El merecimiento político
Por Luis Córdova
Antes, cuando la política se producía con hechos y no solo de palabras, había una regla tácita que nadie osaba romper: las posiciones se debían ganar.
Aun se contara con el favor de los grandes líderes, el “ungido” tenía que probar en fuego el material del que estaba constituido en los hechos, en algunos casos con verdaderos sacrificios.
No solo se trataba de “querer”, se debía merecer.
Desaparecidos los tres caudillos de final de siglo pasado, los partidos optaron por la burda fórmula de emanciparse de acuerdo al presupuesto de sus “líderes”, eso que convertido en fenómeno llamaríamos “dinerazgo”, y es así como triunfa la fortuna, en algunos casos sin importar el origen de la misma.
Por eso cuesta tanto construir un relato. Explicarnos cómo llegamos a tener este Congreso, cómo el silencio pasmoso de la otrora crítica prensa, cómo verla limitarse a publicar notas de procesos judiciales, señalamientos de abusos y vinculación directa al narcotráfico.
La democracia, cuando es burlada, pasa factura… y cobra caro.
¡Qué nadie se extrañe!
Empezaron a salir. Cualquiera que quiera, pudiera ser cualquier cosa.