Guerra en Sudán: La Batalla por el Oro y el Poder en el Mar Rojo
Claves del Conflicto: Fuerzas de Apoyo Rápido vs Ejército Sudanés, la Caída de Al-Fashir y el Juego Geopolítico de EAU, Egipto e Israel
Diario La Humanidad
Mientras Sudán enfrenta una guerra civil que ha desplazado a millones, revelamos cómo la batalla entre el Ejército Nacional y las Fuerzas de Apoyo Rápido en busca del control del oro y las rutas estratégicas del Mar Rojo involucra a potencias regionales. Análisis exclusivo de la caída de Al-Fashir, el rol de los Emiratos Árabes Unidos apoyando a las RSF, el respaldo de Egipto al ejército oficial, y los intereses de Israel en el Cuerno de África. ¿Por qué ninguna fuerza busca un alto el fuego definitivo? Claves geopolíticas del conflicto sudanés que está redefiniendo el equilibrio de poder en África.
Todas las partes implicadas en el conflicto reconocen la imposibilidad de una victoria militar, pero ninguna parece dispuesta a aceptar un alto el fuego.
La guerra que se libra actualmente en Sudán entre el ejército nacional y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, en inglés) ya no es una cuestión interna. Si se analiza en el contexto de la escalada de tensiones en Oriente Medio y la expansión de los conflictos a lo largo del mar Rojo y África, representa esencialmente una lucha por la influencia y los recursos en este país estratégicamente vital, rico en yacimientos de oro.
Aunque el conflicto entre ambas partes se ha prolongado durante más de dos años, ha suscitado poca atención, ya sea por el predominio de la guerra de Israel contra Gaza en los titulares de los medios de comunicación árabes e internacionales, o por un acuerdo tácito entre los patrocinadores internacionales de ambas facciones, que permite que los civiles sudaneses mueran y huyan en silencio.
Los combates entre el ejército sudanés y las RSF se habían sucedido hasta que el ejército logró varias victorias en el campo de batalla hace meses, recuperando numerosas ciudades y zonas. En respuesta, las RSF establecieron un gobierno paralelo en el extranjero para proyectar la existencia de dos legitimidades rivales en el país, una medida destinada a allanar el camino para traducir las futuras ganancias de la guerra en influencia política a través de negociaciones o incluso preparar el terreno y a la comunidad internacional para la posibilidad de la partición de Sudán.
Escenas horribles
Sin embargo, las horribles escenas de derramamiento de sangre de civiles en la ciudad de Al-Fashir a manos de la RSF en los últimos días no dejan lugar a dudas sobre los escenarios que le esperan a Sudán.
La RSF no tomó la ciudad de una manera tan espantosa —tras un asedio de 18 meses— si no fuera por su importancia estratégica y el papel decisivo que podría desempeñar en la determinación del futuro del país.
Antes de caer en manos de las RSF, Al-Fashir era el último bastión del ejército sudanés y de los movimientos armados aliados en la región de Darfur.
El estado de Darfur del Norte, cuya capital es Al-Fashir, tiene una superficie de 296.000 kilómetros cuadrados, lo que supone aproximadamente el 12 % de la superficie total de Sudán y más de la mitad de la superficie terrestre de Darfur. La ubicación geográfica de la ciudad amplía aún más su importancia, ya que sirve de punto de convergencia de las líneas de comunicación con Chad, Egipto y Libia, así como de ruta principal que conecta el oeste y el este de Sudán.
Si bien el control de la RSF sobre Al-Fashir supone un importante cambio en el campo de batalla a favor de la milicia, no refleja necesariamente un punto de inflexión estratégico decisivo en el equilibrio de la guerra. Más bien, señala un serio intento por parte de las RSF de afianzar su influencia política antes de cualquier posible negociación, durante la cual podrían presentarse como un poder de facto que controla toda una región, utilizando esa influencia para imponer sus condiciones políticas y económicas, lo que sin duda salvaguardaría sus intereses y los de sus patrocinadores internacionales.
Sin embargo, la caída de la ciudad —y los peligros que conlleva— galvaniza al mismo tiempo a los partidarios internacionales del ejército sudanés, que temen que se convierta en una plataforma estratégica que amenace el norte de Sudán.
De nación pacífica a escenario mundial
Para comprender la naturaleza de este conflicto es necesario responder a una pregunta fundamental: ¿cómo es posible que esta nación, antaño pacífica, se haya convertido en un escenario de rivalidad internacional y su apacible población se haya transformado en refugiados y desplazados?
Sudán tiene una enorme importancia geoestratégica como puerta de entrada a la seguridad del Cuerno de África y el Mar Rojo. Comparte fronteras con siete naciones africanas y está dotado de una gran riqueza agrícola y mineral, lo que lo convierte en un campo de batalla para numerosas potencias internacionales y regionales, ya sea directamente o por poder.
Al mismo tiempo, Sudán es un país extenso, que ocupa el tercer lugar en África en cuanto a superficie terrestre, después de que la secesión de Sudán del Sur en 2011 le despojara de su antigua posición de liderazgo. Su población es muy diversa, ya que abarca un amplio espectro de tribus y grupos étnicos —57 en total— repartidos por todo su territorio y que, en ocasiones, se extienden a los países vecinos, junto con docenas de lenguas y dialectos locales.
Desde su independencia en 1956, el país ha sido testigo de la proliferación de formaciones militares debido a las prolongadas guerras civiles. Según algunos informes, más de 87 movimientos armados operan en todo el país, 84 de ellos solo en Darfur. Estos van desde instituciones oficiales hasta facciones armadas irregulares y milicias, algunas creadas por los sucesivos regímenes gobernantes.
Las RSF surgieron como una de esas formaciones bajo el mandato del expresidente Omar al-Bashir. Evolucionaron a partir de la milicia Janjaweed, que había servido como fuerza auxiliar del ejército durante la primera guerra de Darfur en 2003 para contrarrestar los movimientos rebeldes que se levantaron alegando marginación política y falta de desarrollo.
El núcleo de los movimientos rebeldes procedía de tribus africanas, mientras que los Janjaweed procedían principalmente de tribus árabes. Con el estallido de la segunda guerra de Darfur en 2013, los «Janjaweed» pasaron a denominarse «Fuerzas de Apoyo Rápido» para darles legitimidad. Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como «Hemedti», se convirtió en su comandante y fue ascendido a general de brigada antes de cumplir los 40 años, a pesar de carecer de educación básica.
El camino hacia el conflicto abierto
En 2019, las RSF desempeñaron un papel fundamental que el ejército aprovechó para orquestar la destitución de Al Bashir tras las protestas masivas contra sus 30 años de gobierno. A cambio, la milicia se aseguró un papel político importante en la gestión de los acuerdos de transición, hasta que se volvió contra el ejército en 2023. El pretexto declarado fue el desacuerdo sobre esos acuerdos, pero la realidad subyacente era una lucha por la distribución de la riqueza, la influencia local y la sumisión a las agendas de las potencias externas.
Así, el conflicto en Sudán se sitúa en una delgada línea entre la guerra interna y la rivalidad regional/internacional, donde los cálculos del oro y la influencia se cruzan con los de las armas.
Entonces, ¿quiénes son los actores regionales e internacionales en este conflicto?
La compleja geografía humana de Sudán, como se ha señalado, ha permitido la existencia de formaciones militares que no operan según la lógica de un Estado nacional unificado. La RSF era originalmente un contratista militar utilizado por al-Bashir en una guerra interna y, en 2015, como fuente de mercenarios que luchaban en Yemen durante la campaña liderada por Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos contra los hutíes. Tras la caída de Al Bashir, esta formación militar se encontró en unas circunstancias políticas que le obligaban a operar teniendo en cuenta la unidad nacional. Sin embargo, como dice el famoso proverbio árabe, «la jarra sigue siendo una jarra aunque le crezca la barba». La RSF demostró ser incapaz de actuar como otra cosa que no fuera un contratista militar que buscaba imponer sus condiciones al Estado.
Es bien sabido que Darfur, cuna de la RSF y sus líderes, es el principal centro de riqueza aurífera de Sudán, lo que convierte al país en uno de los más ricos del mundo en reservas de este metal precioso. En consecuencia, algunos estados de la región vieron una oportunidad en respaldar a la RSF y fomentar la inestabilidad para garantizar la continuidad del contrabando ilegal de oro hacia sus territorios. El más destacado de ellos es los Emiratos Árabes Unidos, a los que el ejército sudanés acusa de financiar las masacres de la RSF con dinero, armas, logística y apoyo en materia de inteligencia.
Los intereses de los EAU van más allá de asegurar los envíos de oro sudanés de contrabando. Algunos creen que Abu Dabi ve la fragmentación de Sudán —y la secesión de Darfur bajo un aliado— como un punto de apoyo para ganar múltiples batallas en el volátil Cuerno de África, facilitando el control sobre su riqueza y sus puertos clave. Incluso sin la secesión, la situación actual proporciona bazas para obtener concesiones de Jartum.
Israel también está involucrado, apoyando a las fuerzas de Hemedti debido a la posición estratégica de Darfur como encrucijada entre varios Estados de África Occidental. La inestabilidad en la zona supone una grave amenaza para Egipto, adversario estratégico de Tel Aviv, independientemente de cuánto tiempo dure la paz entre ambos países.
Egipto y Turquía en la misma onda
Egipto, por su parte, es un firme partidario del ejército sudanés, impulsado por su profunda convicción de que preservar la unidad de Sudán es esencial para salvaguardar sus intereses en el sur, en particular su seguridad hídrica frente a Etiopía a través de Sudán. El Cairo también reconoce que la composición tribal y étnica de Sudán lo hace propenso a una mayor fragmentación si se reabre la secesión, un resultado que podría convertir el sur de Egipto en un polvorín, con riesgos que se extenderían hacia el norte a través de oleadas de refugiados, tráfico de drogas y armas, o incluso orquestados por actores hostiles.
Turquía nunca declara oficialmente su apoyo a una de las partes en Sudán, pero las pruebas y los indicadores la sitúan más cerca de la postura de Egipto a favor de la unidad de Sudán y su ejército. Ankara ha ofrecido en múltiples ocasiones su mediación entre el comandante del ejército Abdel Fattah al-Burhan y los Emiratos Árabes Unidos para resolver el conflicto interno. Numerosos informes destacan el papel de los drones turcos en el desenlace de batallas clave a favor del ejército. En vísperas de la caída de Al-Fashir, al-Burhan mantuvo una reunión de emergencia con el embajador de Turquía en Sudán, Fatih Yıldız, un encuentro que los observadores interpretaron como una posible solicitud de apoyo militar turco.
Este es el mapa del conflicto en Sudán y su situación actual. Pero, ¿qué vendrá después de la caída de Al-Fashir?
Una cautelosa maniobra egipcia
Según fuentes egipcias, El Cairo está actuando con cautela para elaborar diversas fórmulas que pongan fin a la guerra, evitando una resolución militar prolongada que amenace la unidad del país. Una posible opción es organizar una reunión entre al-Burhan y Hemedti.
Sin embargo, según la fuente, esto depende de que ambas partes acepten el alto el fuego humanitario propuesto por el cuarteto internacional. Con el RSF de acuerdo, pero al-Burhan rechazándolo, la perspectiva sigue en suspenso. Al-Burhan teme que una aceptación inmediata pueda interpretarse como una derrota, desmoralizando a sus combatientes y aliados sobre el terreno y fracturando potencialmente su base de apoyo, un riesgo que necesita evitar a toda costa.
En mi opinión, todas las partes implicadas en el conflicto reconocen la imposibilidad de una victoria militar, pero ninguna parece dispuesta a aceptar un alto el fuego. El coste político de la retirada supera el precio de continuar la guerra. Incluso Estados Unidos limita sus acciones a llamamientos superficiales a treguas humanitarias temporales, sin comprometerse con una solución política integral. La Unión Africana sigue ausente, incapaz de formular ninguna iniciativa seria ante el rechazo de las partes beligerantes a un acuerdo político por el momento.
Sudán se encuentra ahora en una encrucijada, con su futuro en juego. Cualquier reunión entre al-Burhan y Hemedti podría abrir la puerta a un acuerdo realista que preserve lo que queda del equilibrio, o convertirse en el preludio de una nueva explosión que impulse la partición.

