El pueblo en marcha

Por Leonel Fernández

E l pasado domingo marchó durante varias horas, bajo un sol inclemente, una oleada humana integrada por distintos sectores de la vida nacional, que protestaba por el desplome de la economía nacional, el alto costo de la vida y el deterioro institucional.

En la actualidad, la economía dominicana se encuentra en una fase de desaceleración preocupante. Durante los meses de enero a septiembre de este año, solo creció un diminuto 2.2 por ciento del PIB.

En más de siete oportunidades se ha variado su proyección hacia la baja y, haciendo muchos esfuerzos, las autoridades monetarias ahora informan que tal vez podríamos terminar el año en tan solo 2.5 por ciento.

Como resultado de ese bajo crecimiento, las ventas en colmados y pequeños negocios han caído en un 37 por ciento en 2025; y la situación ha llegado a un grado tal de desconcierto que hasta el Viernes Negro (Black Friday) resultó ser, por vez primera, un fracaso comercial.

El sector de la construcción, que siempre ha sido parte de la dinámica económica nacional, en estos momentos se encuentra sumido en un profundo letargo. Los desarrolladores de proyectos que antes vendían en plano se encuentran en la actualidad con compradores que no pueden cumplir con el pago de sus cuotas; en algunos casos, hasta el extremo de poner fin a la relación contractual.

Lo que se escucha en la calle es que no hay dinero, todo lo cual provoca que disminuya el poder de compra, afectando todo tipo de actividad comercial.

Predomina una inestabilidad del dólar, ocasionada por una volatilidad de la tasa de cambio. Eso, fruto de una crisis de confianza, añade, a su vez, incertidumbre en la economía nacional, frenando todo tipo de inversión.

En fin, en el presente se respira la sensación de que nuestra economía se sostiene sobre bases frágiles, por más que el Banco Central quiera presentar un panorama de estabilidad macroeconómica y bienestar general.

¿Qué ha ocurrido con la época en que República Dominicana era líder en América Latina con tasas de crecimiento de hasta un seis y siete por ciento?

Inversión y gestión

En la narrativa oficial suele explicarse ese debilitamiento de la economía nacional sobre la base de la incertidumbre global. Pero resulta que la única parte de nuestra economía que ha tenido algún dinamismo es, precisamente, la que se refiere al sector externo.

Se hace referencia, por ejemplo, al incremento incesante de las remesas, las cuales se pronostican para este año por encima de los 10 mil millones de dólares.

Igual ocurre con el turismo, del cual solo se habla de lo magnífico que resulta, rompiendo récords de visitantes cada año; y en idéntico sentido con respecto a las zonas francas industriales y a la inversión extranjera en general.

Luego, no es la incertidumbre global o las condiciones externas lo que explica la desaceleración actual de la economía dominicana. Esta se debe, más bien, a causas internas.

En tal virtud, la parálisis de la inversión pública en el desarrollo de infraestructuras y el bajo nivel de gasto de capital han sido factores desencadenantes de la actual falta de dinamismo de la economía nacional.

El Estado constructor prácticamente se ha esfumado de la escena. El 52 por ciento de las obras iniciadas o prometidas se encuentran detenidas; y existe falta de claridad con respecto a los fondos de la renegociación del contrato de AERODOM, que ya han sido gastados, pero cuyas obras anunciadas no han sido ejecutadas.

Otra causa interna del débil crecimiento actual de nuestra economía se debe a la mala gestión del gobierno del PRM, que no ha sabido planificar, coordinar y ejecutar políticas públicas que vayan en beneficio de los sectores productivos nacionales.

Como consecuencia, la industria nacional no levanta cabeza y el sector agropecuario se encuentra al borde de la quiebra. Durante estos cinco años de gobierno, las importaciones de productos agropecuarios se han más que duplicado, en detrimento de los productores nacionales.

Los arroceros se quejan de que las autoridades gubernamentales suelen autorizar la importación del cereal justamente en los momentos en que entra la cosecha nacional.

Otros, a su vez, manifiestan su inconformidad por la falta de asistencia técnica, distribución de semillas e incumplimiento de pago con relación a varios rubros del agro nacional.

Malestar nacional

Prevalece, en esta recta final del año, un ambiente de malestar que se extiende por todo el territorio nacional. De conformidad con estudios realizados, más del 65 por ciento de la población considera que vamos por mal camino.

Esto es así por el retorno de tandas de apagones interminables —los peores en décadas—; por la falta de agua potable en barrios y pueblos; por el desmantelamiento de los servicios públicos y por el alto costo de la vida.

Hace cinco años, las pérdidas técnicas y comerciales de las empresas distribuidoras de electricidad alcanzaban un 27 por ciento y el subsidio era de 58 mil millones de pesos.

Ahora constituyen un 44 por ciento y el subsidio gira en torno a los 98 mil millones de pesos. Pero en estos tiempos, los apagones llegan hasta el Aeropuerto Internacional de las Américas y el Metro de Santo Domingo, generando nerviosismo e incertidumbre entre sus usuarios. Experimentamos un retroceso cuando los camiones de agua venden sus botellones hasta en los sectores residenciales de clase media profesional.

Pero donde más se siente el malestar, la fatiga y el enfado de la población es con respecto al alto costo de la vida. Al instalarse las actuales autoridades del PRM, hicieron el compromiso de reducir el costo de la canasta en un 30 por ciento. Pero lo que ha habido es un aumento de un 48 por ciento, insoportable para el grueso de la población. Por todos esos agravios se realizó el pasado domingo la Gran Marcha del Pueblo. Fue una multitudinaria y hermosa jornada cívica. Pero, sobre todo, una especie de plebiscito popular que plantó cara a un gobierno en desgaste acelerado y caída libre.

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