La fórmula secreta para eliminar los microplásticos del agua ha nacido en una universidad de Madrid
Por Alberto García Palomo. SPUTNIK. Captoplastic es una iniciativa para eliminar este elemento que acaba en los océanos. La patente está desarrollada por un equipo de investigación en una facultad pública española y capital privado. Acaban de ser galardonados y buscan clientes para fabricarla y distribuirla.
Esa botella de refresco en el suelo puede acabar en la tripa de un pez. Pero también lo que se desprende entre máquinas al elaborarlo, extractos de la ropa que gira en la lavadora o virutas del neumático que galopa sobre el asfalto. Muchos objetos de nuestra vida diaria comprenden el uso de plástico, material moldeable fabricado a partir del petróleo.
Su deterioro va quebrándolo, liberando trozos que, si son menores de cinco milímetros, se denominan microplásticos. Son estos los que se desperdigan por el agua de alcantarillas, ríos y océanos hasta que se cuelan en el organismo de un animal. Y no es una exageración: cada año, 100.000 mamíferos y un millón de aves marinas mueren debido a la ingesta de plástico; otros lo hacen por enredos, asfixia, estrangulación o desnutrición por culpa de estos desechos, según estiman en Greenpeace.
Para evitar esa cadena trófica de la era contemporánea, hay varias líneas de actuación. En ciudades como París han advertido de ese incómodo final poniendo rótulos en las tapas de las alcantarillas; en países como Kenia se han prohibido las bolsas en los supermercados; y en legislaciones como la española ya se ha dado una fecha límite para productos como las pajitas o los envoltorios no orgánicos de la fruta. Sin embargo, antes de paliar un aumento del problema hay que resolver el instalado: diferentes estudios calculan que los océanos del planeta alojan unas 230.000 toneladas de microplásticos. Solo en el Mediterráneo, según las cifras publicadas este año en Frontiers Marine Science con la colaboración del Centro Griego para la Investigación Marina, hay 3.760.
Asusta leer semejantes números, pero aterra más pensar que todo lo que flota en este bien limitado afecta a la flora y fauna del medio. Incluso sabiendo que no se queda ahí sino que llegará a los seres humanos: ya hay líneas de investigación que apuntan a que los micro o nanoplásticos pueden colonizar y permanecer en los órganos humanos, dificultando sus funciones.
Raquel Parra, CEO de Captoplastic, en un laboratorio de la Universidad Autónoma de Madrid
© Sputnik / Alberto García Palomo
Elemento que, además, ha aparecido en la superficie de los polos, en montañas y hasta en la atmósfera, tal y como registró el Instituto Noruego de Investigación del Aire. La tragedia, por tanto, no es ficticia: es palpable. Hay, no obstante, chispazos de optimismo. Tanto por las compromisos gubernamentales adoptados, incluso a nivel internacional, como por las iniciativas particulares que pretenden frenar este drama.
Una de ellas tiene su base de operaciones en España. El edificio de ingeniería química y tecnología de los alimentos de la Universidad Autónoma de Madrid atesora una posible solución a la catástrofe. El equipo comandado por Raquel Parra (y gracias al apoyo de BeAble Capital, fondo de inversión que apuesta por la ciencia) ha conseguido registrar la patente de un filtro que elimina los microplásticos en el agua. La fórmula es secreta, pero el resultado ya se ha podido mostrar e incluso ha obtenido galardones como el Premio eAwards Spain 2021 de la Fundación Everis. Esperan que Captoplastic, el nombre del proyecto, sirva de solución. «Todo está en riesgo», advierte Parra, CEO del proyecto.
Desde este laboratorio, perteneciente a la facultad de Químicas y ubicado al norte de la ciudad española, Parra explica la trayectoria de la empresa. Lo hace de forma divulgativa, retrocediendo al origen y ayudándose de ilustraciones en un ordenador. «En el caso del plástico, el ciclo de desgaste y su conversión en microplásticos empieza en su producción, se multiplica cuando va rompiéndose y termina cuando se deposita», adelanta. Eso atañe a las fábricas, al mero devenir del tiempo y su erosión o a las plantas de tratamiento.
«Lo que hacen las EDAR es que separan el agua», comenta Parra, refiriéndose al acrónimo con el que se conoce a las Estaciones Depuradoras de Aguas Residuales, la filtran y se queda el lodo, pero los microplásticos no desaparecen».
Cuando la basura y aguas fecales llegan a estos depósitos, hay una parte que se limpia para reutilizar, pero otra que se queda en la tierra. «Puede contaminar el pasto y llega al zooplancton, que es la vida», indica Parra, aduciendo que gracias a esta vegetación se alimenta el resto de especies y es clave en el calentamiento global. «Se está poniendo todo en riesgo», cavila, señalando que ya hay informes donde se expone que ingerimos hasta cinco gramos de plásticos a la semana.
Equipo de Captoplastic, en la Universidad Autónoma de Madrid© Foto : Cortesía de Captoplastic
Aparte, la merma de esta alfombra natural implica el aumento de temperatura, que el comité de expertos del cambio climático quiere limitar a 1,5 grados centígrados para 2030, dato que supone el aumento del nivel del mar o la supervivencia de los ecosistemas: ya se está viendo en espacios como el Mar Menor de Murcia o la extinción de poblaciones de abejas en zonas tropicales.
«Ya se nace con microplásticos. Los hay hasta en la placenta», esgrime Parra, que otorga tres labores principales a Captoplastic: cuantificar, identificar y eliminar. «Nuestro sistema es capaz de suprimir en más de un 90% la presencia de microplásticos, y además no produce residuos: los fungibles se reciclan, con emisiones cero y favoreciendo la economía circular», comenta la responsable.
Hasta alcanzar este punto, han requerido muchas pruebas, muchos ensayos y muchos errores: «Para conocer los términos y saber cómo funciona». De 2018 a 2020 estuvieron tanteando la fórmula y el diseño, que no deja de ser un aparato adaptado a las tuberías y una solución que termina con las partículas en suspensión. «Se basa en una aglomeración selectiva que concentra y sedimenta los microplásticos. Y estos se reutilizan», describe. Al dar con lo más efectivo, tuvieron que encontrar financiación. Contaban con el apoyo institucional, pero BeAble Capital dedicó casi 200.000 euros. «Nos hacía falta un empuje privado para la patente y la fabricación», resume Parra, que detalla cómo en el año de expansión han conseguido limpiar un metro cúbico de agua por hora.
Los avances de Captoplastic se unen a los avances sociales. A las normas citadas o a las que están propagándose para prohibir, por ejemplo, el uso de microplásticos en champú o pasta de dientes se le suman propuestas más ambiciosas para las depuradoras. «En la Unión Europea se está mirando cómo endurecer la limpieza de aguas», anota Parra, que ve en ese posible marco legal una oportunidad para que el proyecto se expanda. «Hay cuatro millones de tuberías de agua potable, 2.500 instalaciones industriales, 3840 millones de lavadoras y 18.000 plantas de tratamiento», enumera, viendo cómo sus modelos «adaptables» a cualquier tamaño tienen un mercado potencial de hasta 7,3 billones de euros.
Utensilios en el laboratorio donde se fraguó Captoplastic, en la Universidad Autónoma de Madrid
© Sputnik / Alberto García Palomo
Falta «tiempo y monitorizarlo», reflexiona Parra. «Pero lo bueno es que ya hemos ido obteniendo unos hitos y que creemos que la ley es importante y jugará a favor de nosotros y del planeta», argumenta la CEO de Captoplastic entre viales y cubos donde, en sus comienzos, se probó lo que ya es casi una realidad. Lo es, insiste, por el interés de corporaciones ajenas a lo institucional.
«Gracias a BeAble Capital hemos comprado equipos, nos hemos relacionado mucho con el sector y hemos podido contratar gente. También hemos tenido respaldo de unos fondos de la Comunidad de Madrid», indica. Ahora son unas diez personas, dependiendo de los periodos, y han ganado visibilidad: «Lo que haga falta con tal de que no se quede en el cajón de un catedrático», sentencia
Opina lo mismo Alberto Díaz, socio fundador de BeAble Capital. El ejecutivo cree que la forma de impulsar la investigación pasa por lo privado. Esta compañía nació con ese objetivo. «En España, un 70% o un 80% de proyectos se pierden por falta de inversión», lamenta. «Cualquier tecnología necesita tiempo y el final es un interrogante, pero cuando se concreta y da el salto, el salto es exponencial», sostiene.
Justo en el mes de octubre, el ministerio de Ciencia e Innovación aprobó una partida de 522 millones de euros exclusivamente para proyectos de investigación de España y para poder contratar a cerca de 1.100 investigadores predoctorales. En 2020, el presupuesto total fue de 2.095 millones de euros, 153 más que en el ejercicio anterior.
Equipo BeAble Capital, parte de la iniciativa Captoplastic, surgida en la Universidad Autónoma de Madrid
© Sputnik / Cortesía de Captoplastic
En este caso, la adversidad era obvia, añade Díaz: «Y vimos la importancia de luchar contra los microplásticos desde el principio». Captoplastic, concede, no es solo un producto lucrativo sino que, además, pone en valor las patentes y los descubrimientos en el gremio.
«Tenemos que optimizar el proceso, pero esperamos una inversión millonaria para convertirlo en una realidad. Que pase del laboratorio a todos nosotros», sentencia. Si se hiciera, es probable que ni ese envase que asoma entre las aceras ni las fibras de nuestras prendas ni la atomización de las llantas desembocara en el estómago de los seres vivos, sean animales, humanos o plantas.