Hacia un mundo desdolarizado
Mónica Peralta Ramos.
Imagen: Archivo
“Si tenemos que usar la fuerza es porque somos los Estados Unidos de América, la nación indispensable. Fuertes y erguidos podemos ver el futuro, más allá de que otras naciones pueden hacerlo, y vemos el peligro que nos amenaza a todos”.
Madeleine Albright, 1998 [1].
Así justificó la secretaria de Estado del ex Presidente demócrata Bill Clinton el impulso dado por su gobierno a un cambio de régimen (regime change) en Irak. Para Albright, esta “excepcionalidad” aseguraba la defensa de “la libertad, la democracia y el estilo de vida norteamericano, puestos en riesgo” por Saddam Hussein, quien producía y almacenaba armamento nuclear [2]. Esta advertencia de Albright detonó una “guerra silenciosa” [3], marcada por intensos bombardeos y profundas sanciones económicas, que por ese entonces ya habían provocado la muerte de más de 500.000 niños menores de 5 años [4]. El cambio de régimen fue concretado por el sucesor de Clinton, el republicano George W. Bush. Luego del atentado a las Torres Gemelas en 2001, y advirtiendo a todas las naciones del mundo que ahora “o están con nosotros o están contra nosotros [5]”, Bush invadió a Afganistán e Irak y promulgó la Ley Patriótica (Patriot Act), dando rápido desarrollo al aparato de seguridad y de inteligencia norteamericano, insertado en casi todas las agencias de los gobiernos estatales y federal. También limitó drásticamente las libertades individuales y dio impulso a políticas económicas que derivaron en una nueva fase de acumulación del capital basada en la digitalización y el espionaje en todos los ámbitos de la vida social [6].
La ocupación de Irak es sólo un ejemplo de la política exterior de una elite neocon —neo-conservadora— constituida por dirigentes demócratas y republicanos. Alternándose en el poder, el principal objetivo de esta elite ha sido imponer un “orden internacional basado en reglas” (rules based international order). Tomadas unilateralmente, estas reglas no admiten disidencias y rigen aunque transgredan lo estipulado por los organismos de las Naciones Unidas. “Los Estados Unidos han usado el poder duro y el blando para construir este orden” [7], que hoy muestra en Ucrania “el colapso final del proyecto neocon” [8], un proyecto que “destruyó a la clase media, hizo un hazmerreír del poderío militar y de la moral norteamericana, empujó a China hacia una alianza invencible con Rusia, destruyó al dólar como moneda internacional de reserva y no hizo nada para avanzar la democracia” [9]. Hoy salen a la luz los ejes centrales de este proyecto: el control sobre recursos estratégicos, en particular, el control sobre el petróleo y el gas, y la imposición del dólar como moneda internacional de reserva.
La crisis sistémica del capitalismo global monopólico ha desnudado a estos parámetros de la hegemonía norteamericana, dando lugar a un mundo cada vez más inestable, conflictivo y peligroso que, paradójicamente, abre la posibilidad de una mayor autonomía económica y financiera de las naciones. En el centro de esta paradoja se encuentra el dólar, un verdadero nudo gordiano. Con los pies en el barro del oro negro y su rol como moneda internacional de reserva, el dólar permitió a Estados Unidos succionar riqueza y excedente del resto del mundo y potenciar el endeudamiento ilimitado y la injerencia creciente de la Reserva Federal sobre las políticas de las naciones y las finanzas mundiales. Hay, sin embargo algo más: este poder exorbitante convirtió al dólar en una poderosa arma de guerra con la cual doblegar a las naciones que osaban oponerse al dominio norteamericano.
Dólar, petróleo y guerra
Después de la Segunda Guerra Mundial, los Acuerdos de Bretton Woods consagraron la convertibilidad del dólar al oro y su uso como patrón de referencia para ajustar el valor relativo de todas las monedas, realizar transacciones financieras y comerciales y acumular reservas internacionales. Esto le permitió a Estados Unidos emitir y acumular déficits fiscales y de balance de pagos, transfiriendo su inflación al resto del mundo. Asimismo, le permitió contar con crédito “barato”, al asegurarse una continua demanda mundial de dólares y de bonos del Tesoro norteamericano, necesarios para alimentar las reservas internacionales de los países. En febrero de 1965, Charles de Gaulle, Presidente de Francia, denunció este descomunal privilegio, cambió las reservas de dólares de su país al oro y repatrió el oro de su gobierno depositado en los Estados Unidos. Otros países siguieron su ejemplo y el stock de oro en los Estados Unidos se redujo sustancialmente. Esto, conjuntamente con el crecimiento de los déficits y de la deuda norteamericana impulsados por la expansión militar y la política doméstica, llevaron al Presidente Richard Nixon a poner fin a la convertibilidad dólar/oro en 1971. Poco tiempo después Nixon firmó un pacto con el gobierno de Arabia Saudita, por el cual este país realizaría todas sus transacciones de petróleo en dólares y el gobierno norteamericano le garantizaría seguridad militar. La adhesión de otros países árabes productores de petróleo a esta política consolidó al petrodólar. La importancia del petróleo en la producción y el comercio mundial garantizó a Estados Unidos el privilegio de emitir sin límites, mientras continuaba expandiendo su control sobre las regiones con mayores reservas de petróleo y gas y acumulaba déficits y endeudamiento. En este contexto, las invasiones de Irak y de Libia empezaron a correr el velo que ocultaba la esencia de la hegemonía mundial norteamericana.
En 2002, Irak contaba con la segunda reserva mundial de petróleo. Asediado por la presión norteamericana, su Presidente Saddam Hussein, decidido a no usar más los dólares en sus exportaciones de petróleo [10], convirtió a euros los miles de millones (billions) de dólares de su fondo de reserva estratégico y anunció que no otorgaría más contratos de exploración de petróleo a corporaciones norteamericanas. Estas medidas aceleraron los tiempos de la invasión norteamericana, seguida por la destrucción de la economía de Irak, la muerte de Hussein y la implosión social. Poco después, algo semejante ocurrió con Libia, otro país productor de petróleo. El gobierno de Muamar el Gadafi promovía la emisión de una moneda dura que, según él, liberaría al continente africano de la dependencia del franco francés, del dólar, y del FMI. Su represión de disturbios sociales producidos en el marco de la “Primavera Árabe” [11], desencadenada en la región, dio excusa a una rápida intervención militar del gobierno norteamericano y de la OTAN, con la consiguiente destrucción fulminante de la economía, la infraestructura de riego y de petróleo, el ejército de Libia y la vida de Gadafi [12]. Poco tiempo después Hillary Clinton, secretaria de Estado de otro Presidente demócrata, Barack Obama, se vanagloriaba de haber terminado rápidamente con Gadafi [13]. La posterior publicación de los mails privados de Hillary Clinton reveló objetivos cruciales de la intervención militar a Libia: controlar el petróleo y cortar de cuajo el proyecto de una nueva moneda a ser usada en el continente africano [14].
Crisis sistémica: implosión financiera y recesión
Bajo el reinado del dólar, la expansión militar norteamericana se dio conjuntamente con una política económica que generó una brecha cada vez mayor entre el crecimiento del endeudamiento y el de la economía real, derivando en varias recesiones y crisis financieras. La última crisis, y la más peligrosa para la estabilidad financiera global, fue la de 2008. Por ese entonces, una crisis de liquidez en el mercado inmobiliario norteamericano amenazó con prender fuego al conjunto del sistema financiero internacional. La Reserva Federal norteamericana salvó a un grupo de grandes bancos de la debacle y capeó la crisis aplicando una política de facilitación monetaria (QE) a tasas cercanas a cero, que generó más déficits y más endeudamiento. Hoy la relación entre la deuda privada y pública y el PBI norteamericano asciende al 450%. Una tendencia semejante se verifica en los países más desarrollados, mientras que, a nivel global, la relación deuda/PBI supera todos los registros históricos.
En este mundo de endeudamiento hay varios puntos de extrema vulnerabilidad a la suba de las tasas de interés por parte de la Reserva para enfrentar la inflación surgida en los últimos años. Entre ellos: una deuda global a tasas negativas, que en 2020 ascendía a 17 billones (trillions) de dólares y un endeudamiento de enorme magnitud con derivados que entrelazan a los grandes bancos internacionales y los vuelve “sistémicamente” importantes. Hoy, una crisis de liquidez en cualquier punto se puede propagar rápidamente al conjunto del sistema financiero y no existen dólares suficientes para apagar el incendio. Luego de un año de suba de tasas de interés, este tembladeral empezó a crujir, detonado por la desvalorización de los activos financieros y especialmente de aquellos considerados más seguros: los bonos del Tesoro norteamericano.
La reciente fuga de depósitos de varios bancos norteamericanos, con fuerte exposición a estos bonos, ya provoca efectos secundarios, entre los que se destaca la restricción del crédito en las dos últimas semanas de marzo, la mayor desde 2007. Esto último afecta especialmente al sector inmobiliario y a los bancos pequeños y medianos, que explican el 80% del crédito otorgado a este sector y tienen 1.7 billones (trillions) de dólares de endeudamiento que madura a corto plazo [15]. Así, una espiral de efectos negativos que se retroalimentan y desbordan hacia la economía real encierran a la Reserva en una trampa: si sube las tasas de interés, amenaza con detonar el endeudamiento y una severa recesión; si no las sube, la inflación desmadrada terminará carcomiendo la economía real y las finanzas. Esta trampa, sin embargo, es aún más intrincada: la inflación que amenaza a la economía norteamericana tiene hoy connotaciones estructurales y geopolíticas de índole inédita, y la Reserva no tiene medios para controlarla.
Inflación, petróleo y dólar
La guerra comercial desatada por el gobierno de Donald Trump contra China y continuada luego por Joe Biden, sumada a la pandemia y a las sanciones económicas impuestas a Rusia por su invasión a Ucrania, han provocado un desajuste de las cadenas de valor global, impactando sobre los precios y la logística de todos los bienes producidos y comerciados. En el contexto de una integración económica global que ha llegado a un nivel inédito en la historia de la humanidad, se esconde otro fenómeno medular: la pérdida del control norteamericano sobre la producción y los precios de productos estratégicos para la acumulación del capital y la guerra: la energía, los semiconductores y las tierras raras. En lo que sigue, sólo analizamos el dilema de la energía.
Las sanciones económicas impuestas contra Rusia han operado como un boomerang: afectan especialmente a la economía de los principales aliados norteamericanos y contribuyen a desatar las alianzas políticas que por mucho tiempo permitieron a los Estados Unidos controlar los precios de la energía. Al mismo tiempo, estas sanciones fortalecen la alianza estratégica entre Rusia y China. Actualmente, ambos países lideran una mediación de los conflictos en Medio Oriente y en las regiones productoras de energía, que ya empieza a dar sus frutos con la reconciliación entre Arabia Saudita, Irán y Siria, luego de años de violenta hostilidad azuzada por los Estados Unidos [16]. Arabia Saudita, que cumplió un rol crucial en la desestabilización de la región, hoy se ha integrado como observador a la Organización de Cooperación de Shanghai [17]; ha estrechado su relación con China, firmando acuerdos de cooperación con inversiones en los dos países, que incluyen transacciones al margen del dólar; ha sumado a los países árabes del Golfo a esta cooperación y ahora lidera una OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) dispuesta a incidir decisivamente sobre los precios globales del petróleo y del gas. Todo esto implica un creciente enfrentamiento con los Estados Unidos [18].
Por estos días Arabia Saudita lideró otro recorte de producción por parte de la OPEP, que vulnera la decisión tomada en diciembre de 2022 por Estados Unidos y la Comunidad Europea de imponer, desde principios de este año, un techo a los precios del petróleo ruso [19]. El nuevo recorte de la OPEP busca mitigar la incidencia negativa de la recesión global sobre los precios de los combustibles, consolidar la alianza saudí con Rusia y mostrar la capacidad que los países petroleros tienen de desarticular la política de Estados Unidos. Luego de este recorte, Japón anunció que no respetará el techo impuesto a los precios de los combustibles y otros países consideran hacer lo mismo. Esto expone la debilidad de los Estados Unidos en un ámbito decisivo para el mantenimiento del dólar como moneda internacional de reserva [20].
Por otra parte, la crisis sistémica y el endeudamiento ilimitado que esta genera han derivado en una progresiva pérdida del valor del dólar y de los bonos del Tesoro norteamericano. Esta desvalorización fue reconocida en 2009 por George Soros [21], uno de los pilares de los neocons. Sin embargo, este ignoró su impacto sobre la hegemonía norteamericana y su relación con las sanciones económicas impuestas durante décadas a varios países [22]. Estas sanciones llevaron a estos países a desprenderse progresivamente de los bonos del Tesoro acumulados en sus reservas internacionales y a iniciar esporádicos intentos de transacciones financieras al margen del dólar. Luego de las sanciones impuestas recientemente a Rusia, estos procesos han tomado ritmo inusitado.
En la última semana, Malasia [23] se ha sumado a los 18 países que ya comercian con la India en sus monedas, y esta última ofrece ahora su moneda como alternativa para comerciar a aquellos países endeudados en dólares que tienen dificultad en obtenerlos y sus monedas son asediadas por corridas cambiarias [24]. Asimismo, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático marcha hacia la sustitución de dólares por monedas locales y se intensifica el volumen de transacciones en yuanes en Rusia, Irán Arabia Saudita, y los países del Golfo. La decisión de los BRICS de comerciar con una moneda propia, basada en una canasta de monedas regionales, referida al oro y a un grupo de bienes estratégicos y eventualmente cristalizada en una moneda digital [25], plantea un peligro especial para el dólar: el núcleo de los BRICS [26] representa el 40% de la población mundial y responde por el 31.5% del PBI global (ppa) [27], superando a las economías más desarrolladas reunidas en el G7, que en conjunto responden por el 30.7% del PBI global (ppa) [28]. Pareciera, pues, que los BRICS son la punta de lanza del avance hacia una desdolarización mundial.
Guerra y política en Estados Unidos
En vísperas de elecciones, la elite neocon republicana y demócrata profundiza el enfrentamiento contra Rusia y China. En el Congreso, los republicanos denuncian la desdolarización y la “formación de una economía mundial secundaria”, donde pronto no se podrá usar más al dólar para imponer sanciones [29]. También acusan al gobierno de Biden por una política errática ante la creciente influencia ejercida por Rusia y China sobre los países árabes y piden mayores sanciones contra China “porque esta produce el 60% de los semiconductores más avanzados del mundo” y “hay que impedir que monopolice la economía digital”. Para ello proponen dotar de armamento nuclear a los submarinos desplegados en todo el mundo y prometen el apoyo del Congreso para el despliegue de tropas norteamericana en Taiwán [30]. A su vez, el gobierno de Biden descarta la posibilidad de negociaciones en Ucrania y puja por una inminente ofensiva de las tropas de este país. Se piensa que, en esta primavera, esta ofensiva determinará la derrota rusa. Sin embargo, documentos secretos del Pentágono, filtrados a las redes sociales, exponen los problemas insalvables de abastecimiento a Ucrania y serias dudas sobre su capacidad en la próxima ofensiva [31]. Mas allá de los detalles, los documentos dejan constancia de la participación directa y al instante de altos mandos norteamericanos en la guerra de Ucrania, al tiempo que permiten vislumbrar la existencia de disidencias internas dentro del gobierno.
Este clima bélico permea una campaña política que agudiza enfrentamientos dentro de la propia elite neocon. Luego de prometer negociaciones inmediatas con Ucrania y la “eliminación definitiva” de la injerencia de los organismos de inteligencia en la censura y la política del país si es elegido Presidente, Trump fue procesado criminalmente en un hecho que no tiene precedentes, por un delito menor, de jurisprudencia estatal y cuyos tiempos de procesamiento legal han caducado. Para poder procesarlo, el Procurador vinculó este delito a otro de jurisprudencia federal, pero la índole de este último se mantiene en secreto. Tanto el Procurador como los fiscales y el juez de la causa han expresado en el pasado su oposición a Trump. Todo esto contribuye a denuncias de lawfare contra Trump, quien ha recibido el apoyo de la dirigencia republicana y crece en las encuestas.
Biden, por su parte, contempla la posibilidad de postularse nuevamente a la Presidencia y cree que “es necesario demostrarle a Trump que no tomará el poder”: advirtió que si Trump se presenta como candidato, “se asegurará, con los legítimos esfuerzos constitucionales, que no sea Presidente de nuevo” [32]. En este clima enrarecido, Robert Kennedy Jr. ha anunciado su posible candidatura a la Presidencia por el Partido Demócrata. Kennedy reivindica el legado de su familia y una vida de activismo político en contra de la creciente injerencia en la vida política del país por parte de las grandes corporaciones, los organismos de inteligencia y el complejo industrial-militar. Su candidatura constituye una opción totalmente nueva, de consecuencias imprevisibles.
El abrazo del gobierno de Biden
La Argentina tiene la segunda y la cuarta reserva mundial de gas y petróleo no convencional; la segunda reserva mundial de litio; oro y minerales críticos en abundancia; una de las reservas acuíferas más importantes del mundo y capacidad para alimentar a más de 400 millones de personas. Sin embargo, 40% de su población es pobre y casi un 10% es indigente; sus minerales y productos energéticos se exportan por declaración jurada, pagando ínfimas regalías y gozando de diversos subsidios; buena parte de sus exportaciones de cereales se pesan y exportan desde puertos privados, se triangulan, se sub-facturan o se retienen con el objetivo de incidir sobre el tipo de cambio. En los dos últimos años, el gobierno obtuvo un superávit comercial de 35.600 millones de dólares y la mayor parte del mismo fue destinada al pago de la deuda en dólares de corporaciones, muchas de ellas filiales o asociadas a multinacionales. Hoy el gobierno carece de reservas internacionales y busca al Presidente Biden para que lo ayude a cumplir con las exigencias del FMI.
Este escenario es consecuencia de una matriz productiva que desde hace décadas profundiza el control monopólico sobre sectores claves de la economía, la dependencia tecnológica, un mercado de trabajo cada vez más restrictivo y un endeudamiento ilimitado. Ningún gobierno democrático intentó modificar esta matriz y todos fueron víctimas de la desestabilización política producida por la inflación y las corridas cambiarias motorizadas por estos grupos monopólicos, en permanente pugna por aumentar sus rentas y ganancias y fugarlas al exterior. El Acuerdo con el FMI; la importancia que tienen los recursos del país en la actual coyuntura internacional y la inminencia de elecciones agudizan esta puja y colocan al país ante una situación límite, en la cual el lawfare es simplemente otra cara de la dolarización y del saqueo, mientras el gobierno se doblega ante estos embates.
Las hordas macristas se pelean por los cargos futuros, pero se unifican con la extrema derecha reclamando devaluación, dolarización, precarización salarial, mano dura contra el populismo y privatización de los recursos naturales. Las diferencias son aparentes: todos comparten el objetivo de “sanear” la economía a garrotazo limpio. El gobierno, a su vez, cree que con las promesas de Biden y los artilugios de un ministro de Economía que seduce al FMI y tiene buenos contactos en Washington D.C. podrá radiar al kirchnerismo y eventualmente ganar las elecciones. El resto del Frente de Todos no tiene un programa de cambio, que con medidas claras muestre a la población que existe una alternativa al caos actual y un proyecto de futuro. En este contexto, la proscripción de la Vicepresidenta debería señalar a todos que el lawfare y el ajuste del FMI son dos aspectos de un mismo fenómeno y que los manejos y las idas y vueltas del ministro de Economía implican una pérdida de tiempo y un retroceso político inexorable. De ahí la necesidad de plantear un programa con medidas de corto y mediano plazo, que muestren al pueblo el compromiso con un cambio inmediato. No se puede perder más tiempo.
*Mónica Peralta Ramos es Doctora en Sociología y columnista de El Cohete a la Luna. Es investigadora y docente en áreas de economía política, sociología y antropología. Escribió los libros Etapas de acumulación y alianzas de clase en la Argentina (1930-1970) (Siglo XXI, 1972), Acumulación del capital y crisis política en la Argentina (1930-1974) (Siglo XXI, 1978) y La economía política argentina. Poder y clases sociales (1930-2006) (FCE, 2007).
Notas
[1] https://1997-2001.state.gov/statements/1998/980219a.html.
[2] Luego de que Irak ocupara Kuwait en agosto de 1990, por resolución 678 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de noviembre 1990, se conformó una coalición militar de 39 países, liderada por Estados Unidos, que liberó a Kuwait de la ocupación Iraquí. Luego de intensos bombardeos y de cien horas de combate en territorio iraquí, se declaró el cese del fuego, dejando a Saddam Hussein en el gobierno de Irak y sujetando al país a severas sanciones económicas y políticas, entre ellas, la destrucción de su arsenal de armas químicas, biológicas y su programa de desarrollo de armas nucleares. Hacia 1998, esta destrucción supervisada por expertos de Naciones Unidas había concluido. A pesar de ello, el gobierno norteamericano acusó a Hussein de seguir produciéndolas e inició los bombardeos en todo el país. https://twn.my/title/twr147e.htm; https://www.theguardian.com/world/2005/jan/27/iraq.comment.
[3] Una guerra que nunca fue explicitada, desarrollada al margen de las decisiones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y bajo el radar de la prensa.
[4] Algo comprobado por la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) https://inthesetimes.com/article/were-sanctions-worth-the-price.
[5] https://www.voanews.com/a/a-13-a-2001-09-21-14-bush-66411197/549664.html.
[6] Tal como lo analizamos en varias notas anteriores y también, entre otros, en Realidad Económica, N° 309, 2017; y Criptomonedas y soberanía, capítulo 2, UNDAV, 2022.
[7] https://www.rand.org/pubs/research_reports/RR1598.html.
[8] Según Robert Kennedy Jr., hijo de Bobby Kennedy, quien fue asesinado luego de ser nominado candidato para la Presidencia del Partido Demócrata en 1968 y sobrino del Presidente John F. Kennedy, asesinado en 1963 antes de terminar su mandato. Ambos homicidios fueron producto de conspiraciones, cuya investigación permanece en las penumbras, bajo secreto de Estado. https://twitter.com/RobertKennedyJr/status/1643053498483855361?s=20.
[9] Ídem.
[10] Permitido por el Programa “Petróleo por Alimentos”, impuesto en 1991, luego de la Guerra del Golfo, por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas con las Resoluciones 706 y 712.
[11] Movimientos de protesta contra los gobiernos de varios países de la región. Esta “primavera” fue parte de las “revoluciones de color”, que desde fines de la era soviética hasta el presente son promovidas, financiadas y armadas por organismos del gobierno norteamericano en el ámbito del National Endowment for Democracy, organización encargada de “promover la democracia” y que constituye una poderosa arma para provocar cambios de régimen. En Ucrania, esto llevó al golpe “blando” de 2014, que precedió a la actual guerra. En 2020 se intentó una revolución de color en Bielorrusia, que fracasó por la intervención rusa. Recientemente, el secretario de Estado norteamericano anunció el nombramiento de un Representante Especial, que colaborará con el gobierno en “exilio” de Bielorrusia, localizado en Washington DC. Esto llevó al gobierno ruso a instalar armas nucleares en Bielorrusia.
[12] Una síntesis de la brutalidad de la represión desatada, en: https://www.aljazeera.com/program/the-big-picture/2018/11/5/the-death-of-gaddafi.
[13] https://www.youtube.com/watch?v=6DXDU48RHLU.
[14] https://wikileaks.org/clinton-emails/emailid/12659; https://theecologist.org/2016/mar/14/why-qaddafi-had-go-african-gold-oil-and-challenge-monetary-imperialism.
[15] zerohedge.com, 8, 9 y 11/04/2023.
[16] Arabia Saudita e Irán acaban de restablecer relaciones diplomáticas, abriendo sus respectivos consulados e iniciando una negociación para terminar inmediatamente la guerra en Yemen. Arabia Saudita inició gestiones directas con Siria y ha anunciado la reintegración de este país a la Liga de Países Árabes, de la cual fue expulsada hace unos años. En esta negociación, Rusia y China juegan un rol especial.
[17] Creada en 2001, es una organización de cooperación económica, política y militar, constituida por China, Rusia, India, Pakistán, Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán y Tayikistán. Hay varios países con status de observador, entre ellos, Irán. Tiempo atrás, la Organización rechazó el pedido norteamericano de integración.
[18] Iniciada la guerra en Ucrania, el gobierno norteamericano trató de imponer a Arabia Saudita, y por ende a la OPEP, un aumento en la producción de petróleo para así limitar la suba drástica de los precios de la energía provocados por las sanciones contra Rusia y asegurar así abastecimiento de energía a Europa, severamente golpeada por la pérdida de gas y petróleo ruso. Su propuesta fue rechazada por Arabia Saudita.
[19] Esta medida fue oportunamente rechazada por Rusia, que advirtió que no venderá petróleo a países que acepten este techo al precio del mismo.
[20] Situación en la que también incide la rápida depredación de la productividad de los yacimientos de gas y petróleo no convencional norteamericano, ocurrida en los últimos años
[21] https://www.youtube.com/watch?v=884wXCT-i7A&t=26s.
[22] Desde casos notorios como Irán, Rusia y Venezuela, a las sanciones a empresas europeas que participaron en la construcción de los gasoductos Nord Stream 1 y 2.
[23] Según el índice de producción industrial, las economías más expansivas actualmente son India, Malasia y Rusia; S&P Global, zerohedge.com, 03/04/2023.
[24] Esta situación ha llevado a Egipto, Sri Lanka y Bangladesh a interesarse en esta alternativa, bloomberg.com, 31/03/2023.
[25] thecradle.com, 31/03/2023.
[26] Compuesto por Brasil, China, Rusia, la India y Sudáfrica. Irán y la Argentina han aplicado para integrarse y otras naciones han expresado interés en ello: entre ellas, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes, Nigeria y México.
[27] Ajustado a valores de paridad de poder adquisitivo.
[28] consortiumnews.com, 22/03/2023. El análisis se basa en datos del World Economic Outlook FMI, septiembre de 2022.
[29] https://www.youtube.com/watch?v=6culYsSCAyI.
[30] Senador Lindsey Graham, zerohedge.com, 10/04/2023.
[31] cnn.com, 12/04/2023. Para una discusión sobre el significado de esta filtración de documentos secretos y de la situación actual, ver discusión con dos altos ex oficiales de la CIA: https://www.youtube.com/watch?v=DRs8pAWIxjk&t=214s.
[32] https://twitter.com/ImMeme0/status/1642303623274086403?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E1642303623274086403%7Ctwgr%5E22401bbf1a944e53e1eeea2797dccbaebbeeb93f%7Ctwcon%5Es1_&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.nakedcapitalism.com%2F2023%2F04%2Fthe-shambolic-criminal-case-against-donald-trump.html.
Fuente: El Cohete a la Luna