desplazamiento naval, incluído un submarino nuclear, le costaba al contribuyente estadounidense entre 7 y 10 millones de dólares diarios. Me equivoqué bien equivocado: casi 50 millones de dólares, según dijo un responsable militar en Washington. Y hasta ahora el resultado, según Trump y Marquito, es más que ridículo: tres lanchitas hundidas con misiles, que cuestan varios millones. Mientras el 80% de la cocaína sale por el pacífico, en particular desde Ecuador, país muy amigo de Estados Unidos (varios de los barcos que han sido capturados con cocaína en los últimos años, iban en cargas de banano que pertenecían a la familia del presidente de Ecuador, señor Noboa) (2)
A Petro, por estos días, se le nota preocupado por la posible agresión a Venezuela. Lo ha expresado como nunca antes. Y como ningún otro presidente. El debe saber que si Washington decide atacar al país bolivariano, Colombia estará obligada a seguirle los pasos. Debe saber que si se niega a aceptar esa órden puede suceder esto: se le cae el helicóptero, que es una vieja práctica de la CIA; ó las Fuerzas Armadas colombianas le dan un golpe de Estado, pues bien adoctrinadas y amarradas a Washinton siguen estando. Y es difícil que ellas, o por lo menos la mayoría, estén para negarsele a quien ha sido como su «padre natural».
También puede ser que Estados Unidos utilice las tantas bases que tiene en territorio colombiano y, sin pedir autorización al presidente de la República, se lancen contra Venezuela junto a sus grandes socios : los paramilitares, no pocos militares colombianos, además de fuerzas de la OTAN. Cobarde como es, Estados Unidos solo no atacaría.
Esa desertificación puede ser un primer paso para demonizar a Petro: no hace nada para combatir al «veneno de la humanidad y de Estados Unidos», como repiten Trump y Rubio. Sin tener en cuenta que este gobierno ha realizado las mayores capturas de cocaína, pues con los gobiernos anteriores, especialmente desde el llamado Plan Colombia, año 2000, que supuestamente era para acabar con el narcotráfico, la producción y exportación aumentaron de manera increíble: y con el país casi invadido, como dijo Petro.
Colombia es un gran país, maravilloso, repleto de tesoros que solo unos muy pocos adentro disfrutan. Y que Estados Unidos y otras potencias se los roban. Petro al fin habló de soberanía. Ojalá haga algo en concreto para que ella vuelva a Colombia y a los colombianos.
Bueno sería que empezara por pedirle a los invasores que se vayan, antes que lo tumben o asesinen, que es casi lo mismo. Ojalá que las Fuerzas Armadas colombianas lo apoyen en ello y tenga yo que retirar mis palabras de que siguen bien atadas al Pentágono. Lo haría con una gran felicidad. Y seguro que seríamos los muchos.