¿La mega-crisis socioeconómica del siglo XXI implica la emergencia de nuevos fenómenos políticos?

Por Juan Carlos Espinal.

El antiguo consenso histórico del establecimiento libero-conservador de pos guerra, sustentado por la invasión militar del gobierno del presidente Lindon B. Johnson de los Estados Unidos, que ya anteriormente, entre los años 1916-1924 propicia la tiranía de Rafael Leónidas Trujillo Molina, primero, y más tarde, entre 1966-1978 instala el gobierno para-militar de Joaquín Balaguer en Santo Domingo está roto.

Este fenómeno de disrupción constitucional avanza hacia un inédito proceso de radical transformación.

Al parecer, los últimos vestigios de su dominación sucumben ante una población más informada y cada vez más descreída.

Tras apenas 60 años después de la caída de la dictadura militar trujillista auspiciada por el Departamento de Estado de los Estados Unidos, 1930-1961, la imposición del gobierno de facto del Triunvirato, sustentado por los últimos reductos de la tiranía cívico-militar, la operación geo-estratégica qué implicó el golpe de Estado al gobierno del presidente constitucional Juan Bosch, el advenimiento en 1965 de la guerra civil, la posterior invasión militar estadounidense que sucede a gobiernos nacionales encabezados por las élites tradicionales de la democracia representativa de pos guerra 1966-2024, observamos como a lo interno de esas organizaciones las divisiones estimularon la ruptura del consenso político.

En el ínterin de varios períodos de gobierno, la fragmentación política de los históricos PRD, PRSC y PLD así como la continuación de la desolada política de saqueo del Estado da paso al surgimiento de nuevos proyectos económicos que incentivan la polarización de la sociedad Dominicana.

La división en el PRD impulsa el origen del BIS, PRI y más adelante del PRSD y luego del PRM, por ejemplo.

Sucesivamente, en los últimos 50 años emergen más de 30 organizaciones o movimientos políticos.

En el trajín de la guerra económica que desde 1966 libra la oligarquía contra la población se consolida el re-ordenamiento de la derecha económica gobernante, qué a su vez da paso a un sistema político que fomenta el nacimiento de nuevos movimientos políticos como el PQDC, PNVC, Partido La Estructura, UDC, FNP, que más tarde se unifican con el PLD u otras entidades similares oficialistas o no, convirtiendo a esas organizaciones en unidades satélites de los partidos hegemónicos.

Con el paso del tiempo este fenómeno histórico conlleva a un aumento vertiginoso de la inestabilidad política, la erosión de la confianza en las instituciones democráticas y el fin del Estado de Derecho.

Desafortunadamente, con los gobiernos de la democracia representativa 1966-2024, aumentan la desigualdad, la exclusión social.

En los últimos 60 años de democracia representativa la persistencia de la desigualdad económica y social ha generado una amplia frustración entre amplios sectores de la población.

La mega-corrupción del aparato pos Balaguer, la impunidad exhibida por las élites políticas en las gestiones gubernamentales, el deterioro de los niveles de vida de la población, la dispersión de las Izquierdas impulsa la percepción de que las distintas gestiones gubernamentales han erosionado la confianza del hombre de a pies en las instituciones públicas y han generado una sensación de impunidad.

Asimismo, con el advenimiento de la sociedad civil organizada, financiada por el capital financiero, el mantenimiento en el tiempo de las profundas brechas sociales, el colapso del Estado-Nación y la ausencia de una economía que garantice seguridad social de calidad para los pensionistas se puede comprender la actual volatilidad política.

A la falta de un Estado de Derecho que propicie un diálogo Estado-Sociedad que pudiese unificar a los diferentes sectores políticos, la fragmentación social y la radicalización de las posiciones a lo interno de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, la división de la oposición política dominicana y el descrédito de las instituciones nacionales conducen al vacío.

Mientras tanto, la influencia del capital financiero internacional en la economía fondomonetarista bancentraliana, la consolidación de nuevos factores externos como la instalación de la pandemia COVID-19, el derrumbe de la globalización neoliberal, la guerra en Ucrania, la caída estrepitosa del mundo unipolar encabezado por el complejo industrial del gobierno de los Estados Unidos y el fin del consenso pos segunda guerra mundial en Europa erosiona el equilibrio de los organismos internacionales, quienes también han jugado un papel negativo en la configuración de la crisis política en la región del Caribe.

Las protestas sociales se han puesto de moda lo que explica de forma manifiesta el amplio descontento de amplios segmentos de la sociedad dominicana.

En estos momentos más del 50% de los electores muestran su frustración personal con la situación económica y política.

En lugar de ceder, la mega-crisis social y política ha escalado aún más generando una gran inestabilidad geopolítica, teniendo como elemento clave el impacto significativo de la guerra civil haitiana que incide en la formulación de las políticas domésticas en el país.

A partir de la desaparición de los partidos políticos que hegemonizan la pos guerra se da inicio al ascenso de la extrema derecha que a su vez contribuye a la fragmentación política.

En resumen, la ruptura del consenso político que alguna vez existió entre los burócratas de la democracia representativa 1966-2024 y el Departamento de Estado de los Estados Unidos es un fenómeno dialéctico que requiere una comprensión profunda de los factores globales que lo han generado y de las posibles soluciones alternas a las que nos avocamos.

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