OTAN y opresión nacional
Petri Rekabarren.
Imagen: OTL
El reformismo estatal quiere impedir cualquier protesta obrera y popular radical contra la OTAN porque puede ser un semillero de conciencias que se organice
Las naciones oprimidas nos enfrentamos a una disyuntiva ante la que no podemos permanecer, de modo alguno, al margen, ni tampoco debemos reducirla al significado de la Cumbre de la Organización Terrorista del Atlántico Norte del 29 – 30 de junio de Madrid. No negamos su importancia para la acumulación ampliada del capital y para el avance del imperialismo; tampoco restamos un ápice a su crucial función en el mantenimiento del Estado español como el espacio geoproductivo de reproducción del bloque de clases dominante, así como su imbricación profunda con el núcleo del Estado francés que sojuzga allende de los Pirineos a zonas de Euskal Herria y de los Països Catalans.
Valoramos más que nadie estas realidades sin las cuales ya no se entiende la opresión nacional que padecemos, pero también pensamos que el terrorismo organizado que aspira a mundializarse definitivamente es solo una parte más del gigantesco entramado de aparatos destinados a mantener la supremacía imperialista y con ella la preservación del capitalismo occidental como el dominante en el mundo en este contexto largo de crisis total nunca vista en la historia, sobre todo para aplastar en sangre cualquier posibilidad revolucionaria que abra la puerta al avance al comunismo. Es desde esta perspectiva desde la que se comprende que la OTAN es una parte importante, pero una parte de la totalidad de la dictadura del capitalista, desde la que desarrollamos nuestro planteamiento resumido en algunos puntos básicos.
Primero: Empezando por lo inmediato, la Cumbre de Madrid será el fin de la fase que entre 2010 y marzo 2022 el imperialismo intensificó sus agresiones en todo el mundo, pero especialmente contra cuatro objetivos: Venezuela y Cuba, Oriente Medio, Rusia y China. Paso a paso, la OTAN fue creando tensiones mayores en todas ellas con un objetivo estratégico: empezar la década de 2020 desde una posición de fuerza suficiente para imponerse a esos países y explotarlos, cosa que no ha logrado en ninguna de ellas. Al contrario, en todas ha sido contenida cuando no derrotada más o menos estrepitosamente. Este largo fracaso ha impedido en buena medida que el capitalismo occidental saquease y explotase masivamente a esos pueblos para, junto a la explotación interna, intentar salir del agujero en el que se había hundido en 2007.
Segundo: En Madrid, la OTAN va a relanzar sus ataques con más fuerza y, sobre todo, va a ampliar su penetración en la «sociedad civil» ya decidida en 2010 para movilizarla como fuerza activa de cara a las guerras abiertas actualmente y a las más intensas que ya está preparando. La militarización capitalista impone el sacrificio de la «sociedad civil» en beneficio de la burguesía para que asuma el creciente autoritarismo contra las libertades, los efectos de la carestía e inflación, el empobrecimiento al alza, los recortes del gasto público y social pese a que se alargan las «colas del hambre», la censura y la mentira, la educación reaccionaria, el impulso abierto o soterrado del nazismo y del irracionalismo a partir de las enseñanzas que la OTAN extrae de Ucrania.
Tercero: La OTAN sabe que es básica la activación de la «sociedad civil» como fuerza conscientemente imperialista, decidida a todo porque sin ella tendrá más difícil derrotar a un movimiento obrero interno que está despertándose, facilitar que la burguesía poderosa canibalice a la débil y obsoleta, lograr que los Estados sobreendeudados paguen buena parte de esa deuda, atar a los Estados y pueblos que dudan en seguir obedeciendo a Occidente y atacar a los que defienden su independencia, sus recursos y sus vidas. Sabe que el tremendo agravamiento de la crisis, así como el retroceso de Occidente en la economía mundial, acrecienta la urgencia de activar la «sociedad civil» como sostén de masas reaccionarias que aguanten la dureza de lo que se avecina.
Cuarto: La aguda crisis mundial tensiona al máximo las irresolubles contradicciones del capitalismo español arrastradas desde sus inicios históricos. Por ello todas sus burguesías necesitan a la OTAN porque es la única estructura que garantiza que el Estado tenga el ejército suficiente para defender su unidad estatal frente a las reivindicaciones de las clases y naciones que explota en su interior, y para mantenerse y hasta expandirse por el Norte de África y Nuestramérica como subimperialismo, como potencia media dentro de la jerarquía dirigida por EEUU. Las burguesías del Estado saben que su economía pierde competitividad industrial y con ella pierde puestos en la jerarquía imperialista, lo que le lleva a reforzar la explotación interna y el intento de reavivar el saqueo subimperialista: ambas cosas exigen reforzar el centralismo españolista en todos los sentidos, incluido el fanatismo patriotero de la «sociedad civil».
Quinto: El reformismo estatal quiere impedir cualquier protesta obrera y popular radical contra la OTAN porque puede ser un semillero de conciencias que se organice más tarde de manera ofensiva contra el capitalismo, no solo contra la OTAN. A la vez, el reformismo también quiere impedir cualquier crítica a las bases yanquis en el Estado, especialmente las que encadenan a la nación andaluza, intentando borrar la reivindicación de «Bases fuera» porque sabe que esas bases y la propia OTAN son el esqueleto militar que vertebra al Estado, y anularlas lo debilitaría en sus raíces.
Sexto: Las izquierdas del Estado están divididas en algo tan decisivo como la definición de Rusia como imperialista o no imperialista, una de las cosas que determina el bando a tomar en la agresión de la OTAN contra las repúblicas populares del Donbass. En realidad es una guerra defensiva de Rusia para apoyar la independencia popular del Donbass y para derrotar ¿definitivamente? la creciente agresión occidental con Rusia, en especial desde la industrialización británica, endurecida desde entonces porque tanto en la fase colonial como en la imperialista del capitalismo rigen las leyes tendenciales de la acumulación del capital y de la caída de la tasa media de ganancia.
Séptimo: El capitalismo sabía y sabe que solo balcanizando Rusia puede apoderarse de sus inmensos recursos y, desde comienzos del siglo XXI, preparar el ataque a China. El capital occidental sabe que debe acabar primero con el gobierno de Putin para luego destrozar al proletariado ruso y a los partidos comunistas y revolucionarios que han aguantado las represiones desde 1991, también ordenadas por el mismo Putin hasta no hace mucho. Occidente sabe que un sector creciente de la burguesía rusa apoya a Putin en su giro estratégico hacia China, tomado después de que Occidente humillara con desprecios sus intentos de ser admitido en el club dominante de la Unión Europea. Intenta que ese sector burgués y las franjas populares conservadoras abandonen a Putin volviéndose a creer las promesas occidentales siempre incumplidas.
Octavo: La agresión otánica busca al menos cuatro grandes objetivos. Uno, debilitar estructuralmente al ejército ruso, asfixiar a la burguesía para que se pase a Occidente sacrificando a Putin y empobrecer tanto al proletariado para que se rinda aceptando pasivamente la sobreexplotación salvaje que impondría EEUU y la Unión Europea. Dos, dejar las manos libres a los ucranazis para que terminen el genocidio de las repúblicas populares del Donbass iniciado en 2014 y para que culminen el creación de un régimen dictatorial nazi iniciado en 2010 que sería la base de expansión internacional de la extrema derecha y el nazismo, expansión teledirigida por la OTAN. Tres, avanzar hacia la frontera de China y de Eurasia entera para lograr un saqueo casi inconcebible ahora; y cuatro, destruir así las esperanzas que muchos pueblos explotados y dominados ponen en los cambios mundiales para defenderse mejor de las exigencias y agresiones imperialistas. Esto explica por qué solo una minoría de Estados apoya a la OTAN y por qué es un deber internacionalista apoyar a Donbass-Rusia.
Noveno: Pero además de esta diferencia, la crítica de las izquierdas españolas a la OTAN sufre de un límite insuperable: si ya desde comienzos de la década de 1950 era imposible creer que la revolución en el Estado podía realizarse sin que el imperialismo entrara para aplastarla, ahora la OTAN está presente como fuerza represiva decisiva desde el inicio de un futuro proceso revolucionario, tal cual lo ordena el mismo objetivo de la OTAN. Esto hace que OTAN y Estado sean ya una unidad material y simbólica soporte del capitalismo. Quiere esto decir que es imposible echar a la OTAN del Estado si no destruye el Estado como tal, incluida su carga nacionalista reaccionaria, y viceversa.
Décimo: Pero las izquierdas españolas son eso, españolas, y aunque hay grandes diferencias entre ellas no pueden romper con su naturaleza, como sí lo lograron los bolcheviques, entre 1917 y 1922, cuando empezó a surgir el nacionalismo gran-ruso barnizado de socialismo como no se cansó de denunciar Lenin hasta su muerte en enero de 1924. La lucha radical contra la OTAN es inseparable de la lucha contra «España» no ya solo como el espacio geoproductivo material y simbólico de acumulación del capital en el Estado tal cual existía hasta 1950 en una primera fase y hasta 1980 en una segunda, sino sobre todo es una pieza clave de la OTAN para controlar el flanco sur-occidental de la Unión Europea y el África atlántica, tarea que se ha ido intensificando desde 1980 pero que ya es central desde 2022. Las izquierdas españolas deben asumir la unidad entre «España» y OTAN porque es imposible acabar con una sin hacerlo con la otra.
Undécimo: La oposición a la OTAN de los reformismos socialdemócratas de las naciones oprimidas, convertidos en muleta «de izquierda» del Gobierno, es blanda, sin visión estratégica ni base alguna teórico-histórica, lo que les impide ver la unidad OTAN-«España». Ello es debido a que, por un lado, tragan de un modo u otro lo que el PSOE impone: Sahara, ley Mordaza y recortes de derechos, monarquía, empobrecimiento generalizado, apoyo al nazismo otánico, etc.; y, por otro lado, lo que es decisivo, que su ideología reformista les impide comprender lo que realmente se está cociendo en los hornos de la explotación capitalista.
Duodécimo: La «fiesta de primavera» de Podemos en Valencia, con la participación de ERC, BNG y EE-Bildu, es un ejemplo más. Alguien dijo que si se rasca la superficie de la ideología reformista encontramos entre otras cosas, la intolerancia dogmática como última defensa corporativa ante la innegable razón comunista y un pacifismo carente de la mínima ética. Pero el ejemplo aún más crudo y definitivo es su participación en la Comisión de Secretos Oficiales, que se rige por una ley franquista apenas retocada hasta hoy, destinada a garantizar que las clases y naciones oprimidas sigan ignorando qué sucede realmente en los entresijos de la burocracia en el poder. Un viejo dicho dice que si se quiere impedir una investigación democrática peligrosa para el poder, hay que crear una Comisión al efecto: el secreto volverá a imponerse, ahora legitimado por el reformismo.
Decimotercero: Bastantes izquierdas revolucionarias de las naciones oprimidas tampoco han llegado a comprender esa unidad «España»-OTAN, lo que explica la relativa tardanza en la organización de la denuncia in situ, en la misma nación oprimida, del significado de la OTAN como fuerza directamente insertada aunque aún «invisible» en la opresión nacional de clase que sufren. La debilidad argumentativa para explicar por qué la lucha contra la Cumbre ha de ser en cada nación oprimida y no en Madrid, como sueñan las izquierdas españolas, indica su retraso en la comprensión de las tremendas contradicciones «nuevas» y esenciales que azotan al Estado, al imperialismo y al capitalismo, así como la nueva fase de antagonismos mundiales que se ha abierto desde hace una década. La decisiva lucha de liberación nacional de clase de las naciones oprimidas en lo relacionado con la OTAN únicamentre puede realizarse desde las respectivas naciones, por cuanto son marcos autónomos de lucha de clases.
Decimocuarto: El antagonismo mundial actual está llegando a un nivel nunca conocido anteriormente, nivel que revaloriza al máximo las luchas de liberación nacional de clase de los pueblos oprimidos por su independencia socialista, y de los Estados y pueblos libres por la defensa a muerte de su soberanía frente a los endurecidos ataques imperialistas. Uno de los méritos de Lenin fue anunciar, ya en 1916, que la lucha contra la opresión nacional adquiriría cada vez más trascendencia conforme se pudriese el capitalismo. También en esto, la historia le está dando la razón, pero incluso en pueblos oprimidos aparecen, periódicamente, grupos que derivan a un intelectualismo abstracto que se distancia incluso del marco material de lucha de clases en una nación oprimida, pese a sus buenas intenciones iniciales.
De todos modos, si bien solo falta algo más de un mes para la Cumbre, debemos intentar profundizar en estas cuestiones porque son las que marcan el paso de una fase de la lucha de clases mundial a otra fase iniciada hace muy poco tiempo. Seguiremos esta evolución porque es decisiva.
24 de mayo de 2022
Fuente original: www.boltxe.eus
Fuente tomada: La Haine