El destino de América Latina y el Caribe se define en Venezuela
Por Ramiro Lizondo Díaz
Las recientes denuncias presentadas por el embajador venezolano Samuel Moncada ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 10 y 16 de octubre de 2025, describen un escenario geopolítico en el que una feroz campaña de propaganda y desinformación contra Venezuela y su Gobierno resume las intenciones del gobierno de los Estados Unidos en la Región: asegurar el acceso a los recursos y proteger los intereses corporativos que representa.
En la última misiva dirigida al Secretario General de la ONU y al presidente del Consejo de Seguridad, Moncada denunció ejecuciones extrajudiciales cometidas por los Estados Unidos en el Mar Caribe, incluyendo el ataque del 14 de octubre donde murieron civiles –entre ellos dos pescadores trinitarios– bajo el pretexto de operaciones antidrogas.
La alerta sobre posibles acciones hostiles contra Venezuela muestra el estado actual de la geopolítica, tanto a nivel global como regional. La frase “Un asesino anda suelto por el Caribe” nos remite al período de la invasión y ocupación del territorio del Abya Yala por los europeos, hace 532 años, cuyo rastro de masacre, miseria y expolio vuelve a repetirse.
Intromisión y operaciones encubiertas
La reciente afirmación de Donald Trump de haber autorizado a la CIA a realizar operaciones clandestinas en Venezuela constituye una clara intromisión en los asuntos internos de otro país. Además de los crímenes extrajudiciales que está cometiendo al bombardear lanchas con supuestos cargamentos de drogas a bordo, conjuntamente con su falsa narrativa de la lucha contra el narcotráfico, violan la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional. Pero al actual Gobierno de los Estados Unidos eso no le importa.
Una escalada mayor en términos militares contra Venezuela depende de lo que está haciendo el Gobierno de los Estados Unidos respecto a la valoración del Balance de Fervor para iniciar un ataque militar. En conflictos anteriores esos cálculos fueron erróneos y los Estados Unidos terminaron perdiendo las guerras en las que se involucraron, como las de Corea, Vietnam o, más recientemente, Afganistán. En ese sentido, Venezuela cuenta con una ventaja clara en términos del Balance de Fervor: la convicción, profundamente arraigada en su pueblo, de que la soberanía nacional es un bien supremo heredado de la lucha popular por la independencia y la autodeterminación, más allá del posicionamiento político de sus habitantes.
La hegemonía estadounidense y su declive
Según el economista estadounidense Jeffrey Sachs durante más de 100 años los Estados Unidos creyeron que podían decidir el destino del mundo, sancionar, castigar y moldear a cualquier nación que desafiara su voluntad, construyendo de manera gradual un dominio basado en la fuerza militar y el dólar. Todos debían someterse a sus designios para tener alguna opción de supervivencia, creando así un mundo unipolar en el que el destino era decidido por Washington.
Efectivamente, durante el siglo XX los Estados Unidos construyeron un imperio que controlaba la economía mundial a través del dólar, del comercio y del petróleo con el llamado “orden basado en reglas”. Esa hegemonía ha cambiado drásticamente desde principios del siglo XXI.
Sanciones y bloqueo económico
Al igual que Rusia, China o Irán, desde 2014 los Estados Unidos han impuesto sanciones financieras a Venezuela con el objetivo de asfixiar económicamente al país y provocar un cambio de régimen. Le bloqueó la posibilidad de realizar cualquier tipo de transacción económica y financiera internacional mediante el sistema Swift. Se congelaron y expropiaron sus activos en el exterior. Se limitaron sus importaciones de alimentos y medicinas incluso durante la pandemia del Covid-19.
Según estimaciones independientes realizadas por universidades venezolanas, más de 40 mil muertes indirectas ocurrieron solo entre 2017 y 2019 debido a las restricciones y el bloqueo estadounidense. En total se aplicaron más de 930 medidas coercitivas unilaterales que afectaron directamente a la industria petrolera, el sistema bancario y el aparato productivo nacional.
Al igual que los países mencionados, que sufren sanciones económicas y financieras unilaterales, Venezuela buscó alternativas para el comercio exterior y la integración mediante mecanismos distintos, como el caso del Brics+.
Fueron precisamente las sanciones y la guerra económica las que impulsaron la necesidad de pensar un nuevo mundo multipolar y de mayor equilibrio global. En este contexto, surge una nueva realidad multipolar donde Venezuela tiene su propio peso específico como proveedor de petróleo, base del sistema energético mundial.
Las sanciones aplicadas por los Estados Unidos provocaron una caída del PIB venezolano en 80% entre 2017 y 2020, y una reducción de más del 90% en los ingresos por exportaciones. Esta contracción generó inflación y casi paralizó el aparato productivo nacional. Sin embargo, la adaptación estructural transformó las sanciones en una oportunidad estratégica.
Al romper sus vínculos tradicionales con el sistema financiero occidental Venezuela tejió un entramado de cooperación con China, Rusia, Irán, India y Turquía, integrándose a un nuevo circuito económico global al margen del sistema Swift, que hoy está siendo reemplazado por mecanismos alternativos y nuevos sistemas de pago.
El dólar, que en 2001 representaba más del 73% de las reservas internacionales del planeta, hoy ronda apenas el 55%. Los países del Sur Global compran oro, comercian en monedas locales y crean bancos regionales.
El brutal bloqueo económico terminó convirtiéndose en una paradoja, pues en medio de esas circunstancias el Gobierno impulsó la producción nacional al margen de la economía petrolera. Hoy, tras 11 años de bloqueos y sabotajes por parte de los Estados Unidos, Venezuela es capaz de abastecer con producción propia los principales alimentos que llegan a sus mercados.
Según Alexis Bonte, representante de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Venezuela, la producción nacional cubre más del 90% de la demanda interna. Se trata de un logro extraordinario alcanzado pese al bloqueo, mientras la nación avanza de manera gradual en la recuperación de su producción petrolera.
La narrativa del narcotráfico y la agresión regional
El actual Gobierno de los Estados Unidos promueve abiertamente el aplastamiento del Gobierno venezolano bajo el falso argumento del narcotráfico. Esa narrativa ha convertido a Venezuela en una víctima evidente del matón del barrio, no solo porque dicho argumento es falaz y mentiroso, sino porque revela con claridad que el verdadero interés de la administración Trump es asegurarse un acceso ilimitado y sin condiciones a los recursos naturales del país, que hoy se erige como un símbolo de resistencia regional frente a la intromisión y el abuso.
Durante más de un siglo los Estados Unidos creyeron poder decidir el destino del mundo, imponiendo sanciones, castigos y modelos económicos bajo la premisa de un “orden basado en reglas”. Pero ese orden –que Jeffrey Sachs define como una arquitectura internacional diseñada para perpetuar la supremacía del dólar y la hegemonía de Washington– se encuentra hoy en un proceso visible de agotamiento. Su colapso no se anuncia en Moscú ni en Beijing, sino en Caracas.
Estamos viviendo un proceso de reconfiguración estratégica del poder mundial. Las sanciones, lejos de provocar un cambio político, contribuyeron a potenciar la producción nacional y a reconfigurar la estructura global.
Venezuela, con su petróleo y recursos estratégicos, se convierte en una pieza clave de esta red emergente, ejemplo de que la independencia y la cooperación pueden promover un nuevo bloque multipolar en el que los países del Sur construyan relaciones sin condiciones.
Crímenes y violaciones al Derecho Internacional
Samuel Moncada denunció que los bombardeos en el Caribe han dejado al menos 21 civiles muertos, bajo el argumento de que se trataba de operaciones antidrogas. Según su discurso, esas embarcaciones nunca representaron amenaza alguna y sus ocupantes eran ciudadanos comunes. Calificó esos actos como ejecuciones extrajudiciales bajo la máscara de “legítima defensa”.
Este punto es central, porque humaniza la denuncia: no se trata solo de contenciosos geopolíticos, sino de vidas arrebatadas, reputaciones destruidas y familias devastadas. Venezuela destacó que no existen pruebas por parte de los Estados Unidos que justifiquen el uso de la fuerza. Sin evidencias sobre identidad, cargas sospechosas o amenazas inminentes esos actos constituyen crímenes internacionales.
Las intervenciones de los Estados Unidos han estado motivadas por el control de los recursos naturales. Como lo afirmó recientemente Laura Richardson, exjefa del Comando Sur de los Estados Unidos, lo que realmente le interesa a su país son los recursos estratégicos. La presencia de China o Rusia en la Región se percibe como una amenaza a su doctrina de las “fronteras infinitas” en América Latina y el Caribe.
Si en los siglos XIX y XX las potencias libraban guerras por territorios o minerales, en el siglo XXI esas batallas adoptan la forma de cobertura militar, sanciones, coerción financiera, bloqueos, expropiaciones y operaciones encubiertas. En ese marco, la agresión contra Venezuela busca retomar el control sobre su petróleo, última gran reserva estratégica del hemisferio occidental.
Derecho a la defensa y llamado al diálogo
Venezuela, a través de Samuel Moncada, apeló directamente a la Carta de las Naciones Unidas y al mandato del Consejo de Seguridad. Si existe una amenaza evidente contra la paz en la Región, hay que denunciarla y exigir que el agresor se abstenga de violar los tratados internacionales y cometer crímenes contra un pueblo pacífico.
Por eso Venezuela advirtió que, si los Estados Unidos llegaran a atacar su territorio, ejercerá su derecho legítimo a la defensa, consagrado en el Artículo 51 de la Carta de la ONU. Al mismo tiempo ofreció el diálogo como alternativa urgente y llamó a negociar para evitar el conflicto.
Si los Estados Unidos intentan convertir sus despliegues navales en agresión abierta Venezuela hará prevalecer su Balance de Fervor, no solo porque el pueblo venezolano defenderá su patria, sino porque los pueblos marginados de la Región estarán dispuestos a proteger el legado de Bolívar y Chávez.
En los últimos 26 años Venezuela se ha convertido en símbolo de lucha y resistencia, referencia en la defensa de la soberanía y el derecho a decidir su futuro de manera independiente. En ese marco, el país ha recibido apoyo y solidaridad sin precedentes de numerosos Estados y organizaciones a nivel global.
El destino de América Latina y el Caribe, una vez más, se define en Venezuela.

